Apenas amanecía y el nuevo candidato del PP vasco había tendido ya la mano a la extrema derecha y se había exclamado por la situación de alarma y de emergencia en la que está España, atrapada por un Gobierno "fasciocomunista". Le faltó la apelación a las cruzadas aunque no tardará en llegar a ella porque, para su reaparición en los medios, Carlos Iturgaiz se fue deslizando por la pendiente léxica de los años 30 en la que las palabras no valen lo que dicen, sino lo que inflaman.

Demostró Iturgaiz en una mañana por qué en España no se dará nunca una crisis como la que afronta en Alemania la democracia cristiana por su pacto con los ultras de Turingia: no se dará porque en el PP no se plantean debates de esa ralea y al político que quiso aislar a Vox se le aparta mientras se impulsa al que declara que si no están junto a la extrema derecha -como un día les llamó Pablo Casado- "es porque ellos no quieren".

El PP ha absorbido de hecho a Ciudadanos al precio de que Vox haya absorbido los principios del PP. Esta es la secuencia: a Casado le madrugó Iñigo Urkullu el adelanto electoral y no le dio tiempo de darle guerra al marianista Alfonso Alonso. Tragó con él pero, a cambio, a él le hizo tragar con la coalición de barniz aznariano con la que pretende engullir a Ciudadanos y que no pudo imponer al gallego Alberto Núñez Feijóo.

Así fue como, en una pretendida salida hacia el centro, el PP recuperó en Euskadi a su candidato más a la derecha, que vino a revivir el espíritu de Jaime Mayor Oreja. El domingo, el secretario general, Teodoro García Egea, se encargó de rememorar "los años del plomo y la lucha contra ETA" de Iturgaiz, porque a la campaña uno acude con todos los elementos. Más si el candidato al que presentas como adalid moral del partido, carne de su esencia, es el mismo al que relegaste en abril para las listas europeas. ETA, la emergencia nacional, España en venta y los fascistas comunistas: el discurso de la moderación.

ABASCAL LLEVA LAS DE GANAR

De todo esto, es decir, de su propio candidato y de su propia campaña, Ciudadanos no tiene nada que decir: en Cs todo se reduce a la pelea por el trono menguante de Albert Rivera y no rechistan si se defiende en su nombre un nuevo acercamiento a Vox. La absorción, entonces, se habría consumado ya en esa parte del centroderecha y, de nuevo, es Santiago Abascal quien lleva las de ganar porque es su discurso el que se impone y ensalza.

De manera que el PP ha dejado fuera del PP a una parte del PP, la que encarnaban Alonso y Soraya Sáenz de Santamaría y José Luis Ayllón y Borja Sémper, y las gentes a las que ellos representaban se han quedado ahora sin opción política porque su partido ha decidido renovarse con líderes de los 90 y aliarse con Vox para rechazar si hace falta la ley de la eutanasia con razones zafias.

Ese es el nuevo PP, un intento de aznariado 2.0 que lleva a preguntarse si son los díscolos que esquina los que de verdad están fuera del partido o es el partido el que se está marchando de su espacio. De momento, el único que aspira en esas siglas a una mayoría absoluta es el que ha marcado distancias con Vox. Será casualidad.