“Yo soy amiga personal de Pablo Iglesias y no me gusta nada la vida interna de los partidos”. La frase es de Yolanda Díaz y fue pronunciada hace apenas un año y medio, cuando trataba de sacudirse cualquier aspiración como sucesora natural del entonces líder de Podemos. La situación ha cambiado desde entonces. La ministra de Trabajo fue designada candidata por Iglesias y esto ha marcado un punto de inflexión en esa amistad, que comenzó hace una década y atraviesa ahora un momento delicado.

Los equilibrios personales que tejen la política adquieren en Podemos una dimensión singular; tanto es así, que el devenir del partido puede interpretarse también en clave emocional. No es algo nuevo. Esta circunstancia ha marcado de manera constante los distintos procesos en la organización, desde su fundación misma, que partió de un grupo de amigos, a la traumática ruptura con Iñigo Errejón, quien fuera una de las personas más próximas al secretario general, pasando por el referéndum sobre el chalet, donde lo político y lo personal quedó ligado, o la composición de las distintas ejecutivas, escogidas a base de lealtades y afectos personales.

La andadura de Yolanda Díaz e Iglesias comenzó hace más de diez años. Iglesias salía con la dirigente de IU Tania Sánchez y era uno de los asesores de referencia del partido de Cayo Lara. En esta etapa conoció a Alberto Garzón, que en 2011 era el candidato por Málaga y que, en uno de sus viajes a Madrid para acudir a debates televisivos, fue recogido en la estación por el propio Iglesias, que acompañaba a otros dirigentes de IU como Ramón Luque.

Díaz era por entonces miembro de la ejecutiva de IU y llevaba ya años bregando en la arena política gallega. Concejal en el Ayuntamiento de Ferrol desde 2003, en 2005 pasó a ser la coordinadora nacional de Esquerda Unida, para disputarle la Xunta a Manuel Fraga como única candidata mujer. En 2007 llegó a ser primera teniente de alcalde de su ciudad, Ferrol.

Fue en 2012, con el clima social aún agitado por las movilizaciones del 15M, cuando Iglesias, afianzado en el aparato de IU, aterrizó en Galicia como asesor de comunicación de Yolanda Díaz. En este viaje se fraguó Alternativa Galega de Esquerda (AGE), una coalición de izquierdas con Anova, escisión crítica del BNG, y Equo, que estuvo liderada por Xosé Manuel Beiras y se consolidó como la oposición más férrea a un recién llegado presidente Alberto Núñez Feijóo.

Aquella coalición fue la fórmula piloto para la fundación posterior de Podemos. "La primera traducción electoral del 15M no fue Podemos, fue AGE y Xosé Manuel Beiras"; ”sin la experiencia de AGE, probablemente no existiría Podemos”, aseguró años después Iglesias. Ese nuevo sujeto político, en el que Esquerda Unida renunció a sus siglas para unirse a la plataforma galega, estuvo impulsado por Díaz y por un Iglesias en la sombra. Seis años después, se presenta como una fórmula similar a la que aspira a construir la vicepresidenta de Gobierno para su candidatura nacional, con un papel secundario de los partidos y renunciando a las siglas; un proyecto para el que Iglesias ya ha reivindicado el papel protagonista de Podemos, generando ciertas tensiones entre dos figuras en las que, hasta ahora, siempre había prevalecido la amistad.

Esa amistad también propició la alianza de Podemos con Las Mareas para las municipales de 2015 que llevaron al espacio a ocupar las alcaldías de Santiago de Compostela, A Coruña y Ferrol, y la conformación posterior de la confluencia morada de En Marea. Esta confluencia no contó con el plácet de la federación gallega, cuyo secretario general, Riobóo, dimitió por el intervencionismo de Madrid en la política de alianzas. Aunque Podemos impuso entonces su marca en todas las confluencias, se hizo una excepción con los gallegos, que sólo incluyeron las siglas moradas en la papeleta electoral. En esta circunstancia también influyó la sintonía entre Díaz e Iglesias.

La excelente relación personal que guardaban llevó a que el dirigente llegara a acogerla bajo su techo cuando ésta iniciaba sus incursiones políticas en Madrid, antes de su salto al Congreso de los Diputados tras las generales de 2015, donde comenzaron cinco años de convivencia parlamentaria. En la etapa en que Podemos vivió una guerra intestina y una ruptura, la ahora ministra de Trabajo siempre se mantuvo junto al líder del partido, pese a las diferencias tanto en las políticas como en las formas. Eran, por encima de todo, amigos. Y ese bálsamo permitía pasar por alto muchas cosas.

En la batalla de Vistalegre 2 que dividió a la organización y al grupo parlamentario, Díaz supo mantenerse al margen. Nunca perdió la sintonía con Íñigo Errejón, pero prevaleció su lealtad a Iglesias, y nunca llegó a tomar partido. Esto no obsta para que, a nivel interno, Yolanda Díaz sí se pronunciara contra las líneas impuestas por la dirección. Un ejemplo fue el Pacto de Toledo, un asunto clave. Como abogada laboralista y próxima a los sindicatos, desde su llegada al Congreso siempre había estado en las comisiones relacionadas con el empleo. También en la que se encargaba de la reforma de las pensiones.

En febrero de 2019, después de meses de trabajo y tras un cambio de Gobierno vía moción de censura, la cúpula de Podemos propuso en una reunión interna desmarcarse del PSOE, salirse del acuerdo y dinamitar el pacto por las pensiones. Fue entonces cuando, ante la sorpresa de muchos, Díaz se opuso a esta estrategia y apostó por seguir negociando en aras de un consenso mayor. Una salida de línea que nunca trascendió y que sin embargo sorprendió a nivel interno. Por entonces no existía contestación alguna a la dirección y Podemos vivía una etapa de letargo en que los debates se habían reducido al mínimo, tras la salida (post- Vistalegre 2) de aquellos que no se alineaban por completo con los líderes del partido.

Los 'noes' de Díaz

La amistad encapsuló a Iglesias y Díaz y preservó su relación por encima de cualquier otra circunstancia durante años. Incluso a pesar de rechazar la gallega los distintos ofrecimientos de Iglesias para ocupar cargos institucionales. Unas negativas que hacían gala de una de las primeras afirmaciones que la dirigente hizo como un personaje público: "No tengo ambición política”, "siempre hay que convencerme para todo". Lo aseguró en una entrevista publicada en 'El País' en 2009 titulada 'Yolanda Díaz, la niña del PCE', que hacía referencia a los orígenes políticos de su familia. Un titular que el propio Iglesias empleó cariñosamente años más tarde en algún mensaje dirigido a la ahora vicepresidenta.

La primera vez que Díaz dijo ‘no’ a Iglesias fue tras las elecciones de abril de 2019, tal como relatan los periodistas Enrique Monrosi y María Llapart en La coalición frente a la pandemia (Península, 2020). El 19 de julio de 2019, después de que Pablo Iglesias diera un paso atrás para facilitar un Gobierno de coalición, Díaz fue la primera en reaccionar. “Estoy desconsolada, Pablo”, le mensajeó. La respuesta del dirigente fue abrirle la puerta del Gobierno: “Igual te toca ser ministra, así que a trabajar”. “No pienso ser nada si tú no estás en esto”, respondió ella especialmente dolida.

La segunda ocasión en que Yolanda Díaz rechazó ocupar un ministerio fue tras la repetición electoral de noviembre de 2019. En las negociaciones de la coalición, Iglesias propuso el nombre de la gallega, que ya había reiterado al líder de Podemos su resistencia a ocupar puestos de Gobierno. Díaz terminó aceptando "por responsabilidad" y acabó siendo ministra de Trabajo. En un primer momento intentó compaginar con su vida en Galicia, pero pero al filo de la pandemia decidió finalmente traer a su familia a Madrid.

La tercera negativa fue quizá la más llamativa y la que ha traído más cola. Llegó junto al adiós de Iglesias a La Moncloa para enfrentarse a Isabel Díaz Ayuso en arena madrileña. Según fuentes conocedoras, Iglesias había preguntado previamente a la dirigente si quería ser la candidata del espacio en las próximas elecciones, a lo que la dirigente había vuelto a negarse. Aun así, el ex líder de Podemos lanzó un vídeo designando a su sucesora, a quien pilló por sorpresa, tal y como ella misma reconoció.

Fue tras la designación unilateral cuando la relación comenzó a enturbiarse. Ya en las primeras semanas después del nombramiento algunas voces advertían del riesgo de que nombraran a Díaz como una “candidata sin partido”, algo similar a lo que sucedió a Iñigo Errejón, que fue avalado como cabeza de lista pero al que le privaron autonomía sobre su equipo, sometido a la estrategia de la dirección. En este caso, Díaz era lanzada como candidata electoral, pero la batuta de Podemos iba para Ione Belarra, mano derecha de Irene Montero y del propio Iglesias. El escaparate era para la gallega; el poder orgánico no cambiaba de manos.

El traspaso de poderes no fue fácil. Una vez que Díaz tomó posesión de la Vicepresidencia, tuvo que poner coto a algunos cuadros del núcleo duro de Iglesias, que aspiraban a ‘heredar’ el puesto y trabajar junto a la gallega en el Gobierno. Con su habitual mezcla de firmeza y mano izquierda, la dirigente frenó el desembarco y pidió tener control sobre la estrategia a seguir y sobre las personas a su cargo. Así, rechazó la entrada de personas como Juanma del Olmo, mano derecha de Irene Montero que hasta entonces había trabajado en el equipo del líder de Podemos.

En mayo, la dirigente reunió al grupo parlamentario y pidió a los diputados alejarse del ruido de Twitter, en lo que algunos interpretaron como una alusión al todavía portavoz parlamentario, Pablo Echenique, protagonista habitual de polémicas en redes sociales. Las diferencias comunicativas entre el partido y la vicepresidenta eran muy evidentes, y el objetivo claro consistía en bajar el tono para evitar choques en la coalición en mitad de la legislatura y a dos años vista de las elecciones generales.

Desde que Yolanda Díaz fue proclamada candidata, Podemos siempre ha exhibido públicamente su apoyo a la vicepresidenta, pero en las últimas semanas este respaldo ha adquirido ciertos matices. La autonomía con la que se mueve ha generado dudas en la formación, donde quieren dar por hecho que la candidata contará con la organización para la construcción de su proyecto.

En las filas del partido atribuyen gran parte del valor político de Díaz a Iglesias, considerando que es a él a quien debe su actual responsabilidad y su proyección nacional, aunque la dirigente comenzara su carrera política varios años antes de la creación de Podemos. Los morados dicen no contemplar otro escenario, en el que Díaz se enfrente electoralmente a Podemos. Creen que Díaz es la mejor candidata, pero repiten como un mantra que no puede lanzar un proyecto sin una organización que le sustente, y que Podemos es su principal valedor.

Ya en verano, la vicepresidenta trasladó a Iglesias que iba a comenzar el llamado "proceso de escucha activo", fase previa a la construcción de un proyecto propio e independiente a Podemos. Pero la inquietud ha ido en aumento en las últimas semanas, e Iglesias ha vuelto a escena para recordar el peso que debe estar reservado para los morados.

Desde su desembarco en las tertulias a principios de septiembre, la relación entre ambos se ha ido enfriando, y en estos momentos las comunicaciones son limitadas entre quienes se consideraron grandes amigos. Los comentarios y opiniones del ex político se han interpretado como una forma de marcar el paso a la nueva líder que era quien, al menos sobre el papel, llevaba las riendas del espacio.

Su debut en Cadena Ser ya causó sorpresa a primeros de septiembre, cuando defendió la propuesta lanzada por 'su' partido -un término que sorprendió- para crear una empresa pública de energía. Unidas Podemos había registrado la medida sin contar con el visto bueno de la vicepresidenta, que tras esta propuesta trató de rebajar la tensión con el PSOE y pidió “cuidar la coalición”. Lejos de este llamamiento, Iglesias hacía bandera de una causa lanzada por el partido a espaldas de la ministra.

Fue unas semanas después cuando, también en los micrófonos de la misma cadena, Yolanda Díaz lanzó la primera advertencia sobre sus próximos pasos. “Estoy rodeada de egos, en Proyectos políticos nunca me he peleado ni lo voy a hacer. Como exista esto o haya ruidos, es probable que yo me vaya”, adelantó la vicepresidenta de Gobierno, que dijo estar trabajando en una plataforma que, destacó, “no va de partidos ni de egos”.

Esto se interpretó como un intento de marcar distancia con Podemos, que ya reclamaba a través de figuras como Juan Carlos Monedero el peso que debía tener dentro del futuro proyecto. Díaz también destacó que en la política española “se concentran muchas masculinidades aunque haya mujeres que lo lideran”, en un mensaje que pudo interpretarse como una referencia a las dos máximas dirigentes moradas, Belarra e Irene Montero.

El distanciamiento entre Yolanda Díaz y Podemos era más que evidente, y la organización morada puso en marcha su maquinaria. Fue la primera semana de octubre cuando Sánchez convocó a la vicepresidenta segunda para desatascar el acuerdo sobre el alquiler, que amenazaba la negociación de los presupuestos. Una vez alcanzado un acuerdo, varios ministros se incorporaron al encuentro, entre ellos Belarra, la principal negociadora por parte de Podemos. Una vez hecho anunciado el pacto, todos los dirigentes de la cúpula morada destacaron el papel de la líder de Podemos. No hubo siquiera una mención a Díaz.

Una semana después, se desvelaba el acto que se preparaba en Valencia, de la vicepresidente con otras líderes políticas como Ada ColauMónica García o Mónica Oltra, organizadora del encuentro, y al que no estaban invitadas las dirigentes de Podemos. La noticia generó un fuerte malestar en el partido minoritario de Gobierno, que trató de hacer oídos sordos a la afrenta, pero que evitó cualquier muestra de simpatía hacia esta unión, que se presenta como un embrión para posibles alianzas.

En el acto de este domingo en Barcelona, adelantado por El Periódico de España, Belarra y Montero fueron invitadas y declinaron acudir en favor de la secretaria de Organización, Lilith Vestrynge, que será la única de todos los participantes que no ostente cargo público o institucional.

La semana más difícil

Sin embargo, uno de los momentos más tensos entre la relación de Díaz e Iglesias se produjo el 22 de octubre, un día en que se concentraron dos acontecimientos relevantes: la retirada del escaño de Alberto Rodríguez y la crisis de la coalición por la reforma laboral. Podemos arrancó ese día anunciando vía Twitter que pedían al PSOE una reunión de emergencia para revisar el pacto de coalición. Según cuentan los morados -e Iglesias aireó en la radio-, fue Díaz quien pidió a Belarra dar un puñetazo sobre la mesa, después del intento de "injerencia" de Nadia Calviño en las negociaciones de la reforma laboral.

Unos días después Iglesias hacía referencia a este episodio y volvía a opinar sobre Díaz, que a su juicio se estaba “protegiendo” frente a las polémicas escudándose en el partido: “Muchos compañeros me decían ‘oye, Yolanda no ha dicho nada sobre lo de Alberto’. (...) La semana pasada, cuando Yolanda llamó a Ione para que publicara que íbamos a pedir la reunión de seguimiento, estuvo bien. Y está bien que Ione sea la que se exponga sea Ione para proteger a Yolanda, argumentaba en RAC1.

Sólo unas horas después de haber desatado la primera crisis de calado en la coalición, a las nueve de la noche, Podemos anunció a la prensa que interpondría una querella contra la presidenta del Congreso, Meritxel Batet, por retirarle el escaño a Rodríguez. En el equipo de Díaz cayó como un jarro de agua fría, al no habérsele trasladado un movimiento de tal relevancia que podría agriar la coalición en un momento ya especialmente delicado por la reforma laboral.

Los motivos de este episodio fueron las “reglas no escritas” de funcionamiento en el espacio, asentadas en la era Iglesias y que ahora pasaban factura al proyecto de Díaz. Según éstas, el procedimiento habitual de coordinación era avisar las propuestas por un grupo de Telegram con la plana mayor de dirigentes, esperar algunas horas y, en caso de que no hubiera oposición, seguir adelante con ellas. Al ser un anuncio de ese calibre, hay quienes creen que una llamada personal no hubiera estado de más.

El lunes siguiente, 25 de octubre, Díaz da un toque de atención. Después de la rueda de prensa en que Podemos ha cargado directamente contra Batet acusándola de cometer una “tropelía” y una “vergüenza”, la vicepresidenta de Gobierno trata de apaciguar los ánimos y pide “bajar la tensión”: “Dejemos de generar más ruido en nuestro país y trabajemos por lo que tenemos que trabajar”, aseguró ante los periodistas. La conversación entre Díaz y Podemos se daba ya, en gran medida, a través de los medios de comunicación.

Las opiniones del ex secretario general de Podemos sobre los pasos de Díaz continuaron, en una intervención especialmente incómoda para Díaz, que sólo unas horas antes había acudido a una larga reunión de la coalición para abordar la reforma laboral. Después de varios días de extrema tensión en el Gobierno, Iglesias se mostró relajado e hizo ver el control que aún ejerce sobre el partido

“Lo que he transmitido a los míos es relax y sonrisas. Hay que templar gaitas, tomar distancia del ruido, tomar distancia del tono. Yolanda ya va ganando. Nadie va a permitir que la reforma laboral después de meses de negociaciones no se lleve a cabo”. Iglesias restaba valor a la contienda política que se libraba en ese momento y daba a Díaz por vencedora en mitad de la batalla. Desvelaba también haber trasladado a la ministra de Trabajo y a los miembros de Podemos que los veía “muy duros” con las críticas al PSOE, desautorizando así el único puñetazo en la mesa que ha dado Yolanda Díaz desde su llegada al Gobierno.

Después de una semana de turbulencias en la coalición, la vicepresidenta dio por "zanjada" la crisis y defendió la “buena salud” del ejecutivo. Desde entonces la futura candidata ha tratado de limar asperezas dentro del Consejo de Ministros para asegurar la estabilidad en los dos años de legislatura.

En esa empresa, pidió al grupo parlamentario retirar enmiendas relativas a las pensiones y a los presupuestos con el afán de no remarcar las diferencias existentes entre los socios de Gobierno. Unas peticiones que, en caso de haber sido hechas por Iglesias, opinan algunas voces, hubieran sido fuertemente criticadas por su autoritarismo.

Relación fría

 Las diferencias entre Díaz y los morados se ha hecho evidentes en cada uno de estos episodios, aunque los choques han sido en parte amortiguados por la buena relación personal que guardan los cuadros técnicos de ambas partes. En otra época, la amistad Díaz-Iglesias habría servido de paraguas, pero el enfriamiento entre ambos desde la retirada de la política del primero ha hecho que la sintonía ‘por abajo’ se convierta en un elemento esencial.

Tampoco las ministras moradas escenifican su alineamiento con Díaz. Belarra y Montero, amigas desde la universidad, han formado un tándem dentro del Gobierno, al que la vicepresidenta es ajena. En las negociaciones que ha mantenido la coalición, destaca el hecho de que existan dos equipos por parte de Unidas Podemos; uno de las dirigentes de Podemos y otro de la futura candidata. La comunicación entre ambas partes es puramente funcional. 

Pero en las últimas semanas la tensión ha escalado llamativamente. La votación del polémico magistrado Enrique Arnaldo como miembro del Tribunal Constitucional generó un intenso debate dentro del grupo parlamentario, e Iglesias no dudó en publicar un artículo en 'Ara' el que señalaba como responsable de esta decisión a Díaz, aunque el negociador del acuerdo fue Enrique Santiago, persona de total confianza del vicepresidente. Pese a esto, Podemos pidió a Antón Gómez Reino, diputado gallego y muy próximo a Díaz, que defendiera en el Pleno del Congreso una de las posturas más incómodas para el espacio; si la elección fue casual es un debate abierto a interpretaciones.

Sin embargo, el punto definitivo de inflexión se produjo la semana pasada tras la última tesis lanzadas por Iglesias, advirtiendo de que podría haber elecciones adelantadas en 2022. Un mensaje encaminado también a marcar los tiempos a Yolanda Díaz. En la tertulia del pasado lunes en Cadena Ser, Iglesias defendió que Podemos habría de tener un papel “muy importante” en el proyecto de la candidata y que habría que “dejar cerrado pronto” ese asunto.

La vicepresidenta frenó en seco las urgencias del ex secretario general, en la que ha sido la única respuesta pública al ex vicepresidente. “Gobernar, gobernar y gobernar”, aclaró ante las preguntas de periodistas en la sala de prensa de La Moncloa, para tildar de “especulaciones” la hipótesis de un adelanto electoral lanzada por Iglesias y avalada por Podemos. El malestar era una realidad en el entorno de Díaz, donde quitaban hierro al asunto apelando a su papel de "tertuliano".

Pero las palabras de Iglesias hacia Yolanda Díaz atraviesan a todo el espacio, y no pasan en ningún caso desapercibidas. Por esta razón resultó especialmente llamativa la comparación que realizó el pasado lunes, dos días después del acto de Valencia, del que aseguró, le “hubiera encantado que estuvieran Irene y Ione”.

Además de urgir a poner la maquinaria en marcha ante un previsible adelanto electoral, sorprendió vinculando a la vicepresidenta con la ex alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, que lanzó un proyecto propio para las municipales de 2019 junto a Íñigo Errejón tras la negativa de Podemos de concederle libertad total en la configuración de sus equipos. 

“Creo que hay una conciencia muy clara en la izquierda de que lo que intentó Manuela Carmena en su momento, de que ‘mi carisma y yo podemos conseguir esto sin los partidos, prescindiendo de ello’, esto está claro que no funcionó”, advirtió.

Algunas de las voces que han lanzado esas acusaciones directas ha sido precisamente la de Jorge Vestrynge, padre de la actual secretaria de Organización de Podemos, Lilith Vestrynge, que en septiembre, aseguró que Díaz “es otra Carmena”. “Los partidos son fundamentales, si no hay partido no hay nada que hacer. Y si no, que hable con Carmena, a ver qué tal le va”.

Esta suma de episodios ha marcado un antes y un después en la relación personal Iglesias-Díaz, que en la última semana ha atravesado sus momentos más difíciles en una década. Aunque algunas voces admiten que todo pasa "por épocas mejores y peores", no se oculta el desencanto hacia un líder que gozó de todo el poder y que ahora, tras su salida, parece torpedear a su sucesora.