En la India, Shanghái o Tíbet, a cargo de monjes, exiliados o estrellas pop. La campaña pro-Tíbet se multiplica a medida que se acercan los Juegos Olímpicos. La batalla de la imagen está perdida para China, una dictadura cerrada al exterior, no acostumbrada a dar explicaciones a nadie y carente de sutileza para influir en la opinión pública global.

Los conflictos más serios se han dado en Lasa, la capital tibetana. Los dos monasterios de donde partieron los 600 monjes que marcharon esta semana pidiendo la independencia amanecieron ayer rodeados por la policía, según afirmó un testigo a la agencia AP. Es difícil que la imagen no recuerde a la brutal y reciente revolución azafrán de Birmania. Según este testigo, más de 1.000 soldados estaban apostados frente al monasterio Sera, y tres hileras de soldados rodeaban el de Drepung. Una docena de coches policiales, 10 camiones y varias ambulancias estarían por la zona. China no hizo comentarios sobre esa supuesta presencia militar.

La marcha independentista del martes fue disuelta por soldados con porras eléctricas y gases lacrimógenos, según webs de tibetanos en el exilio y Radio Free Asia, creada por el Gobierno de EEUU. Los manifestantes exigían derechos humanos y la liberación de la sesentena de monjes detenidos el lunes.

Los exiliados en la India, donde tiene sede el Gobierno tibetano, también aprovecharon el 49° aniversario del levantamiento frustrado para salir a la calle. La policía india detuvo ayer a un centenar de ellos cuando se dirigían al Tíbet para manifestarse contra la ocupación china, y que se suman a la cincuentena de mujeres detenidas el martes por intentar entrar en la Embajada de China de Nueva Delhi.

Qin Gang, portavoz del Ministerio de Exteriores, alabó la reacción de la India y calificó los disturbios de "estúpida argucia" del dalái lama para así "arruinar la paz del pueblo tibetano".