Ada Colau ha vuelto a evidenciar que los cruceros se han convertido en uno de sus objetivos principales en el combate contra las aglomeraciones de turistas, especialmente en el centro de Barcelona. La alcaldesa ha escrito este martes cartas al presidente de la Generalitat, Pere Aragonès; a la ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez, y al presidente del Puerto de Barcelona, Damià Calvet, en las que les insta a crear una mesa en la que participen las administraciones “para hablar y acordar cuál es el límite de cruceros que Barcelona puede acoger y establecer en consecuencia una regulación clara y precisa”. Este último ya le ha respondido con otra carta, donde desmiente diplomáticamente algunas de las acusaciones de la alcaldesa, pero se aviene a buscar soluciones "partiendo de datos objetivos".

La Semana Santa sirvió de aviso al gobierno de Colau. Esencialmente al socio mayoritario, Barcelona en Comú, que es el que más teme los excesos del retorno de los turistas. Ante la ciudad repleta de nuevo, los comunes se llevaron las manos a la cabeza ante el colapso de varias partes del centro histórico de la ciudad, saturadas de visitantes.

Beneficio molesto

El lunes de Pascual, el 18 de abril, el concejal de Ciutat Vella, Jordi Rabassa, explicitó su preocupación en varios mensajes en la red social Twitter, en los que dejó claro que en su opinión el beneficio económico que genera el turismo no compensa las molestias. El viernes, Rabassa se sumó al debate de los cruceros con un mensaje explícito: "Stop cruceros. Nos jugamos la salud. Nos jugamos la vida de los barrios. Nos jugamos Ciutat Vella".

Porque Barcelona, incluido el gobierno municipal, llevaba tiempo esperando que volvieran los turistas, que por etapas ya habían llenado bastante las calles. Pero a la vista de lo de Semana Santa, Rabassa escribió en la red social: “Los vecinos que nos hemos quedado en Ciutat Vella esta Semana Santa hemos sufrido unas aglomeraciones de visitantes insoportables. El empresariado del turismo está satisfecho, pero esta situación no aporta nada de positivo ni para las vecinas ni para la actividad económica de proximidad”.

Como Baleares

Colau llamó el viernes a limitar la llegada de cruceros a Barcelona, en la línea en la que lo ha hecho Baleares: desde mayo, se ha fijado un límite de entrada que implica que hasta 2026 no podrán coincidir en el puerto de Palma más de tres cruceros. La alcaldesa de Barcelona aplaude el ejemplo balear pero no ha entrado en concreciones sobre cuál debería ser la limitación en el caso de la capital catalana.

En su carta a Aragonès, Sánchez y Calvet califica la situación de “insostenible por la llegada diaria de grandes embarcaciones”, alerta de que la tendencia se mantendrá en verano y señala como consecuencias negativas “la masificación turística y el fuerte impacto en el medio ambiente”. “Estoy convencida de que coincidirás conmigo en que el modelo sin límites que hemos tenido hasta ahora no es sostenible”. También recuerda que el consistorio pactó el traslado de la actividad a las terminales del Moll Adossat, “el más alejado del centro de la ciudad”.

Precisamente, Calvet le ha respondido con otra carta aceptando crear una mesa de trabajo, en busca de soluciones "adecuadas al modelo de ciudad" de Barcelona y que partan de "datos reales y objetivos". De hecho, el Port está llevando a cabo la implantación de nuevas terminales en el Adossat (hasta llegar a siete), eliminando otros emplazamientos. Descarta "un crecimiento alarmante" de estos, dado que desde hace años hay una media de 800 cruceros anuales estabilizada.

El director de la infraestructura cuestionada también le recuerda en la misiva el trabajo que se está realizando con Barcelona Regional y el ayuntamiento en materia de sostenibilidad y movilidad, además del impacto económico que tiene para la ciudad el turismo de cruceros.