Este mismo domingo, el lendakari in pectore, Iñigo Urkullu, aseguró que Euskadi cuenta ya con la "base" y la "vía" para "seguir ganando terreno en su legítima aspiración de ser una nación en pie de igualdad en una nueva Europa". Lo dijo por la mañana en el homenaje al fundador del PNV, Sabino Arana, antes de conocer el fracaso de Artur Mas en Cataluña. Su declaración fue una más de las que viene haciendo en los últimos meses para contentar al ala más radical de su partido y acallar las críticas de la izquierda aberzale, pero cuya concreción relega a 2015 porque su prioridad, dice, es la economía. Y más ahora que ya no se sentirá presionado por la agenda catalana.

De ahí que sus relaciones con Bildu, hasta ahora distantes pero complacientes, se hayan complicado en la última semana cuando las dos fuerzas políticas han topado con lo importante, el dinero. Se ha visto que para el PNV una cosa es dejar que Bildu gobierne el Ayuntamiento de San Sebastián --aunque fuera a costa de la presidencia de la Diputación Foral de Guipúzcoa-- y otra muy distinta dejar que esa coalición se haga con el control de la Kutxa guipuzcoana. Para impedirlo, el centenario partido nacionalista rozó el larguero de la legalidad con unos pactos a varias bandas con PSE, PP y CCOO, entre otras fuerzas. Y los consejeros que Bildu tiene en la entidad, precisamente por su peso municipal y provincial, no pudieron arrebatarle la presidencia al peneuvista Xabier Iturbe.

CHOQUE CON EL PSE De modo que ese empeño en dejar que gobierne la lista más votada, o la negativa a pactar mociones de censura para desbancar a los alcaldes y al diputado general del aberzalismo radical (que le piden PSE y PP), en definitiva, esos guiños estratégicos a Bildu para la futura "construcción nacional" de Euskadi, acaban cuando se topa con la entidad.

Bildu puede acompañar, o empujar, al PNV por la vía del soberanismo, pero eso no pasa ni por ceder la presidencia de la Kutxa ni porque la izquierda aberzale tenga representación en el consejo de administración de Kutxabank, el banco fruto de la fusión de las tres cajas vascas. "Con las cosas de comer no se juega", explicaba un dirigente peneuvista que justificaba, sin embargo, la decisión de dejar gobernar a Bildu en Guipúzcoa con la intención de que la ciudadanía fuera viendo su forma de gestionar y se fuera desencantando. El hecho de que EH Bildu quedara tercera en San Sebastián en las recientes elecciones autonómicas, detrás del PNV y el PSE, les reafirma en su estrategia.

La jugada en la Kutxa revela la pauta de comportamiento que puede seguir el PNV en su retorno al poder en el País Vasco: abrirse a todos los pactos pero manteniendo el control de lo relevante. Lo curioso es que el pacto importante en la caja lo hayan hecho con los socialistas, con los que mantiene una pésima relación hasta el punto de que el gobierno en funciones de Patxi López rompió las negociaciones del traspaso de poderes también la pasada semana.

Es algo inédito y, aunque es evidente que habrá traspaso de poderes, no parece que las relaciones vayan a mejorar mucho si Iñigo Urkullu insiste en que realizará una auditoría externa de las cuentas del ejecutivo saliente. Y eso que parece condenado a pactar con los socialistas vascos los futuros presupuestos de la comunidad, porque con el Partido Popular no suma mayoría y no parece probable que los quiera acordar con EH Bildu.

ACTITUD DE DESPECHO De hecho, a día de hoy los socialistas mantienen en público una actitud despechada con Urkullu, parecida a la que les llevó a dejar que gobernara Bildu en la Diputación guipuzcoana después de que el PNV hubiese permitido que la coalición aberzale gobernara un puñado de municipios de esa provincia, entre ellos el de Donosti, que tenían alcaldes del PSE. "¿Los presupuestos?, no sé, el PNV los pactará con el PP", afirma un dirigente socialista, aún sabiendo que los votos de nacionalistas y populares no alcanzan la mayoría absoluta. Así que si el PNV les busca, el PSE se hará de rogar. Pero como se ha visto en la Kutxa, los acuerdos no son imposibles.