Para Nueva York es el 11-S; para Madrid, el 11-M, y para las Naciones Unidas, el 19-A. Ayer, en el primer aniversario del atentado en Bagdad contra el Hotel Canal que acabó con la vida de 22 trabajadores de la organización, incluyendo al enviado especial Sergio Vieira de Mello, oficinas de Naciones Unidas alrededor del mundo celebraron ceremonias de recuerdo y homenaje.

Pero para los funcionarios y empleados la sombra de lo ocurrido es algo más que emocional: la seguridad, denuncian, no ha mejorado como para sentir que pueden desarrollar su trabajo. Y es imprescindible que lo hagan. No sólo en Irak.

Objetivo principal

El viernes, 10 meses después de que la ONU evacuara a los 600 miembros de su personal internacional de Irak, una reducida misión encabezada por Ashar Jehangir Qazi volvió al país --aunque la sede principal de la misión continúa en Jordania--. Y pese a que el Consejo de Seguridad autorizó en junio la creación de una fuerza especial de protección, ningún país ha ofrecido soldados.

La seguridad de la misión en Irak sigue recayendo en la fuerza multinacional liderada por Estados Unidos, la misma a cuya protección la ONU renunció antes del atentado.

"Ya no somos víctimas"

El propio secretario general de la ONU, Kofi Annan, reconoció ayer en la ceremonia de Ginebra que la organización padece "debilidades sistémicas que debe corregir". Sobre todo porque los tiempos han cambiado. "Ya no somos víctimas simplemente por los tiempos y lugares en los que estamos llamados a servir --dijo--, sino que nos hemos convertido en uno de los principales objetivos de la violencia política".

Pero quienes parecen más conscientes de ese riesgo son los empleados de la organización. El sindicato que representa a un total de 5.000 trabajadores considera que las palabras cautas son insuficientes. La semana pasada, esa central adoptó una resolución en la que pidió a Annan que nombre cuanto antes a un coordinador de seguridad y se denunció que haya incumplido la promesa que hizo en octubre de hacer "todo lo posible" para solventar sus propios errores. Pero, ellos no son los únicos que exigen respuestas. Ayer, en la ceremonia de Ginebra, la madre de Vieira de Mello, Gilda, las pidió también: "Quiero que la ONU me explique cómo pudo ocurrir esta tragedia, por qué no había más seguridad. Quiero verdad y justicia para mi hijo. Él entregó su vida".