
En la última década, aproximadamente el 40% de los fármacos que han llegado al mercado lo han hecho a través de la innovación incremental
En general, cuando pensamos en innovación en la industria farmacéutica se nos viene a la cabeza cuando se descubre por primera vez un medicamento basado en una novedad absoluta para enfermedades que no tenían cura anteriormente o que carecían de tratamiento. Esto sería lo que se conoce como innovación radical o transformacional. Aunque la innovación incremental llega a veces a ser igual de importante para muchos pacientes, es una auténtica desconocida para la población en general. Y eso que en la última década aproximadamente el 40% de los fármacos que han llegado a través de este tipo de innovación.
¿Qué es la innovación incremental?
Cuando hablamos de innovación incremental nos referimos a la incorporación de modificaciones o mejoras de fármacos que ya existen. Es decir, a un medicamento que está en uso, se le añade una mejora o se le encuentra una nueva utilidad para otra enfermedad. En este sentido, Emili Esteve, director del Departamento Técnico de Farmaindustria, señala que “son variaciones en la formulación y concepto original del medicamento que generan notables ventajas para pacientes y profesionales sanitarios, tales como mayor rapidez de actuación, facilidad de uso o mejoras en la eficacia del compuesto y en la adherencia del paciente al tratamiento”.
Con el fin de acercar este concepto a la sociedad, Farmaindustria ha elaborado un vídeo divulgativo en el que explica en tan solo dos minutos qué es la innovación incremental.
Tipos de innovación incremental
La innovación incremental se puede clasificar en seis grupos:
- Medicamentos que suponen una evolución de otro que ya está consolidado, pero mejoran su eficacia o tolerancia en determinados pacientes.
- Medicamentos que unen varios principios activos en un solo fármaco para evitar que los pacientes tengan que tomar muchas pastillas. Esto resulta especialmente beneficioso en personas mayores polimedicadas.
- Medicamentos que modifican su forma farmacéutica para facilitar su toma en determinados grupos de pacientes.
- Medicamentos que se usan para enfermedades distintas para las que fueron creados. Al usarse en la práctica clínica se descubren nuevas utilidades en otras patologías.
- Medicamentos que incluyen dispositivos que facilitan su uso sobre todo en el caso de inyectables y tratamientos más complejos que la toma de un comprimido o para pacientes que tienen las capacidades motoras limitadas.
- Medicamentos que incorporan aplicaciones digitales para mejorar su control y seguimiento.
Una innovación valiosa pero poco valorada
Estos avances suponen ahorro y eficiencia a nuestro sistema sanitario ya que una mayor adherencia o cumplimiento de un tratamiento supone tener más controlada la enfermedad y un menor riesgo de recaídas, lo que implicaría reducir el uso de otros recursos sanitarios. A pesar de que la innovación incremental es un beneficio indudable para pacientes y profesionales sanitarios, en ocasiones no tiene el reconocimiento que merece por parte de reguladores y pagadores. Emili Esteve explica que “en algunos casos, a pesar de su interés para enfermos, cuidadores, familiares y médicos, así como de la inversión realizada en el desarrollo clínico y de su aportación adicional en términos de eficacia o ahorro, la innovación incorporada queda sin reconocimiento al ser equiparada por el sistema de precios de referencia a presentaciones clásicas, simplemente por compartir el mismo principio activo”.
Que no se tengan en cuenta los beneficios reales que supone la innovación incremental supone un obstáculo para el acceso de los pacientes a estos medicamentos porque, una vez aprobados y fijado el precio, no son incluidos en la prestación farmacéutica pública o si lo son, es a precios tan bajos que no interesa a la compañía farmacéutica que ha invertido tiempo y dinero en el desarrollo del fármaco. “El pagador es mucho más proclive a reconocer la innovación radical que la incremental, y es habitual que este tipo de mejoras las consideren insuficientes para obtener el beneficio de la financiación pública”, apunta Esteve.
El director del Departamento Técnico de Farmaindustria considera necesaria una normativa que ampare y aporte seguridad jurídica y un sistema que permita calificar el interés para el Sistema Nacional de Salud sobre aquellas innovaciones incrementales que se consideren adecuadas para los pacientes.
Además, este tipo de innovación resulta de gran interés a empresas farmacéuticas de pequeño o mediano tamaño, ya que es una forma más rápida y con menos riesgos que la innovación radical, que implica procesos de entre 8 y 10 años y una inversión de 2.500 millones de euros.