Lo disfrazaron como si fuera carnaval. Primero le dieron un uniforme de comando. Luego, el pasamontañas negro. "Ahora póngase el casco", le dijeron. El expresidente y excoronel Lucio Gutiérrez completó su camuflaje, se subió al asiento trasero de un coche policial y salió por la puerta de atrás de la residencia del embajador brasileño en la capital de Ecuador, Sergio Florencio. Todo un símbolo para el hombre que había anunciado que moriría "de pie" y en su cargo.

El cerco civil

Era la madrugada del domingo. A esas horas, los quiteños se dejaban llevar por sus sueños. Apenas un grupo de jóvenes imaginó que podía abortar la fuga del excoronel y se apostó frente a la entrada de la residencia, en la avenida 12 de Octubre. Unas botellas de ron y cerveza los ayudaron a que las horas corrieran con mayor placidez. "Lucio, maricón, entrégate", gritó uno de los concentrados para despabilarse. "Lula, deja de proteger a la mula", señaló otro.

Maniobras de distracción

Las consignas se empezaron a mezclar con los bostezos. De repente, se abrió la puerta principal y salió un automóvil diplomático. Los pocos manifestantes que aún quedaban creyeron ver a Gutiérrez y trataron de evitar que pasara.

No pudo ser. Un oficial del cuerpo antidisturbios les recomendó que volvieran a sus hogares. Se fueron derrotados sin advertir de que todo había sido una maniobra de distracción. A sus espaldas, furtivamente, los policías y Gutiérrez se dirigieron casi al mismo tiempo hacia al aeropuerto de Quito. De allí, un helicóptero militar lo trasladó a la base de Lacatunga, su última escala antes de subir al avión brasileño para abandonar Ecuador.

"¿Cómo que se fugó?", se indignaron los quiteños. La salida completó el círculo de la farsa que se había iniciado el pasado miércoles en el palacio presidencial. Entonces, Gutiérrez todavía confiaba en torcer su destino. El poder, sin embargo, ya no era suyo. Se había quedado literalmente solo. Según fuentes que llegaron a reconstruir la debacle, quiso pedir un café, pero ni su mayordomo ni nadie le respondió. Comprendió sus circunstancias y lloró. "Su estómago comenzó a molestarle", dijo, por otra parte, el diario El Comercio.

Otro camuflaje

Nadie precisó si la necesidad fisiológica o el susto le condujeron al baño. Lo cierto es que luego Gutiérrez abandonó la sede presidencial con otro disfraz. Algunos sostienen que lo hizo vestido de gendarme. Otros cuentan que tenía una camiseta de fútbol y que así lo metieron dentro del baúl que se introdujo en la residencia del embajador. La misma de la que salió ayer entre nubes de humo como una caricatura de sí mismo.