Se ha repetido como mínimo en cinco ocasiones en menos de un mes en Barcelona y su contorno. Vox y una entidad que profesa la doctrina del partido al milímetro, Mi barrio seguro, se han hecho visibles en recientes manifestaciones contra la inseguridad, el incivismo y la ocupación ilegal de viviendas, tres inquietudes que la extrema derecha trata de agitar para significarse y captar a electores a medio año de las elecciones municipales. La fuerza de Santiago Abascal se juega el próximo mayo acceder por primera vez a los ayuntamientos de la capital catalana y la periferia. 

Vox y su asociación afín han quedado relegados en las movilizaciones a las que han acudido, pero su mera presencia ha puesto en guardia al movimiento vecinal de la ciudad. La presidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB), Ana Menéndez, admite que la organización está vigilante. “Esperábamos que pudiera pasar, porque estos fenómenos pueden encontrar un caldo de cultivo para crecer en una situación de crisis y tensión social. Nos preocupa que pueda provocar y favorecer la instrumentalización de nuestras protestas”, comenta. 

En ocasiones ocultando el emblema de la formación y en otras exhibiéndolo sin reparo, dirigentes y miembros de Vox se han personado en concentraciones por quejas a pequeña escala. La formación se ha preciado de secundarlas, divulgándolo a través de diferentes canales en las redes sociales

Fuentes del partido en Barcelona niegan que el afán por figurar en ciertas convocatorias atienda a una estrategia para cazar votos. “Vox colabora y apoya las manifestaciones vecinales siempre y lo está haciendo en todos los distritos”, aducen en la formación, que resta valor a que se haya hecho más patente a medida que los comicios se aproximan. “La mejora de los barrios es una labor en la que todos los partidos se implican”, alega.

Xavier Rius Sant, experto en ultraderecha y autor de varios libros sobre la materia, sí ve una maniobra de Vox para “penetrar en los barrios”, bajo su sigla o mediante la marca Mi barrio seguro. “Trata de liderar manifestaciones de quejas legítimas de los vecinos, agarrarse a algunas de ellas para atraer a personas de cada barrio o algún líder vecinal para ponerlos en las listas electorales y crear grupos que le sean próximos en esas zonas”, sostiene Rius. A su vez, subraya que el capital de Vox en los ayuntamientos catalanes es casi inexistente: “En Catalunya, tiene 11 diputados en el Parlament y dos en el Congreso, pero solo tres concejales, todos en Salt y ninguno en la provincia de Barcelona. Quiere superarlo liderando manifestaciones”. 

Del Raval a La Mina 

La ofensiva de la formación para figurar al lado de vecinos indignados arrancó en el Raval, en una marcha contra la delincuencia y el repunte del consumo de droga en la calle. El coordinador de Vox en Barcelona, Gonzalo de Oro, se mezcló entre los presentes, sin lucir ninguna seña del partido. Luego dio cuenta del respaldo de la formación a la protesta en un mensaje de Twitter. 

Mi barrio seguro también pasó desapercibida en el Raval. “Los demás manifestantes no los identificaron”, señala Menéndez. Aun presentándose sin adscripción política, la entidad es un indisimulado satélite de Vox: su nombre es una réplica de un eslogan de la fuerza ultraconservadora, cuenta con delegaciones en diversas provincias y frecuenta actos de la formación, incluida la concentración que Abascal encabezó el sábado pasado en Barcelona. 

Rius precisa que el presidente de Mi barrio seguro es Andrés Jesús López Esteban, portavoz adjunto de Vox en un distrito de Madrid. Por su parte, el partido contesta que respalda a la plataforma igual que a “muchas otras entidades cívicas y sociales, dentro de la línea de apoyar denuncias vecinales”.  

La simbiosis entre la asociación y el partido los ha llevado a confluir en las concentraciones, en las que han ido mostrando sus señas cada vez con menos tapujos. Mi barrio seguro irrumpió sin ambages en Nou Barris. Integrantes del colectivo se plantaron megáfono en ristre en la sede del distrito antes de una caldeada audiencia pública, en que se abordaron las molestias por los altercados alrededor de un centro de acogida de personas sin hogar. En las redes sociales, cargaron contra los jóvenes inmigrantes que han llegado solos y carecen de techo, un blanco habitual de Vox. 

Vox trata de infiltrarse en las protestas de los barrios de Barcelona. Manu Mitru

Albert Recio, dirigente histórico del movimiento vecinal de Nou Barris, no se muestra sorprendido porque la extrema derecha reaparezca. “La preocupación porque rebrote nunca la dejamos de tener. Ya tuvimos a los de Democracia Nacional contra la mezquita de la calle Japó”, recuerda Recio, que cree que Vox puede tener potencial para recabar apoyos en Nou Barris a costa del PP y Cs: “Son vasos comunicantes. La derecha ya activó otras veces el fantasma de la inseguridad en período electoral y Vox busca el mismo jaleo para implantarse”. 

Los componentes de Mi barrio seguro también se desplazaron a una concentración contra los botellones y el ruido a deshoras en el Triángulo Golfo del Poblenou. Al identificarlos, la plataforma que montó la protesta los desautorizó cuando tomaron un altavoz para lanzar sus consignas. Tras una breve discusión, los instó a irse para no politizar la reivindicación. 

“Cuando la gente los detecta, los expulsa. Ya pasó en el Besòs tiempo atrás. Nos alegra ver que haya reacciones tan contundentes. El movimiento vecinal no quiere fascistas en sus barrios ni en sus manifestaciones”, postula Menéndez. Rius cree que la confrontación directa beneficia a los ultraderechistas: “En Vic, Josep Anglada salía ganando si se contramanifestaban contra él. Era la forma de que sus actos dejaran de ser irrelevantes. En la tensión, siempre ganan ellos”. 

Dirigentes en las marchas 

En la linde con Barcelona, Vox se ha apostado en las últimas semanas ante un bloque de Sant Adrià de Besòs para clamar contra las ocupaciones mientras se ejecutaba un desahucio. También promovió una manifestación para azuzar el rechazo a la sala de venopunción del barrio de La Mina. Apenas una quincena de personas con carteles y pancartas de Vox y Mi barrio seguro exigieron que se clausure el servicio, que atiende a toxicómanos indigentes y que evitó que 83 casos de sobredosis acabaran en muerte el año pasado.

Entre la escasa concurrencia, se hallaban De Oro; el secretario de organización de Vox en Barcelona, Jordi de la Fuente, acusado de participar en el asalto a un centro de menores en El Masnou en 2019; y el diputado Juan Carlos Segura Just, “condenado en 1984 por el ataque con cócteles molotov a una sede de UCD”, ilustra Rius. Aparte, uno de los asistentes no se cortó en pedir el voto para Vox a una pareja que se acercó a los concentrados.

Una manifestante exhibe un cartel firmado por Vox contra la sala de venopunción de La Mina. Jordi Otix

El tejido asociativo de La Mina se percató de quién estaba detrás de la convocatoria, anunciada a través de pasquines sin firma, y contribuyó a que se diese la espalda a la tentativa de alimentar una ola contra la sala de venopunción. “Los repartieron unos que son del barrio y que se han apuntado a Vox. ¿Por qué no se manifiestan para pedir que se elimine la droga? Para eso no hay interés”, desecha una voz autorizada de La Mina.

La extrema derecha carece por ahora de cargos representativos en las asociaciones de vecinos de Barcelona. “El terreno no le es favorable”, chequea Menéndez. “El movimiento vecinal es muy de izquierdas. Dudo que pueda introducirse, pero eso no evita que pueda liderar una protesta”, distingue Rius, quien advierte que, tras propulsarse con el 'procés', Vox “necesita ahora de los conflictos en las calles y la inseguridad para crecer en las municipales”.