Una Segolène Royal más modesta y serena que la arrogante y dolida excandidata socialista de la resaca electoral resurgió ayer en su feudo de Melle. Durante su primera aparición tras las vacaciones, Royal evitó recaer en la actitud prepotente de proclamarse candidata a la sucesión del primer secretario, François Hollande --su excompañero ha anunciado que dejará el cargo en el 2008--, aunque el contenido de su intervención fue un claro paso al frente para encabezar lo que denominó la "reconstrucción" del Partido Socialista (PS).

Con la derrota electoral mejor digerida --"no tengo espíritu de revancha, ninguna amargura", aseguró--, la presidenta de Poitou-Charentes dijo que asumía su responsabilidad en la derrota y afirmó que pensaba "hacer un esfuerzo" para enterrar el hacha de guerra pese a los reproches de los dirigentes que la culpan del fracaso electoral, muchos de los cuales le escamotearon su apoyo tras las primarias. Dicho esto, expuso su propuesta de renovación del partido, condición que la gran mayoría de los socialistas juzga imprescindible para estar en condiciones de disputar el poder a Sarkozy. Sobre lo que no hay tanta unanimidad es sobre quién debe liderar este proceso.

ELIMINAR TABÚES En opinión de Royal, el PS debe actualizar su ideología, superando tabús como las reticencias ante la economía de mercado y el rechazo al individualismo. La excandidata instó a elaborar un programa "para convencer y ganar", y no "en función de tácticas internas" como, según dio a entender, se ha hecho hasta ahora.

Para ello, consideró necesario superar la división interna y los "ajustes de cuentas" para construir un partido "unido, pero también disciplinado". Royal defendió la imposición de "sanciones automáticas" ante toda indisciplina o comentario "intolerable" hacia un compañero de formación, frente al largo e inoperante proceso actual. También defendió un PS generoso, que se abra a otras formaciones, "incluidos los centristas", y readmita a aquellos que han optado por colaborar con Sarkozy y que en un futuro deseen volver. "Tienen derecho a equivocarse", indicó ante el rumor de desaprobación de la audiencia. A su entender, una nueva "ética" es necesaria, porque de ella depende "la credibilidad del proyecto".

Pese a que debe prescindir de la plataforma del Parlamento --Royal rechazó repetir como diputada para ser coherente con su propuesta de evitar la duplicidad de cargos--, la presidenta regional se mostró dispuesta a liderar la oposición al Gobierno de Sarkozy. Royal reconoció a su rival su voluntad de reformar el país, pero advirtió de que, "paradójicamente", tras "un movimiento frenético", lo que en su opinión amenaza a Francia es "el inmovilismo". También acusó al presidente de gobernar con leyes que luego no dota de medios para ser aplicadas.