Desde que en el año 1977 resultara elegida diputada en el Congreso por UCD hasta que ayer fuera propuesta como Defensora del Pueblo, Soledad Becerril Bustamante ha ido forjando un extenso currículo político. En 1979 ya era secretaria tercera de la Cámara baja y dos años después, en diciembre de 1981, se convirtió en la primera mujer ministra de la recién estrenada democracia.

Fue al frente del departamento de Cultura, una cartera que perdió al año siguiente tras acceder el PSOE al Gobierno.

Nacida en Madrid hace 67 años, madre de dos hijos y licenciada en Filosofía y Letras (en la rama de Filología Inglesa), en el año 1970 fijó su residencia en la ciudad de Sevilla, desde donde impulsó una carrera política que, después de abandonar la presidencia andaluza de Unión de Centro Democrático (UCD) en 1983, volvió a coger ímpetu en 1987, cuando fue nombrada concejala independiente por AP en la capital hispalense.

A partir de entonces, fue ascendiendo en cargos con los populares. De diputada en el Congreso tras las elecciones de 1989 y 1993, en 1995 pasó a ser alcaldesa de Sevilla, puesto que perdió en 1999 (tras un acuerdo de gobierno del PSOE y el Partido Andalucista) y que la había colocado en el punto de mira de la organización terrorista ETA: en 1998, los terroristas intentaron acabar con su vida con un coche bomba. Fracasaron, pero Becerril ya había quedado marcada cuando el Comando Andalucía asesinó a su teniente de alcalde, Alberto Jiménez-Becerril.

Poco dada al exhibicionismo político y de claras ideas conservadoras, volvió a ser diputada y senadora hasta que el año pasado decidió abandonar la política activa. El Partido Popular la ha premiado ahora con un cargo en el que también es pionera: su antecesora como Defensora del Pueblo, María Luisa Cava de Llano, ocupaba el puesto de forma interina, por lo que ella será la primera que lo haga de forma numeraria.