Los sindicatos británicos dispensaron ayer a Tony Blair una gélida despedida, entre protestas, abucheos y desganados aplausos. Su último discurso como líder laborista y como primer ministro, ante los trabajadores del sector público (TUC), que celebran su congreso anual en Brighton, fue un intercambio de acusaciones y avisos. Una treintena de los 700 delegados presentes abandonaron la sala, seguidos por cámaras y periodistas, cuando Blair iba a comenzar su discurso.

REPROCHES Bob Crow, líder del sindicato de transportes, que encabezó el plante, subrayó: "¿Qué sentido tiene oír a alguien cuando no puedes creer una palabra de lo que dice?". Y dijo: "Cuando Blair estaba en la oposición prometió unos ferrocarriles públicos, una política exterior ética y leyes laborales plenas. Lo que nos ha dado en cambio son privatizaciones, guerras ilegales y la legislación más antisindical de toda Europa".

Otros delegados optaron por quedarse, mientras agitaban en el aire pancartas en las que podía leerse Blair out (Fuera Blair) o Go now (Vete ya). El primer ministro, debilitado tras las querellas internas de la pasada semana, esperaba esta recepción hostil, que se hizo aún más ostensible cuando defendió la presencia de los soldados británicos en Irak y Afganistán.

"ORGULLOSOS" "Debemos sentirnos orgullosos de lo que están haciendo por los demócratas en Irak", replicó Blair a los rebeldes que agitaban carteles pidiendo la retirada de las tropas. También se escuchó algún grito de "basura" y "mentira", cuando aludió a la buena marcha de las nuevas escuelas gestionadas con capital privado.

El primer ministro británico se mantuvo firme y advirtió a los sindicalistas que las divisiones internas solo favorecerán a la oposición. Gordon Brown, ministro de Finanzas y el hombre mejor colocado para suceder a Blair, censuró a los sindicalistas.