El 18 de mayo, a un mes de cumplir 92 años, nos dejó Manuel Balfagó Pachés, conocido por los castellonencs de soca por Barril. 

Nació en 1930, hijo de Manuel y Josefa, uno de sus tres hijos de la pareja junto a Josefina y Pepe. Con 8 años ya pastoreaba ganado por las sierras de Castellón y Borriol, en la posguerra. 

Manuel fue un hombre que se hizo a sí mismo, un ejemplo de persona que se superó día a día. Estudió en horario nocturno tras largas y duras jornadas de trabajo para conseguir una educación básica. Practicó el ciclismo a nivel amateur, participando en diversas competiciones y realizó el servicio militar en Cartagena, donde fraguó amistades para toda la vida. 

Trabajó allí donde pudiese llevar un jornal a su casa, para levantar una familia junto a su mujer Eloisa y sus cuatro hijos (Manolo, Eloisa, Andrés y José Luis). Un trabajador incansable y de fortaleza excepcional, un llaurador de soca de Castelló, muy apreciado en el sector.

También emigró a Alemania, trabajando en la construcción durante dos años, y trayendo a España el dinero necesario para vivir con dignidad en los años de la posguerra. A su vuelta a Castellón trabajó en la colla, en la siega de arroz, y más tarde en el mundo de la naranja. 

Gracias a su personalidad y carácter fue representante de los labradores de Castellón, destacando su cargo de presidente provincial de la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos, donde defendió hasta las últimas consecuencias los intereses de este colectivo.

Fue concejal y teniente de alcalde en las corporaciones presididas por los alcaldes Francisco Grangel y Vicente Plá, en los años 70, y tuvo el honor de asistir a audiencias tanto con el anterior Jefe del Estado como con su Majestad El Rey Juan Carlos I.

Posteriormente se incorporó como empleado de la empresa Proquimed hasta su jubilación.

Manuel fue un hombre que se hizo a sí mismo con su esfuerzo, honestidad y perseverancia. Un ejemplo y un referente de vida para sus cuatro hijos, a los que transmitió en todo momento sus valores y convicciones. Fue un hombre como tantos otros de nuestro Castellón que levantó nuestra ciudad y a su familia, junto a su mujer Eloisa, a la que recordó todos los días de su vida desde su marcha, visitándola a diario en el cementerio. 

Fue respetado por su personalidad y su compromiso, donde su palabra valía más que cualquier firma, defendiendo hasta las últimas consecuencias sus ideas y argumentos. 

Ahora reposan sus restos con su querida Eloisa, con la seguridad de que todos los que le conocieron le admiraron y apreciaron a partes iguales. Y sobre todos sus hijos y nietos , que siempre estarán orgullosos de ser los hijos y nietos de quien nunca se rindió, nadie le regaló nada y se hizo a sí mismo como persona, profesional y político en una época difícil y complicada. 

Descanse en paz, lo merece y mucho.