El estilo de Benedicto XVI incluye intervenir menos en política que su antecesor y hablar más a través de sus escritos, a juzgar por la homilía que pronunció ayer en la misa de inicio de pontificado celebrada en la plaza de San Pedro. "En este momento, no necesito presentar un programa de Gobierno", dijo el Papa, cuando justamente se esperaba de él que, como hizo en el mensaje leído tras la misa que precedió al cónclave, indicara qué orientación tomará.

"Mi programa de gobierno es no hacer mi voluntad y no seguir mis propias ideas, sino ponerme junto con toda la Iglesia a escuchar la palabra y la voluntad del Señor y dejarme conducir por él", agregó.

Unas 300.000 personas se encontraban en la plaza de San Pedro y alrededores cuando se inició la ceremonia, que duró casi tres horas y fue retransmitida por televisión a medio mundo y a las pantallas gigantes colocadas en diferentes lugares espaciosos de Roma. A las diez de la mañana, las cámaras mostraron al Papa y los cardenales en la cripta de la basílica donde la tradición dice que se guardan los restos de San Pedro. Acto seguido, los purpurados marcharon en procesión por la nave central de la Iglesia, totalmente vacía, seguidos de Benedicto XVI.

MAR DE CABEZAS Cuando el Papa asomó por la puerta de la basílica, pareció quedar aturdido por la densa multitud: el mar de cabezas llegaba a la orilla del Tíber. Se agitaron banderas de todas partes, por las cuatro esquinas surgieron enseñas bávaras, y ante él se desplegó una gran pancarta de Wadowice, la ciudad natal de Juan Pablo II.

Pasado el primer impacto, el Papa sonrió y se sentó: a su derecha quedaron la mitad del colegio cardenalicio, los obispos y los representantes de otras iglesias cristianas; a su izquierda, la otra mitad de los cardenales, las delegaciones oficiales, los integrantes del cuerpo diplomático y representantes de las iglesias no cristianas. La ceremonia fue oficiada en diez lenguas: latín, italiano, inglés, español, griego, alemán, portugués, francés, árabe y chino.

Después de la lectura del Evangelio, tres momentos confirieron al oficio religioso la característica de ser el de inicio de pontificado. El primero fue la imposición de la estola petrina, una pieza tejida en lana de cordero, con cinco cruces rojas, distintivo del obispo de Roma desde tiempo antiquísimo. El segundo, la imposición del anillo de pescador, con el dibujo que figura en el sello de plomo del Papa con el que firma documentos. El tercero, el homenaje de obediencia que, en nombre de todos los católicos, prestaron desde tres cardenales a dos adolescentes.

INTERRUPCIONES Después, llegó el momento más esperado con la homilía, interrumpida reiteradamente por los aplausos. Benedicto XVI evitó entrar en asuntos concretos, pero abundó en sus ideas más conocidas sobre la moral y la misión del hombre. Y habló siempre como un teólogo y nunca como un hombre de acción. Saludó a quienes, "renacidos en el sacramento del bautismo, aún no están en plena comunión con nosotros, y (...) a los hermanos del pueblo hebreo", pero no hizo ninguna mención especial del islam, la tercera religión del libro, y se limitó a mencionar a "todos los hombres de nuestro tiempo, creyentes y no creyentes".

En cuanto a la orientación de su pontificado, se remitió a lo ya expresado ante los cardenales, recurrió sin citarla a la encíclica de Juan Pablo II Ut unum sint --"soy el siervo de los siervos de Dios"-- e hizo una apelación a las crisis sociales bajo la fórmula "el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed; el desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado".

Varios pasajes de su homilía se dirían dedicados a qué entiende por diálogo interconfesional, aunque el Papa estuvo especialmente hermético: "La red del Evangelio nos rescata --dijo-- de las aguas de la muerte y nos lleva al resplandor de la luz de Dios, en la vida verdadera". Parece que más que anunciar la búsqueda de territorios de encuentro, insistió en su conocida idea de que sólo en el credo católico reside la verdad.

RELIGIÓN TRADICIONAL El programa político de Benedicto XVI, en los términos en que operaba su antecesor, no apareció por parte alguna, y hasta el final de la ceremonia se ciñó al ámbito religioso tradicional, que fue su materia de trabajo en la Congregación para la Doctrina de la Fe durante 24 años.

Tras el rito eucarístico se produjo la esperada aproximación del Papa a los asistentes. Por primera vez desde el 13 de mayo de 1981, día del atentado contra Juan Pablo II, el papamóvil fue un vehículo descubierto. Antes se habían adoptado grandes medidas de seguridad.