Cuando faltan 21 días para las elecciones presidenciales más apáticas de la historia argentina y empiezan a escucharse denuncias de posibles irregularidades, el actual jefe de Estado interino, Eduardo Duhalde, dijo ayer que es el "garante" de que los comicios se realicen de manera "transparente". Duhalde, quien viajó al Vaticano para entrevistarse con el papa Juan Pablo II y el próximo martes llegará a Madrid, donde se reunirá con el jefe de Gobierno español, José María Aznar, descartó de esa manera las advertencias que partieron de dos candidatos.

La primera en hablar fue Elisa Carrió, de Alternativa para una República de Iguales (ARI). Carrió recordó una serie de recientes episodios que abonan sus temores políticos. Primero, la suspensión por irregularidades de las primarias del radicalismo. Luego, la suspensión de los comicios en la provincia de Catamarca, en medio de quema de urnas.

ANDAR A TIROS

"Si en la provincia de Buenos Aires, distrito del presidente, andan a los tiros y se compran votos, tenemos serios temores acerca de las elecciones", dijo Carrió. La candidata alertó a su vez de que si gana el expresidente Carlos Menem "vamos a una alianza con George Bush".

Estas elecciones presentan particularidades inéditas. Ninguno de los cinco principales competidores, según diferentes encuestas, captura más del 20% de los votos por lo que el desempate en segunda vuelta aparece como un escenario inexorable. La otra novedad es que tres de los aspirantes pertenecen al peronismo. Pero, solo uno de ellos, el gobernador de la provincia de Santa Cruz, Néstor Kirchner, y primero en algunas encuestas por escaso margen, cuenta con la bendición de Duhalde. "Todo hace suponer que dos peronistas llegarán a la segunda vuelta", dijo Duhalde. Las especulaciones dan para todo: Kirchner contra Menem o Rodríguez Saá o la probabilidad de que la pelea se dirima entre un peronista y Carrió o López Murphy. La sociedad argentina, mientras, observa de manera desapasionada esta disputa.