Con la marcha del corpulento piamontés Angelo Sodano, de 78 años, del Vaticano se va el principal vestigio de una época en la que los nuncios de la Santa Sede en Latinoamérica se dedicaban a contemporizar con los dictadores de la zona, en ocasiones muy a pesar de las iglesias locales, al tiempo que intentaban erradicar la corriente de los teólogos de la liberación.

Sodano ejerció como embajador del Papa en el Chile del general Augusto Pinochet entre los años 1977 y 1988, y llegó a organizar el viaje del Pontífice en 1987. La fotografía en el balcón del palacio de la Moneda en la que aparecen Juan Pablo II y Pinochet fue, dicen, cosa suya.

El hasta ahora primer ministro de la Santa Sede hizo tan buenas migas con el sátrapa chileno que, en 1999, ya en la Secretaría de Estado del Vaticano, envió una carta al Ministerio de Asuntos Exteriores británico pidiendo que el general golpista no fuese extraditado a España, como había solicitado la justicia española, y se le permitiera regresar a su país.