Por segunda vez en solo unos meses unas declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, sobre la ingesta de carne han soliviantado al sector ganadero y a la industria y han llevado al Gobierno a desautorizarlo para atajar la polémica. El malestar en el bloque socialista del Ejecutivo de coalición es grande -España es un potencia agroalimentaria- y se considera que este tema es "munición para la oposición", en un momento, además, "de crecimiento de Vox en el mundo rural", en parte por la sensación de incomprensión de algunos ciudadanos hacia sus costumbres y su forma de vida.

Según publica este jueves El Periódico de España, en julio pasado Garzón ya recomendó que se rebaje el consumo de filetes por una cuestión salud y para ayudar a la conservación del planeta. Ahora, el debate ha resurgido con más fuerza porque en una entrevista en The Guardian, publicada el 26 de diciembre, se le preguntó sobre cómo iba a convencer a los ganaderos y cambiar la mentalidad de los españoles para conseguirlo. La respuesta del ministro fue que hay que diferenciar entre la ganadería industrial y la extensiva. "Esta es una ganadería ecológicamente sostenible y que tiene mucho peso en determinadas regiones de España como puede ser Asturias, parte de Castilla y León, incluso de Andalucía o Extremadura", insistió, "pero esta es sostenible, la que no es en ningún momento sostenible es la que llaman las de las macrogranjas".

Desde la parte socialista del Ejecutivo aseguran que el ministro "no mide sus palabras" y no entiende la repercusión que provoca lo que dice. "No se puede tirar así a la piscina", aseguran. Por ello este miércoles no han tenido ningún miramiento en desmarcarse de él. Dos ministros del PSOE, -primero la de Educación, Pilar Alegría, y después la propia portavoz del Ejecutivo y ministra de Política Territorial, Isabel Rodríguez-, las dos que tenían intervenciones públicas han defendido que su postura es estrictamente "personal".

"No todos los pueblos son prados verdes"

La cuestión no es si la humanidad debe comer menos carne, que es un debate totalmente abierto, pertinente y global, sino como conjugar esa aspiración con la realidad. Y en ese sentido el daño de estas últimas declaraciones se considera mayor. Porque se atisba en ellas un desconocimiento de las posibilidades de impulsar una industria en un pueblo y crear puestos de trabajo. "No todos tienen grandes prados para que paste la ganadería. En algunas poblaciones no hay nada, son un páramo", aseguran fuentes del Gobierno. Y precisamente, añaden, estas granjas intensivas hacen "que no haya paro".

"Es necesario comprender la realidad económica", algo que creen que Garzón no ha hecho. "No todo es un mundo ideal, verde y ecologista". Es precisamente esta ignorancia, subrayan, la que provoca que la gente del mundo rural "se enfade", porque se predica contra ellos "desde una atalaya, desde las urbes" con "determinadas posiciones medioambientalistas". Vox, que ha hecho de la defensa de tradiciones como la caza o los toros una de sus banderas, acaba beneficiándose de este malestar, de este distanciamiento entre el campo y la ciudad.

Esto es algo de lo que ya advirtió el ministro de Agricultura, Luis Planas, en el congreso del PSOE. Su mensaje no estaba destinado a Garzón sino a su propio partido. De hecho, igual que en las últimas horas barones socialistas como Javier Lambán (Aragón) o Emiliano García-Page se han levantado contra el ministro de Consumo también han cuestionado otras decisiones de la vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera.

Agricultura defiende las macrogranjas

Ahora la polémica es de mayor alcance por el señalamiento que Garzón ha hecho de lo que denomina 'macrogranjas'. Cuando en verano aconsejó rebajar la ingesta de filetes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le corrigió con unas palabras sobre sus propios gustos gastronómicos : "A mí donde me pongan un chuletón al punto, eso es imbatible". Planas también dijo que la propuesta de su compañero de gabinete estaba "absolutamente fuera de lugar", por la penalización que suponía para los ganaderos.

Fuentes del Ejecutivo señalan que "no toda la ganadería intensiva es mala" y "no puedes decir que no se cumplen las condiciones" tanto de buen trato a los animales como de seguridad alimentaria. La polémica ha sido de tal alcance en el sector que el Ministerio de Agricultura ha hecho público un comunicado en el que defiende que España "es un país productor de alimentos de calidad, de reconocido prestigio en los mercados internacionales" y recuerda que conviven "modelos de ganadería intensiva y extensiva, que siguen las estrictas normas de producción y bienestar animal de la Unión Europea" y que "generan empleo y economía en los pueblos españoles".