Al pájaro lo teníamos centrado y ha volado, porque hace días que no utiliza el canuto". La frase es de un policía experto en la lucha antiterrorista y significa que Abderramán S., de 23 años, estaba localizado en su piso del barrio de La Florida de l´Hospitalet (Barcelona) y se cree que ha desaparecido, porque lleva días sin hablar por su teléfono, que está intervenido.

Dispositivos de alerta como este saltan cada vez que desaparece alguien sospechoso de tener vínculos con el terrorismo. Para identificar a individuos dudosos como Abderramán S., la policía afirma que dispone de una buena red de confidentes.

Abderramán S. es uno de los extremistas que la policía de Barcelona controlaba periódicamente. Sobre él se ejercía una vigilancia discreta, solo para "tenerlo localizado". La observación se inició hace un año cuando se supo que el joven había llamado a islamistas del barrio de Saint Jacques de Perpiñán.

¿Dónde está Abderramán? Es probable que en algún lugar donde se le adoctrina con el islam radical y se le adiestra en algún campamento terrorista. Para tratar de localizarle, el inspector ha cursado a Interpol una orden de búsqueda, después de que la policía francesa le notificara que, de Saint-Jacques, "han volado dos pájaros".

"Nos preocupa que vayan a Irak o a campamentos, pero nos intranquiliza aún más que regresen después de haber hecho esa mili, porque entonces tienen capacidad para montarte otro 11-M", subraya otro responsable.

Pese a ello, el policía recalca que cuentan con "buenos informadores", a los que gratifica generosamente. Otra cosa es tener infiltrados en esas redes, algo que, según este mando policial, "es una tarea casi imposible".

Un oficial de un servicio de inteligencia explica esas dificultades: "El topo tiene que ser un musulmán y, además, debe ser conocido y una persona de fiar en el entorno en que se mueven las células". Otra dificultad es el idioma, ya que los radicales se comunican en distintas variantes del árabe, en bereber y en urdu. Hay una falta de traductores de confianza.

A pesar de esas dificultades, un experto de la Guardia Civil recuerda que, cuando se ha producido un "peligro inminente", han actuado con contundencia. "Este año hemos detenido a 26 islamistas y el pasado año, a 92", subraya el oficial.

RUEDA DE VIGILANCIAS Aunque disponen de más recursos que antes, los medios se quedan cortos. La vigilancia de un activista peligroso supone destinar tres coches k (camuflados) durante todo el día. El control y seguimiento de un sospechoso puede requerir 20 agentes.

"Hay que seguirle las 24 horas, escuchar todas sus llamadas, traducirlas e interpretarlas", cuenta un agente policial, que reconoce que en ocasiones falta personal. "A veces, entre los que se cree que son menos peligrosos, se elige a un pájaro y se le vigila durante unos días. Si no se ve nada raro, se pasa a otro. Y se hace una rueda de vigilancias".