El presidente de la Conferencia Episcopal, Juan José Omella, ha advertido del "creciente" y "grave problema" de desigualdad social que vive España y ha llamado a la clase política a dejar a un lado las "disputas inertes" y las "soluciones populistas" para afrontarlo desde una "verdadera política" que trabaje por el bien común.

En su discurso inaugural de la Asamblea Plenaria de los obispos, el cardenal arzobispo de Barcelona ha mostrado la preocupación de la Iglesia por el "creciente y grave problema" de la desigualdad social, que se ha visto aumentada por la crisis derivada de la pandemia.

Ha recordado las cifras del paro y de personas que se encuentran en situación de exclusión social y ha lamentado que, "como siempre", quienes sufren más las crisis son los más desfavorecidos, los que tienen menos oportunidades para acceder a los servicios básicos, entre ellos las personas refugiadas, los migrantes en situación irregular o las víctimas de la trata.

Una desigualdad que Omella ha instado a la clase política a abordar sin "disputas inertes" entre partidos. "No es tiempo para soluciones fáciles y populistas a problemas graves, no es el momento de defender intereses particulares".

Ahora -ha dicho- es el momento de la "verdadera política", que "sume a todas las partes y que trabaje para el bien común de toda la sociedad y el fortalecimiento y credibilidad de las instituciones en las que se asienta nuestro sistema democrático".

Para ello, los obispos creen que serán necesarias "reformas estructurales que superen el vaivén de intereses electorales cortoplacistas".

"La política existe para servir y ahora está llamada a servir más que nunca y a olvidarse de la consecución de intereses partidistas o su imposición ideológica aprovechando la crisis humanitaria y social que padecemos", ha subrayado Omella.

El presidente de la CEE ha comprometido la labor de la Iglesia que "va a hacer todo lo que esté a su alcance" para promover las reformas necesarias y que -reconoce- "empiezan por cada uno de nosotros: no hay cambio social sin una previa conversión y transformación personal".

En este sentido, ha destacado que la Iglesia y cada uno de los católicos están llamados a ejercer un "liderazgo ético" en el mundo de la economía, de la política y de las relaciones particulares.

La pandemia de coronavirus ha ocupado parte del discurso del presidente de la CEE, que cree que hay signos de esperanza para salir de esta situación gracias a las vacunas.

Y ha alertado de que, así como el virus no ha hecho diferencias y ha afectado a toda la humanidad, es de desear que también la vacuna sea un bien común que se distribuya a todos por igual y no sea una "propiedad privada de unos pocos", sin hacer diferencias entre países ricos y países pobres.

Ha advertido de que al virus no lo podemos combatir aisladamente. "Sólo si vamos todos a una, aceptando el diálogo y no el monólogo como vía para encontrar soluciones, podremos avanzar y salir de este bache".

Y ha augurado de que después de esta crisis "vamos a encontrar un mundo herido, afectado muy desigualmente por la pandemia y, sobre todo, por la crisis económica que ha provocado", ante lo cual ha alertado del riesgo de querer pasar página "lo antes posible" y volver a la vida de antes "como si no hubiera pasado nada".

"Es cierto que una parte importante de la población podrá volver a la situación de antes de la pandemia como si aparentemente no hubiera pasado nada. Pero no es menos cierto que una parte muy significativa de la población saldrá de esta crisis en una situación económica y social muy crítica", ha lamentado.

Ha expresado su preocupación por los jóvenes "que no lo tienen fácil" con un paro juvenil que ronda el 40 %, y también por los inmigrantes sobre los que ha llamado la atención de la sociedad para que no viva "anestesiada" ante el dolor ajeno.

Omella no se ha referido en su discurso a las palabras de la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, que acusó a la Iglesia de encubrir los casos de abusos sexuales a menores en esta institución, pero sí que ha destacado el compromiso de la Iglesia en la prevención de todo tipo de abusos, "ya sean sexuales, de conciencia o de poder".