Clichy-sous-Bois es una de las muchas aberraciones urbanísticas de los años 60 que abundan en la periferia de París. Hace exactamente un año se hizo famosa al convertirse en el punto de partida y epicentro de la ola de violencia que durante casi un mes hizo que ardieran los suburbios de la capital y de otras grandes ciudades francesas. El detonante de los disturbios fue la muerte por electrocución de dos adolescentes que huían de la policía. Las autoridades temen ahora que el primer aniversario de la revuelta reavive las brasas.

Expertos policiales han llegado a la conclusión de que "la mayoría de las condiciones que llevaron al estallido de la violencia colectiva siguen estando presentes". Una opinión que comparten tanto las asociaciones como las autoridades locales, que más prosaicamente aseguran que "promesas, muchas, pero ha pasado un año y no se ha hecho nada". Menos de 15 kilómetros separan París de Clichy-sous-Bois, pero desplazarse allí es como viajar a otro mundo.

MARGINACIÓN Sin metro ni tren de cercanías, un simple autobús --el 601-- hace de cordón umbilical entre la opulencia y la nada. Una nada con nombre propio formada por lo que se conoce popular y pomposamente como las tres "residencias": la Pama, Stamu II y Ch¨ne-Pointu. Tres complejos de edificios sin alma --colmenas o nichos, según se mire-- construidos en los años 60 por el italiano Luigi Dante con el fin de facilitar el acceso a la propiedad de las clases medias. Ahora son un gueto de familias de inmigrantes que apenas pueden pagar los alquileres sociales.

Edificios degradados convertidos en chabolas de 10 plantas donde se amontonan familias de hasta 10 personas y de más de 50 nacionalidades. Pintadas en las paredes, cabinas telefónicas reducidas a su esqueleto. Comercio inexistente. Por no tener, este pueblo grande de 25.000 habitantes no tiene ni comisaría, y el 23,5% de la gente está en el paro.

Estos días todos están en pie de guerra. La policía alerta de la violencia en manos de bandas criminales. Los últimos ataques contra varios autobuses en diferentes localidades de las afueras de París --uno de ellos, pistola en mano-- parecen confirmar la tesis de algunos responsables policiales sobre la radicalización de la violencia urbana en los suburbios. El secretario general del Sindicato de Oficiales de la Policía, Bruno Beschizza, opinó que ya no se trata de jóvenes con reivindicaciones sociales, sino de "individuos que declaran la guerra a la República". La última acción contra un autobús urbano, en la madrugada de ayer --entre Bagnolet y Montreuil (norte de París)-- tenía aires de asalto a la caravana de una película del oeste. Una banda de jóvenes encapuchados y armados subieron al autobús y, pistola en mano, hicieron bajar a los pasajeros. Luego escaparon con el vehículo, que posteriormente prendieron fuego después de rociar con líquido inflamable. Casi todos los ataques terminan con vehículos quemados.

Horas antes, otra banda de jóvenes con la cara tapada había hecho lo mismo con un autobús en Nanterre. Otro ataque del mismo estilo tuvo lugar al sur de París, en Athis-Mons. Allí, tres jóvenes encapuchados desalojaron el autobús antes de incendiarlo con un cóctel molotov. Lo mismo ocurrió en Lyón, donde quemaron un autocar privado.

La policía interpreta la situación como una nueva estrategia de los "mafiosos locales". Considera que se trata de una "declaración de guerra a la República" y exige más represión y "sanciones inmediatas y ejemplares".