Hacer una mesa dulce de cumpleaños con mil rosas. Ese era el reto que impusieron a Isabel López Gascó, una florista de les Alqueries, y a cinco compañeros. La composición que realizaron estaba compuesta por cupcakes, copas de cóctel o brazos de gitano hechos con flores que les ha permitido ganar el premio mundial de arte floral. La localidad francesa de Doué-la-Fontaine es la encargada de organizar, durante más de 50 ediciones, el Certamen Internacional de la Rosa. En esta ocasión, el objetivo era elaborar un buffet de golosinas con los recursos naturales que proporciona la ciudad y utensilios propios.

Isabel López regenta la floristería Mariola, ubicada en la plaza Mayor de les Alqueries, y pertenece a la Escuela Itinerante de Arte Floral (EIFA), que está formada por alumnos de toda España. Durante más de cinco años ha asistido al campeonato. «Unas veces formé parte del equipo de trabajo y otras fui ayudante del profesor y, aunque siempre aprendemos nuevas técnicas y nos sirve para reciclarnos, solíamos quedar en el cuarto o quinto puesto», explica.

Rivales de seis países

Los rivales no se lo pusieron nada fácil. El equipo español consiguió imponerse a Japón, uno de los países referentes en el sector y que ha ganado más de la mitad de los torneos. Junto a los nipones participaron profesionales de Rusia, Italia, Croacia, Eslovenia y Holanda.

«Las naciones que participan las decide el propio organismo, que nos convoca en febrero», relata la veterana ramilletera. «Una vez recibimos la invitación, nos ponemos a trabajar, elaboramos los bocetos e intentamos preparar todo lo posible», concreta.

El certamen duró dos jornadas de ocho horas diarias y los equipos se adentraron en cuevas subterráneas para montar la estructura. La EIFA se llevó el galardón por la diferenciación, ya que «mientras todos elaboraron tartas» ellos quisieron «ir un paso más allá y construir cucuruchos o muffins». Los criterios de puntuación van desde lo novedoso, que sea impactante, la técnica y que la composición dure una semana.

La copa de oro en ornamentación natural sirvió a la florista como un reconocimiento mundial y, aunque lo de entenderse con los demás es un reto porque «los idiomas son una tarea pendiente», se puede decir que en su profesión se mueve como una rosa.