La sociedad austriaca vivió ayer la primera huelga general del último medio siglo. La lucha sindical paralizó tanto al sector público como al privado, al tiempo que dio por sepultada la política de consenso que caracterizó la vida austriaca desde finales de la segunda guerra mundial.

El detonante de la huelga fue un plan del Gobierno de alianza entre conservadores y ultras, dirigido por el democristiano Wolfgang Schüssel, para reducir drásticamente las pensiones y las prestaciones a los desempleados.

TRANSPORTE AFECTADO

El paro fue convocado por la poderosa y otrora tímida Federación Austriaca de Sindicatos (OeGB) y afectó masivamente al transporte, la enseñanza, los servicios, los medios de comunicación, así como a la pequeña, mediana y gran industria. También se vio alterado el tráfico aéreo en Viena por el paro seguido por la policía, el personal de seguridad, así como por el bloqueo de los accesos por carretera al aeropuerto, lo que motivó retrasos en las salidas y las llegadas de aviones.

El presidente de la OeGB, Fritz Verzetnitsch, dijo en Viena que con el paro de ayer no han finalizado las movilizaciones para impedir la reforma, aprobada la semana pasada por el Consejo de Ministros y que debe ser ratificada el 4 de junio por el Parlamento. Verzetnitsch destacó que los trabajadores no se oponen a un nuevo sistema de pensiones, pero exigen que la reforma sea negociada con sindicatos y patronales.

NEGOCIAR OTRA PROPUESTA

El objetivo inmediato de los sindicatos es lograr que el Gobierno federal retire la reforma y se negocie una nueva propuesta con los representantes laborales y los partidos de la oposición parlamentaria. Las formaciones opositoras, el Partido Socialdemócrata (SPOe) y Los Verdes respaldaron ayer a los sindicatos y acusaron a Schüssel de elaborar una reforma sin sentido social.

El canciller respondió que la reforma del sistema de pensiones es "inevitable", ya que la vida laboral es cada vez más corta, los trabajadores se jubilan antes y existe una esperanza de vida mayor, lo que grava seriamente a las generaciones futuras.

El ultra Jörg Haider, del FPOe, también rechazó, en su marcada línea populista de actuación, los planes del Ejecutivo, y lo mismo hicieron otros destacados miembros de su partido, lo que sitúa al país en una situación similar a la que obligó recientemente a realizar elecciones anticipadas.