Alexandra sufrió abusos sexuales de los 7 a los 9 años por parte de un conocido de la familia, aunque no pudo contarlo hasta los 33. Nunca los denunció porque habían prescrito. Con la nueva ley de protección a la infancia sí podría llevar a su agresor ante la justicia y también cree que su madre la habría salvado. "Tú y yo no estaríamos hablando", advierte.

Celebra con emoción la "deseada" aprobación definitiva de la ley este jueves por el Parlamento, pero reconoce que no se fía del todo hasta que no la vea en marcha.

"Después de muchos años parece que empieza a haber un poco de luz, pero lo miro con expectación y con seriedad, porque desde el 2004 está la ley de violencia de género y mira cómo estamos. Tenemos ya la ley para proteger a la infancia, pero ¿cómo se va a aplicar y cuánto tiempo necesita para estar en marcha?".

Le gusta cómo suena la norma, sobre todo en lo que se refiere a las medidas de sensibilización, porque, "si hay detección rápida, evitamos las consecuencias a largo plazo que sufrimos las víctimas".

"Se va a enseñar prevención frente a la violencia a los niños, en las escuelas, pero también a los padres y madres, a detectar sospechas".

Nos cuenta que su madre le enseñó a "cuidarse de los desconocidos", pero no pensó que tenía que darle herramientas para protegerse de los conocidos. Además, lamenta que el sistema no está preparado para echar una mano a esa víctima paralizada por la culpa y la vergüenza, como se sentía aquella niña de 9 años.

"Mi madre veía que estaba triste pero pensaba que era por la enfermedad de mi padre; me habría aliviado que ella hubiera tenido herramientas para detectarlo, como prevé la ley, y se habría evitado que se echara muchas culpas. Para una madre es muy doloroso. Fuimos a la doctora, y las pruebas y analíticas que me hicieron estaban perfectas; tampoco se detectó la violencia que estaba sufriendo".

Por eso, destaca la importancia de que los pediatras tengan una formación más profunda para detectar no solo el abuso sexual infantil, sino también el acoso escolar y cualquier otro tipo de violencia. "Ahora va a ser obligatorio".

"El hecho de que la ley obligue a denunciar será también un apoyo para romper esa soledad silenciosa que sufren las víctimas", destaca.

Recuerda que los abusos se mantienen una media de cuatro años. "Si no se cronifica y se trata, deja pocas secuelas, pero si se cronifica, porque el sistema no lo ha detectado, se arrastran esas secuelas durante años, en ámbitos como el trabajo", asegura Alexandra, que reclama reforzar los sistemas públicos de salud mental.

Desde la asociación El mundo de los ASI (Abuso Sexual Infantil), que creó en 2013 para ayudar a otras personas a las que también robaron la infancia, no dejará de luchar hasta que se elimine la prescripción de los delitos, que la ley empezará a contar cuando la víctima tenga 35 años, y no a los 18 años como ahora.

"En otros países de Latinoamérica no hay prescripción; tengo casos de personas de 50 años que vienen a la asociación: la gente recuerda cuando puede".

Además, lamenta que se deje fuera los casos anteriores a la ley. "A mí y a las personas que hemos sufrido abusos en la infancia no nos sirve porque no es retroactiva; esto es importante que se sepa".

"A la ley le falta algo: ¿qué pasa con los supervivientes del pasado? Hay una vacío grandísimo, la norma cojea en este aspecto, debería recoger supuestos para ayudar a todos los supervivientes sin importar la edad", asevera.

"Esto acaba de empezar", afirma. "La ley tiene que cumplirse, y para ello hay que poner todo encima de la mesa, ver qué partidas presupuestarias se necesitan porque hay que hacer un cambio estructural en muchas profesiones". "Y hasta que esto no pase, la víctima de hoy no va tener la asistencia debida", advierte.

Alexandra tiene claro que dedicará su vida a la lucha contra el abuso infantil. "Cada uno tiene que buscar un sentido a la vida y para tener una cura efectiva y recuperar la dignidad, hay que buscar todo el apoyo que te ayude a sobrevivir".