Los presidentes de Corea del Norte y del Sur, Kim Jong-il y Roh Moo-hyun, celebrarán a finales de mes una cumbre que ya ha sido calificada de histórica y que tiene como objetivo oficial "promover la paz y la prosperidad" en la península coreana, dividida desde hace más de seis décadas.

El encuentro, anunciado ayer, tendrá lugar en la capital norcoreana, Pyongyang, del 28 al 30 de agosto y debe servir para dar un empuje al proceso de reconciliación entre los dos países, iniciado en los últimos años. Se trata de la segunda cumbre de este tipo desde la partición y la guerra. La anterior se celebró hace siete años, en el 2000, cuando el entonces presidente surcoreano Kim Dae-jung se reunió con Kim Jong-il, ya en el poder.

El anuncio fue acogido muy favorablemente por la comunidad internacional, pero los analistas se muestran más bien escépticos de su desarrollo y dudan de que la cumbre vaya a servir para lograr que Corea del Norte abandone totalmente su programa nuclear. No obstante, ha sido interpretada como un nuevo signo de la mayor predisposición del régimen estalinista de Pyongyang a cooperar con la comunidad internacional.

La penuria energética que sufre Corea del Norte tiene mucho que ver con la actitud de Kim. En una reunión del grupo de trabajo sobre energía --uno de los cinco creados en las negociaciones entre las dos Coreas, EEUU, Rusia, Japón y China-- Pyongyang solicitó ayer recibir unas 50.000 toneladas de crudo al mes a cambio de completar su proceso de desnuclearización.

LAS PROMESAS El pasado febrero, Pyongyang se comprometió en dichas negociaciones a cerrar sus instalaciones nucleares a cambio de una ayuda energética equivalente a un millón de toneladas de petróleo. Corea del Sur ya ha completado la entrega de combustible coincidiendo con el cierre, en julio, del principal reactor de Yongbyon. Pyongyang espera recibir ahora la energía equivalente a 950.000 toneladas. Pero medios surcoreanos subrayan que Corea del Norte cuenta con una capacidad de almacenamiento de solo 200.000 toneladas de combustible al año.

En Washington, la Casa Blanca expresó ayer, a través de su portavoz, Tony Snow, el "apoyo al diálogo intercoreano", y subrayó que la convocatoria de la cumbre constituye "una manera de contribuir a la paz y la seguridad". "El Gobierno surcoreano nos consultó sobre el tema", añadió el portavoz estadounidense, quien dejó claro que el presidente, George Bush, no participará en el encuentro. Japón, en cambio, solicitó que en la cumbre se aborde también el asunto de los ciudadanos japoneses secuestrados por Corea del Norte en las décadas de los 70 y los 80 y pidió tener voz al respecto.

La cumbre intercoreana celebrada en el año 2000 supuso el inicio del proceso de reconciliación entre ambos países. Pese a ello, las dos Coreas no han firmado aún un tratado de paz formal desde el fin de la contienda (1950-53), por lo que técnicamente siguen en guerra. La presidencia surcoreana cree que en la cumbre de este mes debería abordarse cómo poner fin a esta situación anacrónica.