Derrotada en las elecciones de la primavera pasada, la derecha húngara ha vuelto a la escena política gracias a una fenomenal metida de pata del primer ministro, Ferenc Gyurcsany, jefe de una izquierda que lleva a cabo una política liberal. En la noche del lunes, entre 2.000 y 3.000 militantes de derecha y extrema derecha se manifestaron delante de la televisión húngara pidiendo su dimisión.

Un centenar de ellos, hooligans y jóvenes del grupúsculo nacionalista 64 regiones --nostálgico de la Gran Hungría de antes de 1914--, entraron a la fuerza en el edificio hacia la una de la madrugada para leer un comunicado. Incendiaron varios despachos y fueron evacuados por la policía a las cuatro de la mañana, tras una serie de escaramuzas que dejaron 150 heridos.

PALABRAS CRUDAS Unas palabras muy crudas del primer ministro socialista, captadas por una radio durante un debate de su partido, fueron las que calentaron los ánimos. "Nadie en Europa ha hecho algo semejante. Es evidente que hemos mentido durante estos dos años". El mandatario admitió haber ocultado a sus electores el programa de austeridad que tenía en mente, en la práctica las reformas más draconianas que Hungría miembro de la UE, la OTAN y aspirante a adoptar el euro en el 2010 ha sufrido desde 1990.

"Para aplicarlas, un Gobierno necesita autoridad. Pero, ¿confiar en alguien que con tanto cinismo confiesa haber mentido?", señala Attila Mong, editor de la revista Manager. Para este editor, la violencia revela "una crisis de confianza hacia las élites políticas".

Una vez enterados del desliz del jefe de Gobierno, cientos de simpatizantes de derecha protestaron en calma contra las "mentiras" del primer ministro. El Fidesz, principal partido de la oposición (derecha ultraconservadora), expresó su "solidaridad" con los participantes. Guyrcsany no piensa dimitir. "Pasé tres minutos el domingo pensando si había una razón para renunciar, y la conclusión fue que no", dijo.

ENCENDER LA MECHA Desde hace unos años, el Fidesz de Viktor Orban prefiere lanzar a sus fieles a la calle antes que debatir en el Parlamento. Recientemente, Orban --el primero que acusó a Gyurcsany de mentir-- habló sibilinamente de llevar a cabo acciones contra el Gobierno. La estrategia del Fidesz, que consiste en acumular barriles de pólvora a la espera de que alguien encienda la mecha, ha terminado por dar frutos. Pero desde el lunes no ha pronunciado una palabra. ¿A quién favorece el desorden? "A los socialistas", dice el historiador Miklós Konrád, que cree que la decisión de la policía de no intervenir fue deliberada. "La policía hubiera podido restablecer el orden rápidamente si hubiera querido. ¿Qué muestra la televisión? Un desorden causado por los manifestantes de extrema derecha. A 10 días de las municipales, es pan bendito para los socialistas", considera.

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