Cerca de 30.000 civiles iraquís han muerto desde que la Casa Blanca invadió su país, en marzo del 2003. Ésta es la cifra que ofreció ayer el presidente de EEUU, George Bush, en un discurso destinado a justificar los "desafíos, retrocesos y falsos comienzos" del difícil parto democrático en Irak, a sólo tres días de los comicios. La información coincide con los datos ofrecidos por Iraq Body Count, la única ONG que ha hecho recuentos fiables en el país árabe.

El presidente rechazó la tortura infligida en prisiones iraquís a presos, "en su mayoría sunís, algunos de los cuales parecen haber sido golpeados y torturados". Horas antes, Bagdad admitió haber hallado a 13 presos en una cárcel de Bagdad, tan maltratados que tuvieron que ser hospitalizados, como denunció The Washington Post. "Esta conducta es inaceptable", recalcó George Bush.