Cinco consejos para invertir de manera fiable

Cinco consejos para invertir de manera fiable

El sentido común debe imperar en cualquier inversión y siempre se deben responder unas preguntas básicas: cuál es mi objetivo, qué riesgo puedo asumir, cuál es mi horizonte temporal, cuánto dinero voy a movilizar y qué voy a hacer con las ganancias que obtenga.

por Víctor Fúser

Hubo un tiempo en que bastaba con tener una cuenta de ahorro para poner nuestro dinero a trabajar, aunque el interés fuera bajo a cambio de la ausencia de cualquier riesgo. Con un panorama bancario marcado todavía por unos tipos de interés bajo tierra, las entidades financieras ofrecen a sus clientes diferentes alternativas, algunas en forma de productos de inversión y otras en productos de ahorro.

Ante ello, el cliente debe ser plenamente consciente de que existe la posibilidad de obtener cierto rendimiento del capital que decida invertir, aunque no está exento de riesgo y se pueden producir pérdidas. Y en un mundo marcado por las incertidumbres, esto es algo que hay que tener muy en cuenta. En este sentido, el principal consejo a la hora de invertir es el mismo que serviría para muchos otros aspectos de la vida: actuar con sentido común. Aquí van otras cinco recomendaciones básicas para una inversión fiable:

Ten claro cuál es tu objetivo

El primer paso antes de iniciar cualquier proyecto es tener claro el ‘para qué’. En el caso de la inversión sucede lo mismo, y antes de decidir ningún movimiento es necesario marcarse un objetivo concreto. Por ejemplo, si se está pensando en tener una jubilación confortable, hay que priorizar el largo plazo y el diferimiento fiscal (solo se pagan los impuestos cuando se produce el reembolso). Los expertos recomiendan en este caso una cartera de fondos de inversión, los planes individuales de ahorro sistemático y los planes de pensiones.

Si se quieren obtener rentas que complementen el salario de manera más inmediata, el paso adecuado sería invertir en acciones de empresas que generen dividendos. Es decir, que repartan los beneficios entre sus accionistas. Para ello, se puede invertir directamente en bolsa seleccionando las compañías que se consideren más adecuadas o bien invertir en un fondo de inversión de acumulación.

También puede darse el caso en que una familia se fije objetivos a medio plazo, como comprarse una casa, garantizar los estudios universitarios de los hijos o regalarse un bien viaje. Aquí se podría recurrir al simple ahorro o intentar conseguir un impulso extra, pero reduciendo al máximo el riesgo. Los PIAS vuelven a ser una buena opción, ya que se trata de seguros de vida-ahorro que están diseñados para hacer aportaciones periódicas y que pueden recuperarse en cualquier momento, si bien solo se tendrán ventajas fiscales si han pasado cinco años.

Valora qué riesgo estás dispuesto asumir

A la hora de invertir, los trucos de magia no existen: a mayor seguridad, menor rentabilidad y viceversa. Así que lo aconsejable es actuar en base al perfil de inversor de cada uno: conservador, moderado o arriesgado. Y no se trata de cuánto dinero se quiere ganar, sino de cuántas pérdidas se podrían asumir sin que eso fuera un descalabro financiero.

Para aquellos que valoren la tranquilidad y la seguridad, deben primar los depósitos y cuentas remuneradas (aunque actualmente los intereses sean bajos), los productos garantizados, los depósitos estructurados y los seguros de ahorro (que también cuentan con distintos perfiles de riesgo). Un paso más allá sería la renta fija y la deuda a corto plazo, tanto a través de las emisiones de deuda de estados o corporativa. Si se quiere ampliar el horizonte temporal está la renta fija a medio y largo plazo, si bien hay que tener en cuenta que a más años, mayor es la incertidumbre. En un terreno moderado también se situarían los fondos de inversión, planes de pensiones, PPAs y Unit Linked, en los que siempre se puede elegir el nivel de riesgo.

Y en un plano más arriesgado se situaría la inversión directa en bolsa (cuánta más diversificación se reduce el riesgo), la criptomonedas o productos derivados como los CFDs o las acciones binarias. En estos últimos casos, se tratan de activos de alto riesgo por su complejidad y elevada volatilidad.

El tiempo puede ser tu aliado, si sabes sus reglas

A la hora de invertir no se puede acelerar ni pausar el tiempo, así que uno debe ceñirse a sus reglas y alianzas. El horizonte temporal de cualquier inversión implica hacerse una pregunta: cuánto tiempo puedo prescindir de una parte de mis ahorros para que vayan generando rentabilidad. Y a partir de aquí, cruzar este dato con otro ya mencionado anteriormente, como son los objetivos buscados. El resultado de esta ecuación servirá para descubrir si te interesa una inversión a corto, medio o largo plazo.

Eso sí, de nuevo, el binomio riesgo-rentabilidad va siempre de la mano. En una inversión a corto plazo se debe incrementar el riesgo para obtener una mayor rentabilidad (por ejemplo, invirtiendo en una start-up con potencial de crecimiento), pero se corre el riesgo de perder el capital invertido sin margen de maniobra. Por lo tanto, el sentido común dicta aquí que este tipo de acciones se deben llevar a cabo con cantidades limitadas y que no impliquen el total de los ahorros. También se puede aspirar a un menor rendimiento a cambio de una mayor seguridad.

Si se prefiere invertir a largo plazo, hay que tener en cuenta que, si bien es imposible predecir el comportamiento de los mercados, la tendencia de la bolsa es alcista y que cuanto mayor es el horizonte temporal de la inversión, menos posibilidades hay de perder dinero. Además, se puede incrementar el riesgo de volatilidad ya que hay más tiempo de recuperarse de una pérdida. En este sentido, la diversificación puede entenderse tanto desde el punto de vista espacial (tener varias inversiones diferenciadas al mismo tiempo) como temporal (asumir las subidas y bajadas momentáneas).

Cuenta siempre con un colchón financiero

Una vez asumido que cualquier inversión puede conllevar un riesgo y que es fundamental tener claro los objetivos, el horizonte temporal y el perfil, ha llegado el momento de contestar a una última pregunta: ¿cuánto dinero invierto? El consejo más repetido por los expertos suele ser que se invierta el dinero que no se necesita o que se esté dispuesto a perder (en el caso que las cosas fueran muy mal).

Dicho de otra manera, se trata de calcular los gastos mensuales y compararlo con los ingresos, además de la parte destinada al ahorro más convencional. A ello se debe añadir el concepto del colchón financiero. Es decir, una cantidad de dinero salvaguardada para afrontar gastos imprevistos y tener cierta estabilidad financiera para los momentos de caídas en los mercados.

Este colchón vendría a ser entre tres y seis meses de los gastos fijos o incluso de los ingresos. Es decir, si tus gastos fijos son de 1.500 euros cada mes, deberías reunir 9.000 euros en ahorro antes de empezar a invertir. Esto permitirá al inversor afrontar gastos imprevistos sin tener que parar el plan de inversión, hacer frente a gastos no planificados sin tener que desinvertir en momentos de caídas en bolsa y tener la seguridad de que dispone de un dinero como margen de maniobra, pase lo que pase.

Tan importante como invertir es reinvertir

Más allá del plazo de una inversión concreta y la cantidad, está bien tener una perspectiva amplia, que permita ver el itinerario completo. Y saber que el tiempo es un aliado, siempre y cuando se vaya avivando el fuego para que cada vez sea más grande. Para ello hay que ir añadiendo leña o, dicho en términos financieros, ir reinvirtiendo los rendimientos que se consiguen para que la base sea cada vez mayor.

Aquí entra en juego el llamado interés compuesto, que se contrapone al interés simple. Este último consiste en invertir siempre la misma cantidad y, por lo tanto, obtener siempre unos beneficios simulares. Pero si, en vez de ahorrarlo o gastarlo, se reinvierten las ganancias, el crecimiento puede ser exponencial. Es decir, si primero se invierten 1.000 euros a un 10% anual, a final del año se obtendrá una ganancia de 100 euros. Si estos se suman al capital invertido, la ganancia al año siguiente será ya de 110 euros. Y año tras año irá progresando

En este sentido, el interés compuesto premia la constancia y la paciencia. Si además del ahorro inicial se van sumando las ganancias de cada mes se creará el llamado efecto bola de nieve, en el que cada vez será más grande. Y si, además de eso, se va sumando nuevo capital cada mes, la progresión será exponencial.

El consejo

La web de Fundación MAPFRE, segurosypensionesparatodos.fundacionmapfre.org te puede ayudar a desarrollar estrategias de inversiones responsables.