Un año después, el paisaje político francés sigue marcado por el seísmo electoral del 21 de abril del 2002, cuando el candidato socialista para la elección presidencial, Lionel Jospin, fue eliminado por el ultraderechista Jean-Marie Le Pen. La izquierda francesa está desde entonces sin líder ni estrategia, y la derecha, que controla todos los estamentos del poder, se mantiene unida por la fuerza del presidente Jacques Chirac. Para conmemorar el aniversario de lo que para muchos fue sólo un accidente aritmético y que otros interpretan como un fallo de la democracia, expertos y políticos analizan en frío las causas de la derrota.

Mientras, tras su reelección con el 82% de los sufragios "para cortar el paso a Le Pen" en las elecciones presidenciales del año pasado, el jefe del Estado francés, Jacques Chirac, bate hoy récords de popularidad gracias a su oposición a la guerra contra Irak.

SIN CAMBIOS

Los sondeos, que en 1992 fueron incapaces de prever la victoria de Le Pen, son también ahora contradictorios. Contrariamente a los analistas, una mayoría formada por el 56% de los franceses encuestados considera que, tras lo que en Francia se conoce ya como "el choque del 21 de abril", "nada ha cambiado realmente". Según una encuesta realizada por el Instituto Harris para el diario Libération, el 60% de las personas interrogadas piensan incluso que las ideas del Frente Nacional están perdiendo fuerza, y el 57% reconoce que la confianza de los franceses hacia los políticos "no ha mejorado".

Por su parte, el líder de la extrema derecha, Jean-Marie Le Pen, ha celebrado lo que él llama "la divina sorpresa" con su reelección, anoche, como presidente del Frente Nacional, cuyo Congreso se reunió este fin de semana en Niza.

Arropado por el fervor de sus seguidores, Le Pen aseguró que no está dispuesto a retirarse, sino que tiene puesta la vista en las elecciones regionales y europeas del 2004 y en las presidenciales, para las que anuncia "un cambio de estrategia" con la que espera "llegar por fin al poder".

Una amenaza que la izquierda y la propia derecha no toman a la ligera. Reelegido con el 82% de los votos, Jacques Chirac goza por ahora de una extraordinaria popularidad gracias a su firme oposición a la guerra contra Irak, pero eso puede cambiar. Los problemas económicos y sociales aparecen ya como negros nubarrones en el horizonte.