El domingo, los cuatro soldados estadounidenses de patrulla cuyo vehículo fue volado al sur de Bagdad se convirtieron en las bajas que faltaban para que la guerra de Irak alcanzara otra cifra redonda: 4.000 soldados de EEUU muertos. Este trágico hito cerró la semana del quinto aniversario de la guerra, durante la cual George Bush afirmó que el sacrificio del conflicto en Irak "vale la pena" ante la "victoria estratégica sobre el terrorismo" que el presidente confía en lograr en el país árabe.

Ayer, la portavoz de la Casa Blanca, Dana Perino, dijo que el presidente "está de luto". "Una de las cosas que escucha de las familias de los caídos es que quieren que lidere el país para completar la misión. El presidente se ha comprometido. Quiere que las familias sepan que su sacrificio no será en vano", añadió Perino, buscando en la mala cifra el empuje para la impopular estrategia de Bush de continuar en Irak. No son de la misma opinión ni la mayoría del país, como indican las encuestas, ni el Partido Demócrata.

Los dos candidatos presidenciales, Barack Obama y Hillary Clinton, insistieron ayer en prometer una pronta retirada en caso de que lleguen a la Casa Blanca. Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, afirmó: "Los estadounidenses entienden que el coste de Irak para nuestra seguridad nacional, preparación militar y reputación en el mundo es inmenso".

Nada nuevo, pues, en la política sobre Irak en Washington. Ambas partes ven en estos 4.000 muertos motivo suficiente para mantener su posición.

OTROS DATOS Hay otras cifras: además de los soldados, 1.500 contratistas y civiles estadounidenses han muerto desde el 2003; más de 30.000 soldados heridos y, según el Departamento de Veteranos, 100.000 excombatientes con problemas mentales; el 97% de las bajas militares, según Associated Press, ocurrieron después de que Bush declarara el fin de "los grandes combates" el 1 de mayo del 2003.

Esa pancarta de misión cumplida persigue desde entonces a Bush, a medida que las misiones en Irak evolucionaban sin que ninguna estabilizara el país: ganar la guerra, derrocar a Sadam, capturarlo, quebrar la insurgencia suní, acabar con la chií, derrotar a la franquicia de Al Qaeda en Irak... Ahora el objetivo es reducir la violencia y promover el avance político.

El aniversario y la cifra de los 4.000 muertos han contribuido a que se hable de nuevo de Irak. Qué hacer allí volverá a ser tema de discusión el 8 y el 9 de abril, cuando el general David Petraeus y el embajador Ryan Crocker testifiquen ante el Congreso. Tal vez Bush ordene algún repliegue, contra el que alertan algunos expertos militares. Pero el futuro de EEUU en Irak se jugará en noviembre, cuando John McCain, Clinton u Obama se conviertan en presidente.