Las conclusiones de la investigación de la ONU sobre el asesinato del exprimer ministro libanés Rafiq Hariri acusan al núcleo duro del poder en Damasco y al entorno familiar del presidente.

El suicidio del ministro de Interior, Kanaan, adquiere así sentido y deja al régimen de Asad en una incómoda situación. Sin embargo, habría que diferenciar entre el carácter dictatorial y represivo del régimen sirio, que no es comparable al de Sadam; la permanente injerencia de Damasco, que considera que Líbano fue una creación colonial para debilitar a Siria; las responsabilidades en el asesinato de Hariri; las intenciones de implicar a Damasco con el terrorismo internacional y la situación de Irak; y la presión de Tel-Aviv para criminalizar al régimen sirio --al que considera el principal protector de las organizaciones armadas palestinas-- obviando la ocupación de los Altos del Golán. Se vislumbra un nuevo horizonte de crisis en el Próximo Oriente cargado de malos augurios.

Catedrático de Historia.