Pocos dirigentes con un pasado relevante en una dictadura logran sobrevivir a su desplome y convertirse, según los cronistas más adeptos, en adalides del aperturismo. Manuel Fraga representa en España esa trayectoria tan camaleónica. Tras su fallecimiento a los 89 años, el fundador del PP recibió ayer un homenaje casi unánime. La mayoría de las fuerzas políticas subrayaron su papel "clave" en la transición, su defensa del autonomismo, su "gran vocación de servicio público" e incluso su "honradez y estilo de vida austero", en contraste con los políticos que hoy se sientan en el banquillo salpicados por la corrupción. A excepción de IU-ICV y los independentistas, el resto de los partidos pasaron de puntillas por su labor en el franquismo.

Tras su muerte, el domingo por la noche en Madrid, aquejado por una afección respiratoria, la familia de quien fue uno de los padres de la Constitución anunció que rechazaba los honores de Estado y que prefería velar a Fraga en la intimidad y a la antigua usanza, en el domicilio en el que compartió sus últimos días con su hija. La capilla ardiente se habilitó así en un piso situado en un barrio adinerado del centro de Madrid, cerca de la Moncloa, su ansiada y sin embargo frustrada residencia.

LA FAMILIA El PP se volcó en el homenaje a su fundador a las puertas de su casa. Prácticamente todas las caras visibles de los conservadores durante las últimas décadas transmitieron en persona sus condolencias a la familia y, a su salida, emitieron mensajes de loa a su capacidad de trabajo y a sus "convicciones inamovibles". La Casa del Rey no quiso permanecer ajena y remitió un telegrama en el que el definió a Fraga como un "gran servidor al Estado". Juan Carlos, Sofía y la infanta Elena visitaron además el velatorio.

El portal de la vivienda de "don Manuel" fue reflejo del poder que ahora ostenta el partido que él fundó. Inauguró la ronda de condolencias Mariano Rajoy, quien, en torno a las nueve de la mañana y tras unos minutos con la familia, definió a Fraga como uno de los "políticos más grandes" de este y del pasado siglo. Casi todos los ministros, algunos barones autonómicos del PP y los presidentes del Congreso y el Senado siguieron sus pasos a lo largo de toda la jornada.

Muy esperada fue la presencia de José María Aznar, hijo político de Fraga, quien reconoció que su vida "no pueda explicarse" sin la del fundador del PP. El expresidente del Gobierno aprovechó para deslizar una crítica a la política actual, al afirmar que el nombre de Fraga debe ser "escrito en mayúsculas" en tiempos "de tanta pequeñez".

LOS SOCIALISTAS Alfredo Pérez Rubalcaba y José Blanco fueron los únicos socialistas que se acercaron al velatorio. El primero destacó que Fraga supo integrar a la derecha franquista en el sistema democrático. El segundo puso el acento en su labor como impulsor del autogobierno gallego. Pocos recordaron que Fraga quiso frenar el desarrollo auto-nómico durante la redacción de la Constitución. Al contrario, sus compañeros de fatigas Miquel Roca y Gregorio Peces-Barba prefirieron centrarse en la importancia que tuvo el que fue ministro de Propaganda con Francisco Franco para introducir en el marco constitucional a una parte de la derecha de la época.

LAS CRÍTICAS El Gobierno catalán publicó una nota en la que definió a Fraga como "un personaje importante en la segunda mitad del siglo XX". Sin embargo, el consejero de Territorio, Lluís Recorder, publicó en su perfil de Twitter que no tiene motivos para loarle y sí muchos reproches que hacerle. Fue una de las pocas voces críticas, junto con las de IU-ICV, los partidos independentistas catalanes y el PNV. "Se ha muerto un franquista que fue un auténtico manipulador de lo vasco", señaló el senador peneuvista Iñaki Anasagasti.

Fraga será enterrado hoy por la tarde en Perbes, localidad coruñesa donde veraneaba.