Análisis

Astucia marroquí frente a candidez española: sin presencia ni agenda en Rabat

Pobre y decepcionante resultado para una cumbre en la que la mejor noticia para España es que normaliza las relaciones entre ambos países | El gran señalado es el ministro Albares, que no ha sabido manejar la situación, arrastrando a Sánchez a una posición de debilidad

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el jefe de Gobierno del Reino de Marruecos, Aziz Akhannouch.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el jefe de Gobierno del Reino de Marruecos, Aziz Akhannouch. / EP

Joaquín Anastasio

Sorpresa y decepción por los resultados de la cumbre hispanomarroquí la semana pasada en Rabat, en la que prácticamente se han soslayado la mayoría de los asuntos de interés para España y en la que el Gobierno central no ha conseguido atar compromisos concretos con Marruecos sobre la agenda bilateral más acuciante. Los partidos políticos de todo el arco parlamentario, salvo obviamente el PSOE, han constatado el fracaso de un encuentro que aspiraba a hito histórico y se ha quedado en evento formalista y protocolario en el que, además, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha sido objeto de un desplante incomprensible, que algunos definen como humillante, por parte del rey de Marruecos, Mohamed VI.

Más deprimente resulta aún ese resultado para aquellos territorios españoles para los esta RAN (Reunión de Alto Nivel) en la capital marroquí prometía abordar una serie de cuestiones que le afectaban directa y singularmente, y sobre las que no se ha producido el mas mínimo avance o siquiera alusión pese a los anuncios previos y expectativas levantadas. Es el caso de comunidades como Canarias o Andalucía, y las ciudades de Ceuta y Melilla, donde asuntos como el control marroquí de la migración irregular hacia esos territorios; el de la delimitación de los espacios marítimos en la fachada atlántica frente al Archipiélago canario; la preocupación por las prospecciones de hidrocarburos autorizadas por Rabat en esa zona; o la propia apertura de la aduana de las dos ciudades autónomas, han sido claramente eludidas.

En el caso de Canarias, el propio Ejecutivo regional reconoce, más allá de las valoraciones formales saludando las normalización de las relaciones entre ambos países, que la RAN no ha supuesto ningún avance concreto sobre ninguno de los aspectos de la agenda canaria relacionada con ese país. Solo algunas referencias genéricas al impulso de las relaciones comerciales y al de la cooperación en materia de seguridad y control migratorio no dan para celebrar los resultados. El pobre balance de la cumbre supone así un serio revés para el Gobierno canario en relación con las expectativas creadas sobre la visita que su presidente, Ángel Víctor Torres, debe hacer al país entre el 16 y el 21 de este mes.

Vistos el devenir y balance de una cumbre que no se celebraba desde el 2015, se entiende la negativa del Gobierno central a rechazar la presencia de un representante de Canarias en los encuentros con el gobierno marroquí como pretendía inicialmente el Ejecutivo isleño, sin demasiada exigencia, todo hay que decir. Poco sentido tenía esa presencia canaria en la delegación española si en realidad, como ha sucedido, no se iban a abordar en serio ninguno de los puntos de interés para las Islas. Si en materia de control de los flujos migratorios apenas hay novedades sobre la situación actual, sobre la que cabe reconocer avances desde que abril se firmó la declaración conjunta que dio paso a una nueva etapa de las relaciones entre ambos países, sobre el resto de materias ni siquiera hay referencia de ningún tipo. Ni sobre la negociación de la mediana marítima, ni respecto a las garantías medioambientales en los sondeos de gas e hidrocarburos frente a las costas del Archipiélago se ha producido la menor referencia en el texto conjunto pactado, ni consta que se haya hablado de ellas en los encuentros entre los respectivos ministros.

De hecho, en términos globales, esa extensa y pomposa declaración conjunta firmada al término de la cumbre, de 74 puntos y 14 páginas, no supone avances en ninguno de los aspectos de la agenda bilateral respecto a la del 7 de abril tras la reunión de Sánchez con el monarca alauita. El desaire del jefe del Estado marroquí al ‘premier’ español en esta ocasión, no recibiéndolo en audiencia como suele ser norma en estos casos aunque le haya prometido futuros encuentros protocolarios, es más que un gesto de descortesía, sino todo un plante y una muestra de la escasa relevancia práctica que el régimen de Rabat concedía a la RAN. El Gobierno marroquí no se ha cuidado siquiera en esconder que sus objetivos esenciales eran dos: aprovechar la posición española en el seno de la UE y la presidencia comunitaria que el Ejecutivo de Sánchez asumirá en el segundo semestre del año para hacer valer los intereses marroquíes en el ámbito europeo, así como seguir impulsando las relaciones comerciales entre España y Marruecos; y, sobre todo, constatar y formalizar aún más y por escrito el giro español sobre el conflicto del Sáhara a favor de la vía autonomista para la ex colonia española, aspecto sobre el que Sánchez estuvo tan escaso en palabras (mudo, de hecho) como generoso en su uso el ministro marroquí, Aziz Ajanuch (rayando lo verborreico).

Por contra, uno de los grandes objetivos del Gobierno de Sánchez (ministros de Unidas Podemos al margen, que se han evaporado de sus responsabilidades) en este encuentro como era cerrar un calendario para la apertura de las aduanas en Ceuta y Melilla ha quedado sin cubrirse, quizá el principal fracaso de la RAN para la diplomacia española. Por el conjunto de los resultados, por el mencionado desprecio de Mohamed VI a Sánchez, y por el fracaso respecto a la situación fronteriza en las ciudades autónomas, con referencias a cuestiones de “soberanía” que dejan maniatado al Gobierno español sobre la reivindicación del país respecto a la situación de esas plazas, el gran señalado de esta cumbre es el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, que no ha sabido manejar la situación, arrastrando a Sánchez a una posición de debilidad política (y con ello al conjunto del país en términos diplomáticos), ni contrarrestar la siempre astuta y ladina diplomacia marroquí.

Objetivo: pasar página

Del resultado de la cumbre cabe deducir que para el Gobierno el fin último y principal de la misma, independientemente de que no se hayan cubierto las expectativas sobre aspectos concretos, era pasar página y dar por superada la crisis provocada por la reacción marroquí al recibimiento del líder del Frente Polisario, Brahim Gali, en abril de 2021 para que fuera tratado médicamente en un hospital de la Rioja, y evitar nuevos episodios fronterizos como el del mayo de ese año cuando más de 9.000 jóvenes marroquíes cruzaron a nado hasta Ceuta con la connivencia de la policía de ese país. Y pasar página en este sentido también es para el Gobierno español que Marruecos reactive su compromiso e implicación en el control de la migración irregular hacia las costas española, especialmente hacia Canarias, constatando que el año pasado se redujo la llegada de migrantes a las Islas en un 30 %, especialmente desde el encuentro entre Sánchez y Mohamed VI en abril y el cambio de posición de España sobre el Sáhara. El otro aspecto del encuentro diplomático entre ambos países que Madrid quiere destacar es ese plan inversor marroquí de 45.000 millones hasta 2050 en desarrollo y modernización de infraestructuras del que las empresas españolas se pueden beneficiar intensificando su ya importante presencia en la economía del país vecino.

Es también sobre este aspecto crematístico sobre el que quiere poner más énfasis el presidente de Canarias en su próximo viaje a Marruecos teniendo en cuenta además las importantes relaciones comerciales y la alta presencia en el país vecino de numerosas empresas canarias (aunque aún están por determinar las que irán) y la oportunidad que se les ofrece de engancharse al plan inversor de Rabat. Pero todo esto ya está a un nivel de menor importancia y de relevancia pública del que suponía la supuesta agenda canaria de la RAN, que prácticamente que quedado inédita. Casi tanto cabe decir de la defensa de muchos otros elementos de la agenda de intereses nacionales ante nuestro complejo vecino del sur.

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