Sobre el papel y en las maquetas, el lugar donde se alzaban las Torres Gemelas es, cinco años después de su destrucción, escenario de un nuevo Manhattan. Ahí se alzan la Torre de la Libertad y el rascacielos de Norman Foster, Richard Rogers y Fumihiko Maki presentados esta semana en Nueva York. En las huellas de los dos edificios derribados el 11 de septiembre del 2001 fluye el agua en un memorial. Pero esas seis hectáreas y media son una realidad de papel y madera en un universo de juguete.

Cinco años no han bastado para engrasar la pesada maquinaria de un complejo entramado de intereses políticos y económicos en el que tienen que operar la ciudad y el estado de Nueva York, Nueva Jersey y el magnate inmobiliario Larry Silverstein, que tenía alquilado el espacio de las Torres Gemelas.

Tampoco ha sido tiempo suficiente para aunar las diferentes visiones de los familiares de los 2.749 fallecidos sobre cómo rendirles tributo y lograr que ello tenga un sentido colectivo. Ni siquiera está acordado si los nombres de las víctimas se colocarán por orden alfabético, aleatoriamente o agrupados por empresas, y los desacuerdos han dificultado la recaudación de fondos: se dispone de 132 de los entre 500 y 1.000 millones de dólares necesarios (entre 395 y 790 millones de euros).

PARÁLISIS POLÍTICA El desarrollo del sur de Manhattan es otro capítulo de la compleja saga inmobiliaria de Nueva York, un monumento a la parálisis política y un proyecto del que se han desentendido, hastiados, incontables ciudadanos. Y, como ha puesto de manifiesto The New York Times, no solo el alcalde de Nueva Orleans, Ray Nagin, se atreve a definir la zona cero con un término controvertido pero apropiado. "Lamentablemente sigue siendo, cinco años después, un agujero en el terreno", señalaba un editorial reciente.

"El proceso para sacar adelante el plan no siempre ha sido perfecto, ni ha avanzado al ritmo que nos gustaría", reconocía el alcalde, Michael Bloomberg, ante la prensa internacional. No era un mea culpa. "Cinco años es mucho tiempo --continuó--, pero si vamos a construir edificios que van a sobrevivir 50 o 100 años lo más importante es hacerlo bien y de forma económicamente viable".

El peso económico que se quiere atribuir a la zona es uno de los aspectos que critican expertos como Paul Golderger. "La prioridad no deberían ser las oficinas", ha dicho el autor de Desde Cero: política, arquitectura y la reconstrucción de Nueva York, que defiende la creación de un espacio con sentido cultural y comunitario. Pero es difícil que la idea triunfe. Hoy, Silverstein ingresa en las arcas públicas 10 millones de dólares anuales (unos 7,9 millones de euros). Al construir los edificios planeados la cifra se multiplicará por 10.

Hay también intereses políticos. El gobernador de Nueva York, George Pataki, tiene aspiraciones de llegar a la Casa Blanca y su agenda ha sido clave en decisiones controvertidas, como la de vetar la construcción del Centro Internacional de la Libertad. Algunas familias temían que se diera demasiada voz a representaciones de la lucha por la libertad en otras zonas del mundo: Pataki cedió a sus presiones.

CALATRAVA AVANZA Entre lo poco que avanza según lo previsto está el núcleo de transportes diseñado por Santiago Calatrava. Y también la reconstrucción del WTC 7, otro edificio que cayó el 11-S y que Silverstein inauguró en mayo sin acordar cada paso con la Autoridad Portuaria (donde están representados los gobiernos de Nueva York y Nueva Jersey). "Cuando no he tenido que negociarlo todo he sido capaz de levantar un edificio de 52 pisos según el calendario y dentro del presupuesto", confesó.

Pocos proyectos más siguen en pie. Del plan han desaparecido un museo y un centro de artes escénicas. Además, para ver la Torre de la Libertad habrá que ir hasta Long Island, a unos kilómetros de la zona cero.