Hubo un tiempo en el que el propio Pedro Sánchez se sentía como un “intruso”, un “outsider” en el PSOE. Los patricios del partido, esos que le tumbaron en 2016 tras la segunda debacle electoral, lo sentían con un cuerpo extraño frente a quien ofrecía el “cien por cien PSOE”, Susana Díaz. Él aguantó el pulso, ella perdió aquella contienda fratricida. Las heridas sangraron durante años. Pero, definitivamente, la guerra se enterró en este 40º Congreso Federal, el que este domingo se cerró en la Fira de València. Un cónclave “rotundo, de unidad”, como lo definió el propio presidente y secretario general en la clausura. Una lectura absolutamente unánime. Solo esa palabra, "unidad", sirve para resumir el acto mayor de este fin de semana. Todo lo demás importaba menos. Desde la composición de una ejecutiva más amplia de lo querido por el propio líder, la revisión del proyecto o un discurso de cierre pretendidamente confeccionado sin grandes anuncios.

Sánchez arribó a ese "cien por cien PSOE" que invocaba su rival en plena guerra interna. El presidente, tres años después de su llegada a la Moncloa, siete después de su aterrizaje en Ferraz (con el paréntesis de la gestora), con el mazazo de las elecciones madrileñas del 4-M bien presente y la posibilidad que apuntan las encuestas de una victoria de PP y Vox, se ha reversionado. Ha hecho aflorar una nueva versión de sí mismo. Una vez más. Con la remodelación de su Gabinete de julio y este 40º Congreso, redondea el círculo, escapa del sanchismo con que ganó a Díaz en 2017. Lo asfixió y este domingo certificó su muerte ante los 9.500 militantes y simpatizantes que rugían en el pabellón de la Fira y que vibraban con la celebración de la unidad y el homenaje al legado y la historia del partido. El presidente intervino durante casi una hora tras recibir un abrumador aval a su nueva, renovada y femenina cúpula: del 94,94%.

Sánchez apeló al socialismo histórico, se declaró continuador de la obra de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, el hijo de un pasado lleno de conquistas y avances sociales. A ambos expresidentes citó y elogió sin descanso, igual que a Alfredo Pérez Rubalcaba, a quien la clausura dedicó un sentido homenaje protagonizado por su viuda, Pilar Goya. "El PSOE es un partido unido, abierto, plural, democrático, que debate en libertad —respuesta indirecta a un González que le había pedido que estimulara la discusión interna—. Aquí estamos representados varias generaciones de socialistas de España y del exterior, que en estas cinco décadas hemos venido encarnando la continuidad. Cada uno de nosotros ha tenido que hacer ambas tareas. Tanto Felipe, como José Luis como yo: continuar el trabajo realizado y abrir nuevos caminos que avancen en la misma dirección de nuestros padres fundadores: la igualdad y la justicia social".

De eso trataba también este 40º Congreso, de abrir una nueva etapa y de poner las luces hacia el ciclo electoral de 2023. Sánchez no solo da por superadas las diferencias internas. También se siente liberado del aliento de Unidas Podemos, sin complejos por tanto para lucir orgullo. "Y 142 años después estamos donde siempre estuvimos, con el mismo nombre y con los mismos ideales. Porque es aquí, desde la socialdemocracia, desde donde se cambia la vida de la gente, el mundo".

"Seguro que he cometido errores"

Es el proyecto que se planteó como obligación salvar cuando en 2014 se hizo cargo de Ferraz, cuando a izquierda y derecha se daba al proyecto por "liquidado", que sufriría la pasokización, que habría sorpaso por parte de Podemos. "En estos seis años seguro que he cometido errores —afirmó, en un inusual gesto de contrición—, pero mirando alrededor siento que hemos conseguido entre todos lo esencial, y es que está aquí vivo ese proyecto de progreso y de justicia social que se llama socialdemocracia". Y esta "goza de una salud de hierro".

Sánchez izó la bandera de una socialdemocracia que ha tomado oxígeno en los últimos procesos electorales en el mundo, cuando hace años la situación era inversa. Enfrente no tiene "ninguna idea fuerte" y sí el "riesgo" cierto, también en España, de que la ultraderecha quite poder a las instituciones democráticas. Una corriente que, cree, permea en la "derecha tradicional", el PP, que está "acomplejada, desconcertada y desorientada" y que ejerce más de "oposición al sistema, no al Gobierno". De nuevo, el hilo con el pasado: las críticas furibundas que recibieron González y Zapatero, las que recibe él. "Pero si hay un partido que ama España, ese es el PSOE", proclamó, defendiendo también la bandera del diálogo dentro de la ley como solución para Catalunya. El presidente prometió poner "punto final" a la reforma laboral del PP, a la ley mordaza y a avanzar hacia la abolición de la prostitución. El PSOE se apellida ya oficialmente, tras la puesta a punto de los estatutos, como partido ecologista y verde.

Sánchez, como observaban distintos dirigentes, sale reforzado del 40º Congreso, se reconecta con la cultura del partido, con el socialismo histórico. Porque ahora "necesita al partido para ganar". Para afrontar el siguiente ciclo electoral. "Has logrado la síntesis, has puesto el puzle de todos esos anteriores congresos sin dejar fuera ninguna pieza —glosó el presidente del cónclave, el valenciano Ximo Puig—. Has logrado que este sea el congreso de la unidad, de la fraternidad y la cohesión".

Un líder cambiado

Ese buen rollo se respiraba en los tres días en los que se prolongó el cónclave. No latía asomo de tensión. Tampoco en las horas previas al parto de la ejecutiva. Sánchez, tras almorzar el sábado con los ex y con los ministros, quiso verse de nuevo con los barones, con los que ya había hablado en las semanas y días previos. Quería acabar de ajustar con ellos la dirección. El grueso ya estaba decidido desde varias jornadas antes del cónclave, pero el ajuste final se remató el sábado. Los secretarios regionales se vieron con el presidente, y también con los números dos y tres, Adriana Lastra y Santos Cerdán.

El jefe del Ejecutivo determinó, también en "los últimos dos días", que quería que algunos de sus ministros estuvieran a su lado en la cúpula. Aupó, sobre todo, al titular de la Presidencia, Félix Bolaños, su hombre para todo, encargándole el área de Reforma Constitucional y Nuevos Derechos, cartera conectada con su ministerio. La pretensión de Sánchez es reforzar los lazos Gobierno-Ferraz, aunque también que la ejecutiva sea operativa, y por ello es más que probable que algunos miembros del núcleo duro tengan que dejar su puesto en el Gabinete.

En este congreso en el que los socialistas han podido volver a reencontrarse tras superarse lo peor del covid, muchos dirigentes y ministros reseñaban la evolución psicológica del líder: un secretario general más "empático", hasta "más cariñoso", "impecable". Los despachos con los barones transcurrieron en un buen ambiente, según indicaban algunos de estos.

Al concluir el cónclave, el círculo del líder respiraba tranquilo, aliviado. Todo había salido bien. Sin contratiempos ni sobresaltos. Fue inevitable que planeara la sombra de José Luis Ábalos, aplaudido este domingo a su llegada al plenario, en el que se sentó junto a sus directos antecesores, César Luena y Óscar López, actual jefe de Gabinete de Sánchez. Ábalos formará parte del comité federal, el máximo órgano de dirección, igual que Carmen Calvo, que a su salida del Ejecutivo suma su marcha de la cúpula y el abandono de la Secretaría de Igualdad, que ahora recae en la joven diputada leonesa (28 años) Andrea Fernández. La nueva dirección no tiene la potencia política esperada pero, a cambio, es más plural que la anterior y reconcilia al líder con sus barones. El núcleo de confianza de Sánchez, no obstante, seguirán conformándolo Lastra y Cerdán, además de Bolaños y López.

Todos coinciden, incluso los que en su día criticaron con fiereza al madrileño: jamás el PSOE ha vivido un catarsis semejante. Ni en los buenos tiempos de Zapatero o de González. Pero la zozobra retornará si las urnas son adversas. Aunque ahora se vean lejos y con margen aún de reacción. El objetivo marcado parecía cumplido: exhibir unidad, indiscutible y sin imposturas. Sellada con el simbólico abrazo de Sánchez con los dos expresidentes y con un mitin fiesta final de inyección de energía para la nueva e incierta etapa.