El panadero paquistaní Sha Mohamed intentó suicidarse cuatro veces en Guantánamo. En una de las ocasiones, los gritos de sus compañeros de las celdas contiguas alertaron a tiempo a los guardianes.

Mohamed, de 23 años, fue liberado en mayo, sin cargos. Su detención fue un error por el que nadie le ha pedido disculpas. Desde que retornó a su casa en el valle de Swat, tiene pesadillas. "Lo que tengo más dañado es el cerebro. No me siento bien ni física ni mentalmente. Soy otra persona", dijo a The Guardian.

Un mes aislado

En Kandahar, primero, y en Guantánamo, después, fue interrogado 10 veces. En el campo de concentración, sus intentos de quitarse la vida comenzaron tras pasar un mes aislado en una celda de castigo, sin explicación alguna. El tratamiento médico consistió en inyectarle, contra su voluntad, una droga que le dejó paralizado. "Me negué, pero siete u ocho me agarraron y me pusieron la inyección. Estuve paralizado durante un mes, no podía pensar ni hacer nada. Me dieron tranquilizantes y me dijeron que mi cerebro no iba bien. A alguna gente le ponían la inyección cada mes", dijo Mohamed, que ahora sólo halla sosiego cuando va a pescar. Tras 18 meses preso, EEUU le dio un documento, declarándole inocente. Pero hizo el vuelo de regreso encadenado.