Lo que al principio era unidad lleva tiempo agrietándose y ahora amenaza con convertirse en un abismo. La presencia militar de EEUU en Irak, que el presidente George Bush incrementó este año, es cuestionada cada vez más por algunos miembros de su propio partido y, también, del estamento militar. El último en sumarse a la idea de que no hay que ampliar ni mantener el contingente, sino reducirlo, es nada menos que el presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, el general Peter Pace.

La posición de Pace hace ilusorio pensar que, cuando en septiembre llegue el ansiado informe sobre la situación en Irak del general David Petraeus, máximo responsable de las fuerzas estadounidenses en el país árabe, todo el Gobierno y el Ejército hablarán con una única voz.

La idea de Pace, avanzada ayer en exclusiva por Los Angeles Times, es transmitir en privado a Bush su opinión de que mantener más de 100.000 soldados en Irak impondrá una pesada carga a la institución militar. Esa cifra supone recortar en alrededor del 40% el actual contingente de 162.000 soldados. Pace, además, explicará a Bush que el recorte es vital también para mantener un Ejército preparado para otras amenazas, como Irán, una opinión que comparte el secretario de Defensa, Robert Gates.

EN EL PUNTO DE MIRA La publicación de las ideas de Pace dio leña a quienes, antes de que se conozca el informe del general Petraeus, han empezado a preparar el fuego. Se anticipa que el máximo mando militar de Washington en Bagdad va a alinearse con la filosofía dominante en la Casa Blanca, va a asegurar que el incremento de tropas aprobado por Bush ha sido y puede seguir siendo útil, y achacará el estancamiento político al Gobierno de Nuri al Maliki.

El primer ministro iraquí --al que Bush criticó el martes y apoyó públicamente el miércoles-- sigue convertido en diana. Y quienes disparan hacia ella hieren colateralmente a Bush. El jueves, por ejemplo, el senador John Warner se sumó al creciente número de miembros del Partido Republicano que han resquebrajado el apoyo total al presidente. Warner propuso a Bush que en septiembre anuncie un repliegue que debería comenzar en Navidad y que, según él, forzaría a Maliki a buscar activamente más progresos.

La disensión entre los republicanos es grave para la Administración, pero más lo es que se escuchen ideas diferentes sobre la intervención entre los militares. Bush siempre ha insistido en que sus decisiones se basan en las opiniones de los mandos del Ejército, y que la Junta de Jefes de Estado Mayor plantee dudas sobre lo adecuado de la actual política en Irak es preocupante para la Casa Blanca.