El Gobierno pasa al contraataque. En el día de máxima crispación, con PP y Ciudadanos en pleno despliegue de su estrategia de acoso y derribo para cobrarse la cabeza de la ministra de Justicia, Pedro Sánchez dio un giro a la estrategia del Ejecutivo en esta crisis, hasta ahora defensiva, y advirtió que el Estado no se someterá al chantaje de un «corrupto», en referencia al excomisario José Manuel Villarejo. Desde Nueva York, donde asiste a la asamblea general de la ONU, el presidente se revolvió contra la polémica levantada tras desvelarse una conversación privada del expolicía con Dolores Delgado, defendió a la ministra férreamente y se comprometió a luchar contra la corrupción a pesar de las maniobras que, dijo, tratan de poner en jaque a su gabinete.

«No nos va a marcar la agenda política un corrupto», señaló, en una rueda de prensa en la que apartó el foco de la ministra y lo puso sobre un intento de amedrentar al Estado. Subrayó que esa estrategia no va a funcionar porque está determinado a luchar contra la corrupción «esté donde esté». «Hemos venido a limpiar y vamos a limpiar», insistió.

El mensaje del presidente no fue solo dirigido a Villarejo, sino que también albergaba un reproche contra los duros ataques recibidos desde las filas de PP y Ciudadanos. «Si la oposición quiere hacer oposición a base de informaciones de un chantajista es su responsabilidad», apuntó, y defendió que su Gobierno no tiene «hipotecas» para decidir quiénes lo integran.

Su reacción llegaba tras una mañana especialmente crispada en el Congreso. Conservadores y liberales pidieron la dimisión de la ministra de Justicia con vehemencia, incluida una interpelación en la que el PP le exigió que abandone el cargo. «No voy a dimitir», respondió Delgado. En la misma línea de argumentario que poco después desplegaría Sánchez desde Nueva York, aseguró que el Ejecutivo socialista no permitirá ningún chantaje al Estado y dijo, con orgullo, que no se ha dejado intimidar en su carrera como fiscal ni lo hará ahora con la oposición aferrada a las conversaciones con el excomisario encarcelado.

PP Y CS, ACOSO Y DERRIBO / «No me he achantado con narcotraficantes, ni terroristas, ni corruptos y violadores de los derechos humanos. Y me he mantenido firme. Como ministra de Justicia voy a defender los servicios públicos hasta sus últimas consecuencias», defendió desde la tribuna del hemiclo.

El ala derecha trata de que el caso de las conversaciones con Villarejo la convierta en el tercer miembro del gabinete de Sánchez en caer, en la convicción de que esto que sería un hachazo que dejaría al presidente tan debilitado que sería necesario ir a elecciones por más que el presidente quiera agotar la legislatura hasta el 2020.

«Esto se cae a trozos», afirmó el líder conservador, Pablo Casado. «No alarguen más esta agonía, no alarguen más este fraude», insistió el secretario general de Ciudadanos, José Manuel Villegas. Su líder, Albert Rivera, pidió directamente a Sánchez que «no se atrinchere en la Moncloa» y convoque comicios legislativos de inmediato. Los socios clave del Gobierno no fueron tan duros, pero también marcaron distancias. No quieren verse salpicados en un apoyo incierto a Delgado.

«Cuanto más lejos esté lo que ha tocado Villarejo de la política, mejor. Sospecho que las vinculaciones de las cloacas afectan a muchos», opinó Pablo Iglesias. También ERC, que hasta ahora solo pedía que la ministra dé explicaciones, pidió a la ministra que se aparte.

«Debe dimitir, como cualquier compinche de Villarejo», opinó el diputado republicano, Gabriel Rufián. El PDCat tomó distancias. «Si la ministra dimite por Villarejo diría muy poco de este sistema democrático, pero ella debe pensar si sus declaraciones le permiten seguir», planteó el portavoz, Carles Campuzano.