Fernando de Rosa, el sustituto de Carlos Dívar de forma interina al frente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), ha vivido su peculiar evolución personal en este órgano, al que llegó de la mano del expresidente valenciano Francisco Camps. Entró como un político y con el paso del tiempo se ha ganado el respeto de sus compañeros, que no dudan en asaltar su despacho para hablar de cualquier tema.

El actual vicepresidente del CGPJ nació en Valencia en 1959 e ingresó en la carrera judicial en 1984. Entre ese año y 1998 ocupó destinos en partidos judiciales de Valencia y Castellón. También fue magistrado en el Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana (TSJCV). Sin embargo, el gusanillo de la política le picó unos años más tarde y en el 2003 ocupó la Secretaría de Justicia e Interior en la Generalitat Valenciana. En el 2007 ascendió a conseller de Justicia y Administraciones Públicas.

A pesar de su condición de magistrado en excedencia, llegó al CGPJ en el 2009 como jurista de reconocido prestigio. Su aspecto de hombre robusto le hizo reconocible rápidamente, pero él también contribuyó a sus 15 minutos de fama cuando su amistad con Camps le llevó a cometer uno de los mayores errores de su carrera. En febrero del 2009, el exjuez Baltasar Garzón desarticuló la trama Gürtel y unos meses después puso en el ojo del huracán al expresidente de la Generalitat Valenciana por haberse dejado regalar unos trajes. De Rosa defendió a su amigo y, en una entrevista televisiva, acusó al extogado de la Audiencia Nacional de estar "al límite de la prevaricación".

El vocal José Manuel Gómez Benítez quiso censurar su actuación, pero su experiencia política le permitió adelantarse y en un pleno presentó por escrito sus excusas. Nació entonces un vicepresidente de formas amables, que ha establecido buenas relaciones personales con la mayoría de los vocales del pleno. Dicen en el CGPJ que no es de los más derrochadores en sus viajes. Cuando visita su tierra lo hace en clase turista.