Soportando importantes colas, los electores de Zimbabue se volcaron ayer en gran número en las urnas con la esperanza de un cambio que les ayude a dar un vuelco a su mísera vida en el país que un día fue el granero de África y entre temores a que el régimen del presidente, Robert Mugabe, en el poder desde 1980, trate de manipular el resultado, como ya ocurrió en el 2002. Mugabe se mostró convencido de alcanzar la victoria sin necesidad de ir a una segunda vuelta.

Por supuesto, el dirigente negó que se prepare un fraude. "Nosotros no amañamos elecciones", insistió, preguntándose: "¿Por qué deberíamos hacerlo? La gente nos está apoyando". El principal opositor, Morgan Tsvangirai, se mostró confiado en ganar, "a pesar de los intentos del régimen de trastornar la voluntad de la gente".