Siempre Pedro Sánchez abrió la puerta a estirar el decreto ley de medidas de respuesta a la guerra de Ucrania. Este martes, desde Bruselas, lo daba prácticamente por hecho y finalmente este miércoles, ante diputados y senadores de su grupo en el Congreso, lo confirmó: el Gobierno prorrogará por tres meses, hasta el 30 de septiembre, el paquete anticrisis, con el argumento de que el Gobierno, como hizo en la lucha contra la pandemia del covid-19, seguirá "protegiendo" a familias y empresas. Y, de inmediato, lanzó la pelota al tejado del PP: "A ver si tenemos más suerte y los que dicen que aman a España lo demuestren amando a los españoles y aprobando medidas que son buenas para los españoles". El Ejecutivo sufrió para ver convalidado el texto a finales de abril, por la deserción de ERC y de los populares de Alberto Núñez Feijóo.

Falta por saber si el bipartito introducirá cambios en el real decreto ley que entró en vigor el 31 de marzo, pero por lo pronto lo que supone el anuncio del líder socialista es la prolongación de las medidas más importantes contenidas en él, como la rebaja de los 20 céntimos por litro de combustible, la limitación de la subida de los alquileres al 2%, la extensión del bono social eléctrico, el aumento del ingreso mínimo vital o las ayudas a los sectores más afectados por la contienda en Ucrania. El Consejo de Ministros deberá aprobar la prórroga del decreto y el Congreso tendrá que respaldarla en un plazo máximo de 30 días. O sea, que la Cámara habrá de pronunciarse, previsiblemente, en julio, antes del parón veraniego.

El anuncio era el fogonazo de un largo discurso, de unos 50 minutos, ante diputados y senadores socialistas. El segundo ante ellos en lo que va de curso, porque el anterior fue a primeros de septiembre, en el arranque del último periodo de sesiones de 2021. La justificación era obvia: se cumplen este 1 de junio cuatro años de la moción de censura que le llevó a la Moncloa, cuatro años desde que tumbó a Mariano Rajoy, pero el mensaje, sin embargo, era más profundo, ya que Sánchez sobre todo persiguió calmar a sus compañeros, arengarles en un contexto complicado para el partido, con unas perspectivas a la baja y unas encuestas desastrosas en su hasta ahora territorio fetiche, Andalucía. Desgranó las principales medidas impulsadas desde la Moncloa sin asomo de autocrítica.

El PSOE, como ya relataba este diario, no puede ocultar su preocupación. El presidente recordó al grupo que el Gobierno ha aprobado medidas "formidables", ha sacado adelante avances "impensables", que ellos, que son los "embajadores" del Ejecutivo, deben vender a la opinión pública, contar. Y deben también, convino, olvidarse del "ruido" que, a su juicio, patrocina la derecha pero que también genera su Gabinete y la sufrida negociación parlamentaria de cada iniciativa. "Frente al ruido, la realidad de nuestras políticas", resumió. La suya, junto a la presentación del portavoz del grupo en el Congreso, Héctor Gómez, fue la única intervención, porque después de hablar ante sus compañeros se marchó y nadie más tomó la palabra.

"España avanza"

Sánchez hizo hincapié una y otra vez en que los suyos deben lucir "con orgullo" que pilota España desde hace cuatro años un Gobierno "social y ejemplar". El 1 de junio de 2018 se cerró "un tiempo oscuro" y se abrió paso "una nueva etapa política", se puso fin a un Gobierno, el de Rajoy, "sentenciado", nada "ejemplar", que "usó las instituciones para tapar sus vergüenzas, sus escándalos y para perseguir a sus adversarios", que no tenía "voz en el escenario internacional", que usó la mayoría absoluta que conquistó en 2011 para "agrandar las brechas de desigualdad y de discordia". La moción de censura, que ganó con mayoría absoluta, "legítima", "reforzó las instituciones y la democracia española".

El presidente no quiere soltar lo que los socialistas entienden como un arma potente contra el PP y es el recuerdo de sus casos de corrupción, porque esta "destruye la fe de la ciudadanía en las instituciones" y porque los conservadores reaccionan "de la misma manera" ante sus "escándalos": "Mirando para otro lado". Su "inacción, cuando no connivencia", demuestra, a su juicio, que "la derecha aún tiene deberes pendientes cuando se habla de ejemplaridad". Con ello, busca recalcar que el PP de Feijóo en nada ha cambiado las dinámicas.

Sánchez presumió de músculo ante los suyos, precisamente para que no olvidasen la hoja de servicios de estos cuatro años: el Gobierno "respeta la división de poderes", "prestigia sus instituciones" —ahí volvió a exigir al PP que desbloquee la renovación del CGPJ—, hace un "ejercicio constante de diálogo, negociación y acuerdo". Ha aprobado, recordó, 140 iniciativas en esta legislatura, "sacando a España de uno de sus males, la parálisis de su agenda de reformas".

En el terreno del "diálogo", sostuvo, el Ejecutivo ha fortalecido su posición en la UE y ha defendido Europa, ha firmado 13 acuerdos "fundamentales" con los agentes sociales, y ha "respetado el título VIII de la Constitución [el que detalla la organización territorial de España] y el carácter descentralizado del Estado". Era su referencia, muy de pasada, al diálogo con Catalunya, que de nuevo (y más en campaña electoral) sale de su agenda de prioridades. El Gobierno, en fin, ha luchado contra la pandemia, ha afrontado la erupción del volcán de La Palma o fenómenos meteorológicos extremos como 'Filomena', y ahora encara la primera guerra en suelo europeo desde 1945. Sánchez enfatizó que en todo momento ha actuado "protegiendo" la economía y las familias, empezando por "los más vulnerables" y siente que su Gabinete se ha mantenido "fiel" al mandato de la moción de censura y de los españoles que le dieron su confianza en las dos elecciones generales de 2019.

Pese a los "agoreros"

El PP en el Gobierno es sinónimo de "corrupción" y en la oposición, de "crispación", reiteró. Sánchez situó toda la culpa del clima en la derecha, porque su Ejecutivo "no insulta". "Quieren provocar y generar ruido" para "desanimar, desmovilizar a la España progresista", buscan "abrumar con un ruido ensordecedor para ser luego solución a ese ruido y llegar al poder por puro agotamiento". Obviamente, no miró al ruido que los suyos creen que genera el propio Gabinete de coalición, con sus disputas eternas, y los socios de investidura. El presidente llamó a sus compañeros a no "caer en su trampa, ni hacerles el juego", deben "argumentar con pasión y convicción, sin gritos y con serenidad, hablar a los ciudadanos de aquellos que realmente importa a la ciudadanía". Porque el Gobierno, a pesar de las "dificultades" y de una "oposición destructiva", sí está "cambiando la vida de la gente". "Frente a la estrategia de embarrarlo todo, vamos a perseverar en nuestra agenda social en favor de la mayoría social de España", resumió.

En definitiva, "hoy España avanza", también pese a los "agoreros". Sánchez se detuvo en muchas de las medidas aprobadas por su Gobierno. Con todo detalle. Aunque expuso casi como un 'claim' tres de ellas: "20, 50 y mil: 20 millones de empleados, 50% de contratos indefinidos y mil euros al mes de salario mínimo".

Sánchez rubricó que su Gobierno ha combinado medidas económicas y sociales con ampliación de derechos, que forman parte del "acervo, del ADN" del PSOE. Y no va "cejar" en esa agenda de reformas, de respuesta a la crisis y de conquistas sociales. "Hemos afrontado tiempos muy duros [...]. No hemos dejado de combatir y no lo vamos a hacer", sentenció, desplegando más bien una labor de 'coach'. Pero era lo que en buena medida el partido necesitaba para afrontar unos comicios que se prevén muy complicados y que, si acaban en fracaso, pueden hundir anímicamente al PSOE e instalar la sensación de que el PP ya llama a la puerta de la Moncloa.