Tras los inesperados sobresaltos de la primera vuelta electoral, Luiz Inácio Lula da Silva, logró ayer un triunfo rotundo y sin fisuras en una contienda electoral que ya lo había consagrado como favorito. Fue reelegido presidente de Brasil por otros cuatro años con un margen que no deja lugar a dudas. El Tribunal Supremo Electoral anunció que, escrutado el 81,3% de los sufragios, Lula había obtenido el 60,3% de los votos, derrotando a su rival. Geraldo Alckmin se quedó en el 39,6%.

La victoria de Lula fue percibida como un hecho consumado desde que la última encuesta de la cadena de televisión O Globo y la Folha de Sao Paulo salió a la luz. El sondeo otorgaba al candidato del Partido de los Trabajadores (PT) una ventaja de 22 puntos sobre Geraldo Alckmin, representante de la coalición formada por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y el derechista Frente Liberal (PFL). Y las encuestas no solo acertaron. Estas se quedaron cortas.

De acuerdo con Datafolha, Lula podría llegar al 61% de los votos, una cifra cercana a la que en el 2002 hizo posible que un obrero se convirtiera en el primer jefe de Estado de Brasil. De hecho, el gobernante se comportó ayer como si ya hubiera sido reelegido.

HOMENAJE AL PUEBLO Al salir de la escuela Joao Ferminio, en Sao Bernardo do Campo, el cordón fabril paulista donde en los 80 forjó su leyenda sindical, Lula le dedico este "gran momento" al "pueblo brasileño" que "se volcó a las calles" para participar de las elecciones.

"Lo que vale no son las encuestas sino los votos. Tenemos mucha confianza", dijo por su parte Alckmin, aferrado a una ilusión descreída incluso por su propios compañeros del PSDB.

La gran base electoral de Lula se apoya en los sectores más castigados de una de las sociedades con peor distribución de la riqueza en el mundo. Los planes asistenciales del Estado benefician a 44 millones de personas. Pero, a diferencia de la primera vuelta, en la que la divulgación de supuestos escándalos de corrupción erosionaron parte de su popularidad, el respaldo a Lula se amplió más allá de los pobres. Y con las previsiones confirmadas, todos comenzaron a hablar de lo que pasaría hoy.

En esta ocasión, Lula fue acompañado por una heterogénea coalición que va desde los comunistas hasta evangelistas ultraconservadores y agrupaciones moderadas. El PT deberá compartir espacios de poder, especialmente con el moderado Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), pero también atender las exigencias planteadas por los demás socios ocasionales.

Aún antes de que se conocieran los resultados, Lula tuvo que escuchar un variado pliego de exigencias de los analistas y formadores de opinión. El futuro Gobierno, le señalaron, debe mejorar el rendimiento de una economía que solo crece a un ritmo del 2% a pesar del buen momento internacional para los negocios. También deberá mantener baja la inflación, invertir más en el tema de educación y avanzar en una de las deficiencias del país: la inseguridad pública.

RECORTE DEL GASTO SOCIAL En su editorial, O Globo ya le reclamó que, de cara al 2007, se recorten los programas sociales estrella. "Lula debe tener conciencia de que ha llegado a su fin el modelo de gasto público que le permitió acelerar el asistencialismo en medio de una coyuntura de inflación baja", dijo. El líder del PT, advirtió, se equivocaría si entiende su triunfo como una extensión del actual mandato.