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EL NUEVO CURSO POLÍTICO

¿Jugando con la ruptura? Las dos 'grietas' que ponen en jaque la estabilidad del Govern de ERC y Junts

Las discrepancias entre los socios forman una compacta telaraña de acusaciones donde los asuntos se mezclan sin solución de continuidad

Pere Aragonès y Jordi Puigneró, a su llegada a la reunión semanal del Govern.

En Argentina se acuñó a principios de siglo el término ‘la grieta’ para explicar la división del país entre partidarios y detractores del movimiento ‘kirchnerista’, (la versión 2.0 del peronismo),  nacido al abrigo de los expresidentes Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Muy lejos de la tensión de la política argentina, Catalunya ve crecer otro tipo de grietas. La más evidente, y que empieza ya a desdibujarse a fuerza de tender puentes, es la que se abrió entre partidos favorables y contrarios a la independencia. Y, ahora, en el suelo secesionista, se observan dos grandes fisuras. Una en el Govern, entre ERC y Junts que, de hecho, se acerca más a una fosa abisal. La otra, aún en formación y con una magnitud aún por definir, separa a las fuerzas políticas y sus seguidores de aquellos que creen que es precisamente el sistema de partidos el que boicotea el camino hacia la independencia.

 La decisión de Pere Aragonès de no acudir a la manifestación de la Diada de la ANC da cuenta de que esta segunda grieta es ya bien perceptible. Y Aragonès trata de desactivarla. Las imágenes del boicot de un pequeño grupo de asistentes al homenaje a las víctimas de los atentados del 17-A activaron algunas alarmas en el Palau de la Generalitat. Y la posibilidad de que la tensión en el seno del secesionismo dé pie a abucheos e increpaciones hacia los políticos no ‘híperventilados’ en la Diada fue tomada como una opción real.

El ‘president’ rechaza participar en el acto por entender que la ANC lo organiza para ir contra los partidos políticos y las instituciones. El texto de la convocatoria reza: “Se acabó esperar nada de los partidos, solo el pueblo y la sociedad civil pueden alcanzar la independencia. El 1-O y la mayoría independentista al Parlament no puede ser derrochadas en mesas de diálogo con el Estado. Dejemos los partidos atrás”. Un ataque a todos y, muy singularmente a ERC. "Trumpismo", valoró una fuente del partido ajena al Govern.

Muchos de los que hace unos meses acusaban a ERC de ser autonomista y cómplice del Estado sitúan ya a los posconvergentes al lado de los republicanos. La razón es palmaria: gobiernan juntos. Y los que más vítores recibían de los que atacaban a ERC muestran ahora una honda preocupación porque las miradas de los 'puros' se han vuelto hacia ellos.

En la Universitat Catala d’Estiu, Laura Borràs acusó a partidos y Govern de “acomodarse en la autonomía”. Ante la incomprensión de los que no entendían como la presidenta de Junts atacaba al sistema de partidos en que se halla incluido, de manera destacada, el suyo, Borràs señaló que JxCat era más “un movimiento que un partido al uso”.

En Junts convive la rama que que nace del tronco de Convergència, y que es la que ocupa el 'sottogoverno' y, cabe recordar, cuenta con su porcentaje de paternidad del 1-O y la que proviene del activismo, como la propia Laura Borràs que presume en su libro de ser “hija del 1-O”. ‘Padres’ e ‘hijos’.

El pasado lunes, el secretario general de Junts, Jordi Turull, preso casi cuatro años por la celebración del referéndum, presentó una especie de semi-ultimátum a ERC porque, en opinión de los posconvergentes, la acción de Govern aleja a Catalunya de la independencia, en lugar de acercarla. Junts da un mes a ERC para que ponga remedio a la ‘deriva autonomista’. Si ello no ocurre, el partido analizará qué hacer. Desde el congreso de la fuerza, en julio, sobrevuela la petición de parte de la militancia de realizar entre las bases para que decidan si JxCat permanece o no en el Executiu.

La reforma del Consell per la República

Junts reclama que se establezca el mando único independentista (un nuevo 'sanedrín'); que se acabe con la mesa de diálogo (por ser "esteril") y que haya coordinación en Madrid entre los partidos. ERC exige que se detallen las quejas y dado que, según los republicanos, la reforma del Consell de la República fue abortada en fase incipiente por el propio órgano privado, con la celebración de unas elecciones internas, y que la mesa de diálogo es el alfa y omega de su estrategia, ven poco probable que Aragonès dé algún paso fuera de guion, más allá de algún guiño y buenas palabras, para satisfacer a los posconvergentes.

El envenenamiento de las relaciones entre socios es tal que todo cuanto ocurre, sea bueno o malo para el independentismo, es susceptible de ser usado como arma arrojadiza. Como el dictamen en favor de los expresos de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, que sirvió de excusa para un nuevo rifirrafe, el miércoles y el jueves. Al poco de hacerse público el escrito, Junts ya trasladó a ERC que el caso de la expresidenta del Parlament era exactamente el mismo que el de Oriol Junqueras y Jordi Turull, entre otros. Algo que incluso enojó a ERC, como se vio tras la reunión de la Mesa del Parlament que rechazó reconsiderar la suspensión de cargo y acta a Borràs.

Las dos grietas tienen por delante un calendario ideal para sumarse, entrecruzarse, separarse o, incluso, desaparecer, según se desarrolle tanto la Diada, como el debate de política general, como el quinto aniversario del 1-O. El resultado hará que este Govern quede reforzado, intacto, dañado o, incluso, tocado de muerte. Todo a ello a las puertas de la gran crisis que se augura para este mismo otoño.

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