Los peronistas Carlos Menem y Néstor Kirchner comenzaron ayer la batalla para seducir a los argentinos que les dieron la espalda en la primera vuelta y cuyo apoyo necesitarán el 18 de mayo para acceder a la presidencia, en un duelo del que se espera de todo menos buenos modales. De momento, los sondeos dan ventaja a Kirchner. Según la consultora Equis, la intención de voto en la segunda vuelta le favorece: 53,8% frente al 24,5% para Menem. Otro sondeo, de Graciela Romer, le da el 44% a Kirchner y 21,9% a su rival.

Menem, quien gobernó el país entre 1989 y 1999, obtuvo el 24,34% de los votos. El gobernador de la provincia de Santa Cruz y delfín del actual jefe de Estado saliente, Eduardo Duhalde, logró el 21,9%. Mientras que al primero le fue mejor en el interior del país, en especial en las regiones más atrasadas, Kirchner logró un buen resultado en las grandes ciudades. "Quedó muy claro que hay dos modelos de país: el del ajuste, la exclusión y la corrupción; y un modelo que dé prioridad a la producción y la dignidad", dijo Kirchner en su primer llamamiento público en busca de votos. "La segunda vuelta es un paso formal", contestó Menem.

Pero detrás de los alardes se escondió el desencanto del entorno. "Fue sorprendente comprobar que la aseveración de que ganaría en primera vuelta no era sólo una herramienta electoral; era, también, una convicción generalizada", tituló el diario La Nación. Menem necesitaba de una amplia victoria para ahuyentar el 18 de mayo el fantasma del efecto Le Pen.

"Por ahora, Terminator está por verse", dijo Página 12 a propósito de las expectativas de Menem. No obstante, el diario admitió que, pese a batir récords de rechazo, tener 72 años y psicofísicamente no atravesar su mejor momento, Menem demostró que "es el político más potente de Argentina, el más dispuesto a dar pelea".

Ahora llegó el tiempo de buscar aliados y tender la mano a aquéllos que fueron demonizados horas atrás, como el peronista Adolfo Rodríguez Saá, de quien el exmandatario llegó a sugerir que era un depravado sexual. El vicepresidente de Kirchner, el arrepentido menemista Daniel Scioli, dijo estar convencido de que, si había una fórmula que está más cerca de los otros votantes, ésa era la suya, en su primera maniobra de acercamiento a los competidores que, como Rodríguez Saá, quedaron apeados en la primera vuelta.

LA AYUDA DE LAVAGNA

Elisa Carrió, cuarta en votos, dijo que estaba "contra Menem". Lo mismo declaró la Unión Cívica Radical, que el domingo tuvo su peor resultado electoral desde 1916. Ricardo López Murphy ya sugirió que dejará a sus electores libertad de voto.

Kirchner tuvo el domingo un ángel guardián: el ministro de Economía, Roberto Lavagna, bien visto por los electores argentinos. La decisión del candidato radical de mantenerlo en ese ministerio si es elegido presidente le sumó votos que, de no haberlos logrado, habrían puesto en peligro su pase a la segunda vuelta.

A favor de Lavagna algunos analistas computan un manejo con cierta firmeza en las negociaciones con el FMI, la banca y las empresas privatizadas. Abrió el corralito, controló la inflación e hizo más tolerables los efectos devastadores del hundimiento económico.