Pedro Sánchez y Carmen Calvo. Pablo Iglesias e Irene Montero. Albert Rivera y Marcos de Quinto. Santiago Abascal y Javier Ortega Smith. Los electores saben desde hace días quiénes acompañan a los números uno de todos los partidos menos uno, el PP. Pablo Casado todavía no ha comunicado públicamente con quién hará tándem en las elecciones generales del 28-A. No puede demorarlo mucho más. El límite para registrar las listas que presentan al Congreso y el Senado acaba este lunes a medianoche.

Casado llega apurado a ese momento trascendental tras unos días en los que se ha conocido el malestar por la elaboración de los nuevos equipos que se someterán a las urnas. Esa traumática selección, que ha dejado por el camino a muchos sorayistas, ha arrinconado a algunos veteranos en el Senado y ha dejado a (muchos) otros con la esperanza de acabar en la lista para las europeas de mayo, es una muestra del difícil momento que vive el PP. Un partido que nunca ha bajado de los 100 escaños en el Congreso (en 1989, el año de su refundación, obtuvo 107) tiene que ver estas semanas cómo algunas encuestas le dan apenas 77 diputados.

La digestión de esos estudios demoscópicos ha llevado a Casado a prácticamente rogar a Vox, que no tiene representación parlamentaria ni un programa electoral elaborado ni el poderío territorial con el que cuenta el PP, que no concurra en las provincias del interior, donde el sistema de reparto de escaños hace difícil que las terceras y cuartas fuerzas logren representación. El político popular avisa de que la división del voto entre los ultras, Ciudadanos y su propio partido puede favorecer al PSOE. Lo dijo este domingo en Vigo y el sábado en Mérida. Lo avisa en todas las entrevistas. Lo dice siempre que tiene ocasión. Una muestra de intranquilidad, como la que también mostró durante varios días (ahora ya se ha acabado el plazo legal para poder llevarlo a cabo), cuando pedía a Albert Rivera que aceptara una alianza electoral para ir juntos en el Senado. Los naranjas descartaron la idea desde el primer minuto, pero pese a todo insistió en numerosas ocasiones.

ABASCAL, ESCONDIDO

Tras el pacto de diciembre en Andalucía entre PP, Ciudadanos y Vox, Casado siguió con su estrategia de acercamiento a los ultras y al líder del partido, su amigo Santiago Abascal, exdirigente de los populares vascos. Sin embargo, al comprobar que esa táctica, traducida en la petición de centralizar la educación, sembrar dudas sobre las ayudas a los inmigrantes y la ley de violencia de género, y un discurso muy duro contra el independentismo catalán, no ha surtido efecto y la sangría de votos sigue brotando, Casado empezó a virar el 11 de marzo y por primera vez se atrevió a hablar de la falta de propuestas de Abascal.

"Llevo sin ver al líder de Vox en los medios de comunicación un mes. No aparece. Y cuando ha aparecido y le preguntan cuatro cosas y no sabe contestarlas, dice que es que tiene a España en el corazón y no en la cabeza", se quejó en una entrevista en 13TV, la cadena de los obispos.

También en esa idea abundó en el mitin de Vigo, cuando señaló que "no vale con darse golpes de pecho con el patriotismo". "Patriotismo es no dispersar esfuerzos cuando España se la juega. Lo dijo Pablo Iglesias ayer, cuando se refirió a que el 28 de abril se abre un proyecto constituyente. Quieren romper la igualdad entre españoles!", aseguró entre aplausos.