"Génova siempre gana", repite una y otra vez un presidente autonómico del PP sobre el pulso que Isabel Díaz Ayuso está echando con Pablo Casado. "Pues que convoquen el congreso y lo vemos", responden en diferido desde la sede de la Comunidad de Madrid. Las espadas siguen en alto. Los egos, henchidos.

La guerra a tumba abierta por ver quién controla el PP de la región tiene sumido a todo el partido en un estado de alucinación: con el Gobierno de coalición con dificultades por sus diferencias sobre la reforma laboral, con el precio de la luz disparado y una inflación galopante, ¿cómo puede estar el jefe de la oposición enredado en un asunto interno que le está desgastando a él y a todos?

Es una lucha de poder de manual y en uno de los bastiones de los conservadores. Se inició públicamente a principios de septiembre y ha vuelto a registrar choques estos últimos días, con filtraciones y declaraciones con pullas integradas. Ayuso defiende que ella debe coger las riendas de la formación, porque así ocurre en otras autonomías donde gobierna el PP, como es el caso de Alberto Núñez Feijóo y Juanma Moreno. Ambos son jefes de Gobierno y también ostentan el máximo cargo del partido en su territorio. Pero Casado, en vez de aceptarlo, "capitalizar sus éxitos en Madrid y recordar que fue él el que apostó por ella", ha dejado claro que no quiere darle más poder, lamenta un dirigente autonómico que ahora está en la oposición. Según coinciden barones, diputados del Congreso, senadores y asesores consultados para esta crónica, el líder del PP se ha equivocado de estrategia porque está revelando que se siente "débil", "inseguro".

"Casado ha perdido el control de los tiempos. Para recuperarlo debe tomar la iniciativa, convocarla a una reunión, sentarse con ella y negociar", aconseja un veterano

La desconfianza

Y que el líder del PP la teme es una realidad admitida incluso en la sede de Génova. El miedo tiene que ver con el calendario, pero no con el más próximo sobre cuándo hay que celebrar el congreso para elegir al nuevo líder madrileño (Ayuso quiere que se realice cuanto antes y la dirección nacional, a mediados de 2022). El problema es que Casado cree que su compañera de filas puede ser una amenaza para él en el verano del 2023. Vayamos por partes: en mayo de 2023 se celebrarán las elecciones autonómicas y municipales. En Madrid, pese a que se celebraron este 4-M, habrá de nuevo, porque así lo marca el Estatuto. En el equipo del líder conservador creen que Ayuso puede sacar esa vez mayoría absoluta, animarse a dar el salto y decir que ella sí está en condiciones de poder ganar a Pedro Sánchez en las generales que el jefe del Ejecutivo dice que convocará a finales del 2023 o enero de 2024.

"Nadie sabe si Ayuso se atrevería o dar ese paso o no. Dependerá de cómo esté el liderazgo de Casado en esas fechas", reconocen a este diario en el equipo del dirigente popular. Esa desconfianza tiene respuesta en el Gobierno de Madrid: "No necesitamos la presidencia del PP regional para hacer eso. No hace falta recordarle a Casado que él es ahora presidente sin haber ostentado un cargo orgánico de ese nivel".

El victimismo

"Casado ha perdido el control de los tiempos. Para recuperarlo no puede hacer otra cosa que tomar la iniciativa, convocarla a una reunión, sentarse con ella y negociar", afirma un parlamentario bregado en múltiples crisis del partido. "Cuando llegas a un punto tan desgarrador, encontrar una solución no es fácil. El objetivo en esa mesa de negociación será que los dos salgan con heridas, pero ninguno muerto", continúa.

Varios diputados inciden también en la "campaña" de Ayuso y cómo está logrando hacer con Casado como con Sánchez durante la pandemia: aparecer como víctima. Ella, objetivamente, está pidiendo lo mismo que tienen sus compañeros de partido (poder ejecutivo y orgánico). Mientras, en el parte de daños, se van sumando víctimas, heridas en las siglas. La maniobra de Génova para frenarla ha incluido pedirle al alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, que amague con que también quiere presidir el partido, una estratagema para que Casado pueda defender la necesidad de optar por una "tercera vía". Si Almeida no se hubiera prestado a participar de esa operación, Ayuso tendría ahora mismo el camino libre. En Sol, que no quieren enemistarse con él, al menos por ahora, lo justifican. "Lo hace por lealtad al presidente", afirman antes de lamentar: "Lo increíble es que la dirección esté intentando desgastar a la persona que logró resucitar el partido después de la debacle de Catalunya y, encima, esté rompiendo el tándem con el alcalde".

La dirigente madrileña está dispuesta a enfrentarse a Almeida en unas primarias si la espiral no se detiene. Ella no se azora pensando que el alcalde contaría con el respaldo del aparato. El equipo de Ayuso ya ha empezado una campaña esta semana para pedir que se mantenga el sistema de las últimas primarias en Madrid. En ellas, Cristina Cifuentes aplicó la fórmula de 'un militante, un voto', eliminando la figura de los compromisarios, que tradicionalmente responden a las órdenes de la dirección, en este caso de Casado. El ciclón Ayuso cree que puede con todo, incluso imponerse al lema de algunos: "Génova siempre gana".