El carnet de identidad, al que los británicos siempre han sido tan reacios, divide a laboristas y conservadores. Entre los diputados de uno y otro partido se oyeron ayer, en la Cámara de los Comunes, voces de protesta contra el polémico proyecto de ley para introducir la nueva identificación. El ministro de Interior, Charles Clarke, presidió el debate y defendió la implantación del carnet como parte de las medidas del Gobierno de Tony Blair para luchar contra el terrorismo y el fraude.

Clarke, que se estrenaba en el cargo que dejó precipitadamente la pasada semana David Blunkett, acusado de abuso de poder, negó que el carnet sea propio de un Estado que controla todos los movimientos de sus ciudadanos. "Es completamente falso que los carnets de identidad vayan a mermar las libertades cívicas, vayan a llevarnos a un 1984 en referencia a la célebre obra de George Orwell, vayan a conducir a una sociedad del Gran Hermano", proclamó.

Pero, blandiendo precisamente una copia de 1984, el conservador Bill Cash recordó a la Cámara cómo la Comisión de Información del Parlamento ha señalado que el uso del carnet cambiará las relaciones entre el Estado y el individuo. El laborista Neil Gerrard, por su parte, consideró "casi inevitable" que la gente sea forzada a llevar un documento que no sirve para prevenir ataques terroristas como el de Estambul o el de Madrid.

RESPALDO CONSERVADOR A pesar de que hay muchos tories en desacuerdo con la introducción del carnet, el responsable de asuntos de Interior conservador, David Davies, indicó que su partido apoyará al Gobierno "porque el deber del Estado es proteger la vida de sus ciudadanos".

El polémico carnet que el Gobierno quiere instaurar lleva incorporado un microchip con información biométrica del dueño: los rasgos faciales, las huellas dactilares y oculares, la firma y los datos personales.