La candidata de la Concertación Democrática, la socialista Michelle Bachelet, obtuvo ayer el 44,76 % de los votos en las elecciones presidenciales chilenas y deberá competir en una segunda vuelta con el candidato de la derecha Sebastian Piñera, que logró el 26,73%. Con el escrutinio del 12,7% de los sufragios, Joaquín Lavín, el otro representante de la derecha, consiguió el 23,52% de los votos. Por su parte, el izquierdista Tomás Hirsch quedó en cuarto lugar con un 4,96% de apoyos. Unos ocho millones de personas participaron en una contienda tranquila, con muy pocos incidentes.

"Estoy segura de que por primera vez en la historia vamos a elegir a una mujer presidenta", dijo la candidata socialista después de votar. Piñera, el candidato de Renovación Nacional (RN), estaba convencido que conseguiría el 25% de los votos. Lavín, de la Unión Demócrata Independiente (UDI), confió en que el "voto escondido" acabaría favoreciéndolo.

EL DESAFÍO INMEDIATO Para la derecha, representada por dos partidos que desarmaron su alianza hace escasos meses, el gran desafío de cara a una segunda vuelta no sólo es mantener la suma de las adhesiones conseguidas por separado, sino aumentar ese caudal.

En el entorno de la candidata socialista sabían de antemano que no era lo mismo enfrentar a Piñera o a Lavín. El primero quiere liderar un espacio político que vaya de la derecha dura al centro, y en ese abanico puede captar a algunos antiguos votantes de la Concertación Democrática (socialistas, democristianos y radicales), temerosos de un giro a la izquierda. Lavín, en cambio, tiene un discurso más ideologizado y polariza más a la sociedad chilena.

El ganador de los comicios se convertirá en el cuarto presidente chileno desde que finalizó la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). La Concertación se ha mantenido ya en el poder en un periodo equivalente al del régimen militar. Los dos primeros gobiernos tuvieron presidentes de la Democracia Cristiana (DC): Patricio Aylwin y Eduardo Frei. Luego le tocó el turno a un socialista, Ricardo Lagos. Si las encuestas cara al balotaje no se equivocan, una mujer de ese mismo partido, cuyo padre fue asesinado por la dictadura, tomará el relevo a Lagos.

LA TRANSFORMACIÓN Durante el mandato de este último, Chile ha experimentado una importante transformación. En 1999, el país tenía un arancel promedio del 7,5%. A mediados del 2006 se espera que se reduzca al 1,7%, una rebaja tras numerosos acuerdos de libre comercio que ha aumentado el tráfico de mercancías. Hace seis años, sólo un 9% de los chilenos usaban internet. En el 2004, el servicio es utilizado por más del 36% de la población. De los 2,3 millones de teléfonos móviles se ha pasado a 11 millones de abonados. En 1999 había 411.000 estudiantes de educación superior. Este año hay 600.000.

El productor interior bruto (PIB) por habitante es de 11.000 dólares, casi el doble que en 1988. Chile, por otra parte, reformó la Constitución pinochetista, eliminó la ley de censura y sancionó lo que parecía imposible: la ley de divorcio. Lagos reconoció ayer, no obstante, que el próximo presidente tendrá que poner más el acento en los déficits sociales que la Concertación no ha resuelto: empleo, educación media y jubilaciones.

En las elecciones de ayer se renovó casi todo el Congreso. En virtud de la reforma de la Constitución, se han eliminado los congresistas designados a dedo y los vitalicios, un sistema heredado de la dictadura y que permitía al pinochetismo equilibrar la relación de fuerzas.

Ricardo Lagos subrayó ayer: "Hay un Chile más democrático que cuando yo asumí la presidencia". De eso hace cinco años y nueve meses. Lagos, el tercer presidente desde la recuperación de la democracia chilena, en 1990, goza de una histórica aceptación del 71%, cuando le faltan sólo tres meses para terminar su mandato.