'Manzanas traigo' vendría a ser el resumen de la respuesta a la penúltima vez que los periodistas preguntaban al presidente de la Junta de Castilla y LeónAlfonso Fernández Mañueco, sobre las relaciones entre PP y Vox en el Gobierno autonómico. Justo cuando acaban de cumplirse los primeros seis meses de una cohabitación marcada por el sobresalto entre los populares, que intentan marcar una línea de sosiego quebrada, una y otra vez, desde las filas de sus socios.

Las declaraciones, de cara a la galería, son de "plena sintonía" y de "avances" que se plasman en los segundos presupuestos de la 'era Mañueco'. El presidente solo pudo aprobar los de 2020 con Ciudadanos antes de que el acuerdo saltara por los aires, se convocaran elecciones y, por primera vez, Vox entrara en el Gobierno. En Castilla y León, los de Abascal han conseguido reunir el mayor poder territorial de toda España tras las concesiones del PP para conformar el Ejecutivo regional, tras no alcanzar la mayoría absoluta a la que aspiraban los populares.

Vox consiguió todo lo que propuso: la presidencia del Parlamento autonómico, las carteras de Agricultura, Industria y Empleo, y Cultura y Turismo, además de una vicepresidencia sin competencia alguna, desde la que su titular, Juan García-Gallardo, un auténtico desconocido hace solo un año, acapara polémicas y enfrentamientos que desquician a los populares en los foros internos.

Así que, preguntado Mañueco sobre cómo le va con sus socios, el presidente se enredó en una perorata que hasta él mismo reconoció demasiado larga y confusa, para contestar que su "compromiso sigue firme con Castilla y León y los leoneses". Pues eso, manzanas traigo. Y ese cesto de frutas lleva camino de convertirse en un peso insoportable sobre las frágiles espaldas de un PP obligado a seguir entendiéndose con el partido de Abascal si quiere mantener la comunidad, pues no está obligado a convocar nuevas elecciones hasta completar cuatro años de legislatura.

Fin del diálogo social

Todos los movimientos de Vox en Castilla y León pasan por manos de Abascal. La división interna en la Junta se da hasta en la política informativa, con sus propios cargos de confianza y un gabinete central de prensa oficioso frente a la Dirección General de Comunicación que llevan los populares.

Vox ha dinamitado el diálogo social, del que presumió tantos años la Junta, llevando a la práctica la supresión de ayudas a patronal y sindicatos. Mientras en segundo plano el PP trataba de recomponer los platos rotos, en la Consejería de Industria que dirige Mariano Veganzones (Vox) se suceden las dimisiones. La primera de ellas fue la del gerente del Servicio Público de Empleo, Javier Moreno, tras salir a la luz que era socio-director de una empresa que impartía los cursos de igualdad que el propio Vox reclamaba eliminar en el Ayuntamiento de Valladolid.

La política de igualdad es otra de los puntos de fricción resuelta con 'café para todos'. La Consejería de Familia no ha renunciado a ninguna de las leyes y ayudas, incluidas las de violencia de género. El PP acude a las concentraciones en los casos de crímenes machistas. Vox, encabezado por el vicepresidente García Gallardo, ha logrado introducir otra nueva ley, la de violencia intrafamiliar, destinada a convivir con las normas específicas de violencia de género.

Insultos en el hemiciclo

Las algaradas en las Cortes regionales se han convertido en habituales y las polémicas más mediáticas siempre giran en torno a García-Gallardo, que tan pronto se dirige a una procuradora del PSOE con discapacidad diciendo "voy a dirigirme a usted como una persona normal", como llama "imbécil" y "delincuente" a su predecesor en el cargo, Francisco Igea, único superviviente de Ciudadanos en el Parlamento autonómico.

En los últimos días, el joven abogado dio la fugaz sensación de haber copiado el pragmatismo de la italiana Giorgia Meloni al asegurar que era víctima de estereotipos, y que él no era negacionista del cambio climático ni xenófobo. Más desconcertante resultó que justificara los recortes a los sindicatos porque las subvenciones "los han anestesiado" y por ello ya no abanderan "reivindicaciones justas". Para aclarar del todo su postura, ese mismo día, en sede parlamentaria, acusaba al PSOE de ser una "organización criminal" dirigida por Pedro Sánchez. Horas antes, su compañero Veganzones soltaba que en España "no faltan trabajadores, sino ganas de trabajar".

Y Mañueco, una vez más, en lo que él considera línea de "moderación y sensatez", intentando salir del paso pidiendo contención verbal y un "cambio de tono", pero a "todos", sin señalar. Hay unos presupuestos encima de la mesa con los que garantizar esta anómala singladura que la oposición tacha de "desastre" y "vergüenza".