El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, prometió, a su llegada el pasado mes de abril, un nuevo tono y la vuelta de su formación al modelo de partido de oposición con sentido de Estado, capaz de pactar asuntos centrales con el Gobierno y alejado de la hostilidad permanente. El balance a semanas de que se inaugure un nuevo curso político arroja un saldo incontestable: cero acuerdos. Si hubiera que medir la renovación del PP en estos términos, en poco o nada se diferencia la nueva etapa de la anterior de Pablo Casado.

Los puentes entre Gobierno y PP están rotos. Génova congeló los acuerdos y las negociaciones con el Gobierno hasta pasadas las elecciones andaluzas del pasado 19 de junio y después, los desencuentros han ido a más. Desde la mayoría absoluta de Juan Manuel Moreno en Andalucía, que consagró el discurso de “moderación y centralidad”, el enfrentamiento se ha elevado entre el PP y el Gobierno de Pedro Sánchez. “Es imposible pactar nada con este Gobierno”, insisten desde la dirección nacional de los populares, “no les dejan sus socios”.

Esa es la idea que se ha instalado en las filas populares y el diagnóstico que marcará los próximos meses: un PSOE "rehén" de sus socios. El PP muestra su convencimiento de que el PSOE no se puede permitir ningún tipo de acercamiento o acuerdo con el principal partido de la oposición porque se debe a Unidas Podemos y a sus aliados en el Congreso, con ERC y EH Bildu en el foco. El partido de Feijóo además prosigue con su cortejo al PNV, con un intento de acercamiento a los nacionalistas vascos que dinamitaría de forma importante la estabilidad del Gobierno para sacar adelante sus iniciativas legislativas en un curso que todos admiten ya será caliente en lo político y difícil en lo económico.

Feijóo con su grupo parlamentario en el debate sobre el estado de la nación. JAVIER LIZÓN

Diálogo de sordos

El PP insiste en su discurso de “mano tendida para los asuntos centrales del Estado” pero el ruido de la batalla política por el decreto de ahorro energético demuestra que, a meses de las elecciones municipales y autonómicas del próximo mayo y con la vista en las generales de 2023, la confrontación ha venido para quedarse y la política española ha entrado ya en el bucle del cálculo electoral, si es que alguna vez salió de ahí.

El diálogo de sordos se impone en las relaciones entre el Gobierno y el principal partido de la oposición. En las filas populares admiten que ven difícil llegar a acuerdos con el PSOE de Pedro Sánchez y ni siquiera creen que sea posible para la renovación del Poder Judicial: “No quieren ni sentarse”. Apuntan a un presidente "endiosado", que "se cree en posesión de la verdad y ya no habla con nadie”.

Alberto Núñez Feijóo, este martes en el Congreso, saluda al ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, sentado junto al de Universidades, Joan Subirats. DAVID CASTRO

Enfrente, el Gobierno y el PSOE señalan a un líder del PP teledirigido por el ala dura de Madrid e Isabel Díaz Ayuso e insisten en que no hay nada nuevo en la oposición. La ministra de Hacienda y vicesecretaria general del PSOE, María Jesús Montero, insistió en esa idea del PP como un partido “negacionista” y acusó a Feijóo de ser un líder que “no da la talla”. “No arrima el hombro, pone el 'no' como respuesta y se comporta como un partido antisistema”, aseguró la ministra este jueves desde Jerez de la Frontera.

En el PP el tono tampoco se rebaja ni en el ecuador de agosto. La visita de Miguel Tellado, vicesecretario de Organización, al País Vasco evidencia la estrategia de acercamiento al PNV, que supondría desestabilizar las mayorías parlamentarias del Gobierno en el Congreso. Si el Gobierno admite que necesita a los nacionalistas vascos como socios prioritarios, el PP de Feijóo vio hace semanas las vías de agua en esa relación política y no cesa en el cortejo. Tellado pidió “sensatez” al PNV para no apoyar el real decreto ley de ahorro energético.

El PP insiste en que el Gobierno se ha acostumbrado a las imposiciones, con más de 120 decretos en la legislatura, “porque el diálogo se le da bastante mal incluso entre los partidos que conforman el Ejecutivo". "El peor gobierno en el peor momento, que se ha acostumbrado mucho a gobernar vía decreto y restricciones de los derechos de las personas", criticó el portavoz del PP, convencido de que “debería ser más serio y menos ideológico y dogmático”.

Mano tendida, puentes rotos

Desde la dirección nacional, insisten en que el PP mantiene la oferta de cinco acuerdos para cerrar “pactos de Estado” que el Gobierno “ha rechazado o no ha respondido”. Enumeran la política fiscal, energética, la reforma del artículo de la Constitución, en su referencia a “disminuidos”, el pacto en justicia y en defensa y seguridad nacional. En ninguno de estos asuntos se ha producido un acercamiento capaz de sellar un acuerdo, a pesar de que el PP subraye que tiene interés y voluntad y en algunos de estos temas las posiciones de fondo no estén tan alejadas.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo. JOSE LUIS ROCA

Algunos de estos temas de negociación figuraron también en el documento que Pedro Sánchez entregó a Feijóo en su visita a Moncloa nada más ser nombrado presidente del PP el pasado abril. Pese a que al principio el tono fue distinto, meses después se constata que fue un espejismo y no hay posibilidad de acuerdos ni siquiera en aspectos económicos, como demostró el decreto anticrisis o ahora los impuestos a la banca y las energéticas que marcará el inicio del curso.

El otoño será duro, también en las relaciones de Gobierno y PP. La desconfianza preside las relaciones y desde los dos frentes se acusan mutuamente de haberse instalado en territorio hostil. El PP calcula que esa estrategia de banda ancha, que combina un discurso más moderado, como el que encarna el andaluz Moreno, o más radical, como el que protagoniza Díaz Ayuso, le permite ampliar su base electoral y convencer tanto a socialistas desencantados con Sánchez, como ocurrió en Andalucía, hasta votantes que se fueron a Vox. El PSOE, sin embargo, está convencido de que el tiempo que resta hasta las elecciones al PP se le va a hacer demasiado largo y que Feijóo no podrá cabalgar las contradicciones internas que afloran en sus filas.