Accidente del Alvia

Los supervivientes reviven el infierno de Angrois: "Aquello fue el silencio de la muerte"

La “macrovista” por el accidente ferroviario entra en la fase civil con los testimonios de ocho supervivientes y sus familiares | Todos subieron al tren confiando en que era el medio más “seguro” y vivieron un “sufrimiento indescriptible”: una pasajera lo llegó a describir como “el silencio de la muerte”

Lidia Sanmartín Novo y María José Novo, víctimas del accidente.

Lidia Sanmartín Novo y María José Novo, víctimas del accidente. / Xoán Álvarez

X. A. Taboada - Marta Fontán | @martifontan

Un juicio que es como “abrir una herida” y que te “echen sal” encima. Una superviviente del trágico descarrilamiento ferroviario ocurrido el 24 de julio de 2013 en Angrois describió ayer de esta forma tan gráfica y dolorosa lo que está suponiendo este macroproceso para las víctimas. Tras concluir la fase penal que centró las sesiones de los últimos cuatro meses, esta semana arrancó la civil, que durará hasta junio y que es precisamente la que dará voz a los viajeros que resultaron heridos y a los familiares de aquellos que lamentablemente no pueden contarlo porque dejaron allí su vida. El “infierno” vivido aquella tarde víspera del Día de Galicia en el interior de los vagones, el dolor que lo impregnó todo y las terribles consecuencias físicas y psicológicas causadas por el siniestro se revivieron en la jornada de ayer, en la que declararon ocho pasajeros que sobrevivieron al accidente, así como familiares y compañeros de trabajo –siete testigos más– de varios de ellos. Todos, coincidieron, subieron a aquel tren confiando en que era el medio de transporte más “seguro” y acabaron viviendo un “sufrimiento indescriptible” que una joven viajera llegó a definir, entre lágrimas, como “el silencio de la muerte”. Otra no se puede quitar de la cabeza el “grito atronador” de una madre llamando y buscando a su hijo de solo dos años. Los relatos escuchados en la sala de vistas de la Cidade da Cultura emocionaron a la jueza que, ya en los primeros testimonios, tuvo que sacar el pañuelo para secar las lágrimas.

Tras la primera parte del juicio centrada en dilucidar las presuntas responsabilidades penales del maquinista y el exdirectivo de Adif acusados, la fase que empieza ahora y que se prolongará otros cuatro meses más es clave de cara a la responsabilidad civil, cuestión nada baladí en un proceso como éste en el que la petición para resarcir económicamente a las víctimas asciende a 57 millones de euros. Ya con la emisión de la vista en streaming limitada únicamente a los medios de comunicación, para proteger los derechos y la intimidad de los perjudicados –los que salen identificados y con foto en este artículo autorizaron a FARO a divulgar sus datos y su imagen–, los primeros testimonios que se escucharon en la sala fueron los de una pasajera entonces septuagenaria y su hija, que comparecieron por videoconferencia. La mujer viajaba aquel 24 de julio con dos hermanas y otro familiar desde Madrid con destino a Galicia para asistir al entierro de la mayor de ellas. “Lo que viví no se lo deseo a nadie; fue horrible, horrible, horrible de verdad”, manifestó.

El dolor de recordar el accidente del Alvia

Agencia ATLAS

Esta viajera que pese a su edad no sabía lo que era “tomarse una pastilla” y que necesitaba de toda la fuerza posible para cuidar a su marido enfermo pasó a ser, a raíz de las severas lesiones sufridas en el descarrilamiento, una persona dependiente. “Ahora no soy nada”, se lamenta esta víctima, que aún recuerda hoy como el tren “cogió velocidad” antes de volcar. Las secuelas fueron terribles, cuenta también su hija, que subió a su madre en aquel tren pensando que era el medio “más rápido, cómodo y seguro”, creencia que se vino abajo cuando recibió la llamada telefónica que les alertó del siniestro. “Sonó el teléfono, pensé que era mi madre, pero escuché a una persona gritar y decir ‘se han matado, poner la televisión, se han matado’ [...] Cuando salí de mi casa [de camino a Santiago] no sabía cómo estaba mi madre”, dijo. Esta testigo –que como el resto coincidió en que ninguna de las aseguradoras ni de Renfe (QBE) ni de Adif (Allianz) les llamó para interesarse por el estado de los afectados– narró de forma demoledora cómo le llegaron a exigir los “billetes” para acreditar que su madre y los familiares con los que viajaba habían sido víctimas del accidente. Unos billetes que tuvo que recuperar de entre las pertenencias de todos los heridos y fallecidos colocadas en un pabellón donde “se sentía la tragedia”. Incidió asimismo en que los trámites burocráticos supusieron “mucho papel y muchos paseos”. “Siempre hacía falta algo más...”, describió sobre el duro proceso.

Traumatismo

Otra de las hermanas que iban a ese entierro, que también resultó con heridas, entre ellas un traumatismo en la cabeza, falleció cinco meses después del siniestro por un derrame cerebral. “Durante casi una hora no supe si mi madre y sus familiares estaban vivos”, declaró ayer la hija de esta pasajera sobre el día del accidente. Indicó que su madre le contó, sobre lo ocurrido, que el tren, al dar una curva, empezó a ir “muy deprisa”. “Nunca volvió a ser como era antes, le cambió el carácter. Tenía la sensación de que se le caían las cosas encima, le quedó esa obsesión hasta que falleció”, rememoró.

“Sonó el teléfono y escuché gritos: ¡se han matado, poner la televisión, se han matado!”

El accidente de Angrois dejó 80 muertos y 144 heridos. Otra de las supervivientes es una mujer que cogió el Alvia en Madrid y que iba a A Coruña para encontrarse con tres amigas con las que iba a pasar unos días de vacaciones. “Yo me subí a ese tren con 35 años llena de vitalidad y me bajé siendo una persona enferma”, afirmó tajante para evidenciar las secuelas físicas y psicológicas que diez años después aún arrastra. “Los años que me han quitado de vida no hay dinero que lo pague...”.

El testimonio de esta mujer fue terrible. Ella iba sentada en su asiento y el vagón empezó a “retumbar” como si de un “terremoto” se tratase. Fue consciente de lo que iba a pasar y recuerda que pensó: “No me puedo creer que vayamos a tener un accidente”. “Me agarré al asiento con mis manos y todo mi cuerpo y salí disparada como un proyectil”, contó. Tras la violencia del impacto, añadió, sintió “el silencio de la muerte”. Rescatada de allí por un policía, esta pasajera hizo una reflexión con la que quiso dejar claro que, junto al sufrimiento de quienes vivieron en primera persona el descarrilamiento, está también el de sus familiares que pasaron horas de angustia tras recibir la noticia del siniestro: “Mis padres tienen un trauma del que a día de hoy aún no se recuperaron”.

Llamadas y mensajes

Otra mujer que compareció ayer había cogido el Alvia en Ourense con su hijo, entonces de solo dos años y tres meses de edad. Muy afectada como el resto de testigos por tener que rememorar lo sucedido, contó que cuando el tren descarriló “yo volé hacia un lado y mi niño hacia otro”. Después todo su afán era buscar al menor que, como ella, necesitó y aún necesita tratamiento de fisioterapia. “Yo empecé a trabajar a los 15 días del accidente, pero lo tuve que hacer con dolor y dopada, si no perdía el empleo”, afirmó. Junto a esta pasajera, declaró su marido, que iba a ir a buscarla a la estación cuando recibió una escueta llamada telefónica de su esposa desde el vagón. “Me dijo que el niño estaba sangrando, que el tren estaba ardiendo... Y colgó”, dijo el hombre. Un amigo lo llevó a Santiago para reencontrarse con ella y su hijo. “A día de hoy mi mujer no logró superar psicológicamente lo vivido y el niño era muy pequeño y le hemos ocultado todo lo relativo al accidente...”, relató.

Otra viajera que iba también hacia a A Coruña había cogido el tren ese 24 de julio con motivo del entierro de su madrina. Su percepción –describió a las preguntas del abogado de la asociación Apafas que fue quien propuso a todos los testigos que comparecieron ayer– es que el tren empezó a ir “rápido, rápido, rápido, muy rápido”. “Pensé ‘nos vamos’ y a continuación ya volcamos y descarriló”, manifestó. Tiene muchos “lapsus” de la tragedia vivida aquella tarde en el interior del vagón, pero hay un recuerdo que una década después todavía tiene intacto. En la parada anterior, cuenta, se habían subido una madre y su bebé de dos años. “Recuerdo el grito atronador de esa madre llamando a su hijo. ‘Mi hijo, mi hijo, mi hijo’. Y después todo se volvió oscuro, fue horrible”, afirmó.

“Tengo lapsus, pero recuerdo el grito atronador de una madre llamando a su hijo”

Esta viajera también pudo contactar telefónicamente desde el interior del tren con su familia, concretamente con su marido, que la estaba esperando. “Me enteré del accidente por ese mensaje de WhatsApp”, confirmó el hombre, citado en el proceso como testigo. Ese mensaje decía que se había producido un accidente junto a una demoledora frase: “No sé si saldré viva”. “Tras recibirlo yo ya no fui capaz de contactar telefónicamente con ella; el tiempo que estuve sin saber cómo estaba se me hizo eterno”, confiesa este familiar, describiendo que, a raíz del descarrilamiento ferroviario, su esposa se volvió una persona “desconfiada”, “siempre en alerta” y “con muchos miedos”. 

LIDIA SANMARTÍN NOVO Y MARÍA JOSÉ NOVO - Empleada de banca (con su madre) que viajaba a Fene a las fiestas patronales

Lidia Sanmartín Novo y María José Novo.

Lidia Sanmartín Novo y María José Novo. / Xóan Álvarez

"Cuando subo a un transporte público solo busco la ventanilla de socorro y el martillo"

Lidia Sanmartín es una empleada de banca que iba en tren de Madrid a Ferrol, para luego desplazarse a Fene a las fiestas patronales. Pero no llegó. “En la curva noté el frenado e intenté agarrarme con todas las fuerzas. Recuerdo el terror, pero por suerte perdía la conciencia a ratos”, relató a la jueza en su comparecencia.

La testigo, que autorizó a FARO DE VIGO a publicar su nombre y foto, sigue sufriendo las secuelas. Estuvo a punto de morir. Un policía le dio la mano, aún dentro del vagón, hasta que logró salir. Apenas podía respirar. Lo primero que hizo fue pedir que avisaran a sus padres de que estaba viva. Ya en el hospital, suplicó para que no la dejaran morir. “Me dije, aguanta y respira”, aseguró ayer en su declaración.

Evita conducir el coche fuera de A Coruña, tiene miedo, y siente pánico al usar el transporte público. “Cuando subo a un autobús solo busco la ventanilla de socorro y el martillo. En un autobús articulado, como los de A Coruña, cada vez que hay un giro a la izquierda pienso que va a volcar. Ya sé que no. Pero los trenes tampoco descarrilaban... y descarriló”, contó.

Su expectativas vitales se hundieron. “Seguiré con tratamiento fisioterapéutico y psicológico toda mi vida”. Y su carrera profesional como agente comercial de banca se truncó, limitada como ha quedado para desplazarse tanto a pie como en cualquier vehículo. Estuvo 16 meses de baja y otros doce con rehabilitación. “Reclamo lo que corresponde y ninguna cantidad va a suplir la salud que tenía en 2013”, dijo en relación a la indemnización. “Solo quería recuperar mi vida, la vida que tenía con 31 años”.

Su madre, María José Novo, declaró después, motivo por el que la jueza reprendió al abogado de Apafas, que la propuso, por hacerle pasar por el dolor que sintió hace más de nueva años cuando pensaba que había perdido a Lidia.

Evita conducir el coche fuera de A Coruña, tiene miedo, y siente pánico al usar el transporte público. “Cuando subo a un autobús solo busco la ventanilla de socorro y el martillo. En un autobús articulado, como los de A Coruña, cada vez que hay un giro a la izquierda pienso que va a volcar. Ya sé que no. Pero los trenes tampoco descarrilaban... y descarriló”, contó.

Su expectativas vitales se hundieron. “Seguiré con tratamiento fisioterapéutico y psicológico toda mi vida”. Y su carrera profesional como agente comercial de banca se truncó, limitada como ha quedado para desplazarse tanto a pie como en cualquier vehículo. Estuvo 16 meses de baja y otros doce con rehabilitación. “Reclamo lo que corresponde y ninguna cantidad va a suplir la salud que tenía en 2013”, dijo en relación a la indemnización. “Solo quería recuperar mi vida, la vida que tenía con 31 años”.

Su madre, María José Novo, declaró después, motivo por el que la jueza reprendió al abogado de Apafas, que la propuso, por hacerle pasar por el dolor que sintió hace más de nueva años cuando pensaba que había perdido a Lidia.

JOSÉ MANUEL VÁZQUEZ Y HERMINIA FILGUEIRAS - Matrimonio que regresaba de Madrid de conocer a un nieto recién nacido

José Manuel Vázquez y Herminia Filgueiras.

José Manuel Vázquez y Herminia Filgueiras. / Xoán Álvarez

“Es ofensivo que me ofrecieran 5.000 euros de indemnización si renunciaba a todo”

El matrimonio conformado por José Manuel Vázquez y Herminia Filgueiras regresaban de Madrid tras conocer a un nieto recién nacido. Los dos autorizaron a FARO DE VIGO a publicar su relato y su imagen. El marido recuerda bastante bien los instantes previos al accidente. Veía a dos niños jugando el pasillo cuando se percató de que una maleta salió volando e iba a caerles encima. Era a consecuencia del frenazo del tren.

“En ese momento me quedé sin conocimiento”. Cuando lo recuperó no se podía mover. “Pedí socorro, pero la gente iba avanzando como zombies y no me hacía caso. La gente salía como podía y no miraba para nadie. Llamaba a mi mujer, pero no contestaba”, expuso José Manuel Vázquez en el juicio. Luego se dio cuenta de que estaba precisamente sentado encima de ella.

Por sus lesiones sigue con tratamiento y yendo al psicólogo y al psiquiatra. Desde entonces ha perdido memoria y la de vergüenza llorar.

A preguntas de su abogado aseguró que ni por parte de Renfe ni de Adif contactaron con él para interesarse por su salud y que QBE, la aseguradora de Renfe, les ofreció una compensación por el seguro del viaje. “Me ofrecieron una indemnización de 5.000 euros si renunciaba a todo. Me pareció aquello de lo más ofensivo”, censuró.

Herminia Filgueiras también sigue a tratamiento. Ahora en un fisioterapeuta particular tras decidir el Sergas que ya no le correspondía.

También perdió el conocimiento con el golpe del accidente. “Cuando lo recuperé le dije a mi marido que no podía respirar porque estaba encima mía”, dijo.

“Mi marido no deja de hablar del accidente y estoy muy cansada. No ha sido capaz de superarlo a día de hoy”, sostuvo en otro momento a preguntas del abogado.

CRISTÓBAL GONZÁLEZ - Militar retirado que hacía el Camino de Santiago

Cristóbal González.

Cristóbal González. / Xoán Álvarez

Cristóbal González, el presidente de la asociación Apafas de perjudicados por el accidente del tren Alvia, reveló en el juicio que se reunió con el maquinista Francisco Garzón, uno de los dos procesados. Preguntado por la defensa del conductor, intentó relatar cómo había sido el contenido, pero la jueza cortó el interrogatorio, argumentando que no era pertinente en esta fase del juicio y que además era parte de la acusación contra Francisco Garzón.

El presidente de Apafas se subió al tren en Puebla de Sanabria para asistir a las fiestas del Apóstol. Venía recorriendo el Camino de Santiago en bicicleta. Aún la tiene embalada y “llena de sangre”, aseguró.

“La gente lo ha olvidado. Nosotros lo seguimos recordando y sufriendo. No hay un día desde aquel 24 de julio de 2013 que no te acuerdes un poquito de aquel accidente. El mismo terremoto de Turquía pues vuelves a vivir el accidente. Es una pesadilla”, dijo.

Militar retirado, describió el “caos” y el “verdadero infierno” en que se convirtió el barrio de Angrois después de descarrilar el convoy en la curva, a pocos kilómetros de la estación compostelana.

“Te golpean hierros, cristales... el sufrimiento es indescriptible, muy difícil de narrar”, advirtió. En este sentido, contrastó las sensaciones de “confianza” y “relax” con que se montó en el tren con el “verdadero infierno” en que se convirtió su vida después.

En cualquier caso, junto a un policía, un bombero y otra persona, según recordó, trató de ayudar “a quienes estaban sumergidos en hierros, llantos, gritos de dolor, de socorro...”.

Sostuvo que la “herida” sigue abierta, pidió que no se demore más la conclusión del juicio y censuró las “insignificantes e insuficientes” indemnizaciones.

Suscríbete para seguir leyendo